Babel y laberinto / Jaque perpetuo de Gonzalo Lizardo

Publicada en 1997 aquella novela es una muestra del poderío de la palabra

Rodolfo Mendoza

  · miércoles 6 de febrero de 2019

“¿Dónde estaba esa voz oceánica que conmovía a los poetas y aconsejaba a los místicos?”, se pregunta el narrador de “Alicuíjaros” fragmento de la novela Jaque perpetuo, de Gonzalo Lizardo. Pues esa voz oceánica se encuentra, precisamente, aquí en esta obra.

Lizardo es también autor de la estupenda novela El libro de los cadáveres exquisitos, obra oceánica ésta, como la voz que buscaba el narrador ya citado. Y es que la obra de este escritor zacatecano es, para volver a citarlo, como “el aleteo de las olas”.

Su narrativa es un desbordamiento de fantasía, sobre todo en El libro de los cadáveres exquisitos. Publicada en 1997 aquella novela de Lizardo es una muestra del poderío de la palabra.

Con Jaque perpetuo Lizardo crea un mundo en el que se mueven Rael, Gaspar y Helena, el mundo puede verse y leerse como una novela o como una serie de cuentos que se cruzan unos con otros.

Pero Jaque perpetuo es también un libro que estrecha su prosa, que la condensa, así podemos leer fragmentos que son ensayos: “Como lo apuntó nuestro amigo el Filólogo, lo único cierto es que el Libro II nos anticipaba que Zaratustra se suicidaría a semejanza de Empédocles.

Este episodio vincularía no sólo al personaje nietzscheano con el filósofo presocrático, sino también a Nietzsche con Hölderlin el cual se propuso componer una tragedia sobre La muerte de Empédocles y enloqueció también antes de concluida.

Esto me hace suponer que Hölderlin y Nietzsche abandonaron sus obras porque no supieron responder la pregunta fundamental: ¿cómo podría suicidarse alguien que exalta la vida sobre todas las cosas? Sospecho que los dos poetas, al buscar esa respuesta sólo encontraron la estupefacción... ¿O quizá intuyeron, detrás de la demencia, una lucidez más amplia y plena? Perder la cordura para ganar la verdad, ¡qué hermosa tentación!” Fragmentos de este tipo pueden leerse a lo largo de Jaque perpetuo, porque Lizardo, además de ser un excelente narrador, es también un lúcido ensayista.

Otro punto más que descubrirá el lector de Jaque perpetuo es, ya que hablamos de agudeza, la prosa de Lizardo: una prosa firme, inteligente, bien planteada y plantada. Me sorprendió encontrarme frases como “Quisiera forjar con los instrumentos una máquina infalible, cuyo perfecto mecanismo procurase no el sosiego sino la zozobra, no el sentido sino el sinsentido”, o “ninguna fuerza cósmica tiene tanta creatividad como el Azar”, o “¿Usted también es constructor de palacios. Sí, construyo castillos en el aire con cimientos de palabras y paredes de sonidos”, o esta otra: “¡Debe morir el fruto sólo cuando madure!”. Y así podríamos seguir citando frases impresionantes, neurálgicas en Jaque perpetuo, frases que se vuelven una suerte de aforismos.

“Somos la concreción, en términos humanos, de una partida de ajedrez cerrada en tablas”, esta cita de Salvador Elizondo abre a manera de epígrafe esta novela, ya esa frase nos pone en aviso sobre parte de la historia, de las historias. Una partida de ajedrez, sí, porque Jaque perpetuo es un infinito tablero de posibilidades y versiones.

La figura de Gonzalo Lizardo es la presencia de uno de los mayores narradores mexicanos, llamado a seguir realizando una obra literaria única y original, alejada de los convencionalismos, insólita en las letras mexicanas.