En el último piso de la casona xalapeña ubicada en Nogueira número 7, Diana Luz Sánchez Flores, responsable editorial de la revista La Palabra y el Hombre, lee y vuelve a leer. Esa es parte de su labor pero también, cuando ve hacia el pasado, se da cuenta que ha sido su “hobby” desde cuando era niña.
Egresada de Letras Francesas Modernas por la Universidad Nacional Autónoma de México, Diana Luz no es veracruzana pero se ha convertido en un personaje de su tierra adoptiva. Ella es una de las primeras editoras identificadas en Xalapa y el país.
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¿Cómo llegó Diana Luz Sánchez a Xalapa?
La capital del estado es su casa y el lugar donde desempeña una profesión a la que llegó por casualidad, por un aviso oportuno publicado en un periódico, en un tiempo en el cual se veía destinada a ser docente de francés.
“Ya tenía un año como profesora pero no estaba satisfecha. Cuando vi que solicitaban redactores con 90 por ciento de inglés y excelente redacción, me acerqué, me hicieron examen y descubrí con fascinación cómo se hacía un libro, en aquel entonces, la Enciclopedia Hispánica”.
Formada como traductora en El Colegio de México, ni siquiera imaginaba que gran parte de su vida estaría dedicada a una labor discreta, prácticamente desconocida, porque ¿quién se pone a pensar cuál es el proceso de elaboración de un libro?
El inicio de su historia como editora data de 1981 y una de las etapas que más recuerda es la del Fondo de Cultura Económica, sello donde se adentró en la literatura para niñas y niños bajo la dirección del editor, bibliotecario y escritor mexicano Daniel Goldin.
“Fue una etapa floreciente de la colección ‘Libros para niños’. Había muchas ideas e innovación, y una gran visión de Goldin al frente, quien logró vencer a la oposición: no gustaba que se pensara en hacer libros ‘no serios’, cuando ahora son los que más se venden en el Fondo”, dice en entrevista.
¿Cuántos años tiene de experiencia?
La reconocida con el Mérito Editorial Universidad Veracruzana-2022 acumula 42 años de trabajo entre letras, libros, revistas e idiomas, y de su faceta como traductora tiene entre sus recuerdos más memorables el tiempo dedicado a Michèle Petit, antropóloga e investigadora de la lectura.
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¿El trabajo editorial está ligado con la generosidad? Considera que sí, pues generalmente están a la sombra del autor y del ilustrador, pero el prestigio es lo de menos, el objetivo es lograr un texto de calidad, dice.
“Es un privilegio leer a tantos autores y aprender de ellos. A veces rehacemos textos; son los menos pero sí los hay. Yo trabajo con mucho gusto y lo único que sí creo es que la labor debería ser más visible; pienso que la idea general es que llega un autor con un manuscrito, lo pasa a la editorial y por un proceso medio mágico se convierte en páginas y pasa a la imprenta”, expresa.
Diana Luz se ve un tanto renacentista, le gusta leer de todo, pero ¿qué se necesita para desempeñarse en esta profesión? Gusto por la lectura, contar con ortografía impecable, una redacción de muy alto nivel y afecto por la investigación, por aclarar dudas y conocer. Eso no es todo; uno de los principales desafíos es tener paciencia, responde.
“Hay textos que llegan en muy mal estado y se debe tener tacto. A veces hacemos las correcciones, las enviamos a los autores y por susceptibilidad las sienten como una agresión o intromisión”.
“Somos lectores profesionales y en ese carácter es que hacemos sugerencias, pero desde luego el autor es el responsable de su trabajo; cuando, por cualquier razón, no las acepta, así se conserva el texto, pero sí llegan a surgir problemas”.
¿Cómo es ser mujer en el mundo editorial?
Opina que la edición es un trabajo adecuado para hombres y mujeres, pero son ellas quienes tienden a ser más pacientes y cuidadosas.
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Con el paso del tiempo ha observado la incursión cada vez mayor de las mujeres; en contraparte, detecta una desigualdad en los puestos directivos; la inmensa mayoría está ocupada por hombres.
A sus 66 años de edad, Diana Luz ya piensa en la jubilación, no porque no esté a gusto en la Editorial de la Universidad Veracruzana, sino porque tiene otros planes que incluso le permitan leer más, pero textos de su propia elección.
Mientras llega el momento de su retiro, reafirma su compromiso por evitar en lo posible el descuido y la prisa, por mantener el respeto hacia la ortografía correcta, por ofrecer más números de buena calidad de La Palabra y El Hombre.
“Como editores deberíamos ser guardianes de la correcta escritura, no en un sentido de autoridad sino de compromiso ante el riesgo de que la comunicación escrita sea cada vez más difícil”, declara al ser cuestionada sobre el descuido en sintaxis y ortografía en publicaciones electrónicas y redes sociales.
Interesada en el crecimiento espiritual, Diana Luz destina al menos 90 minutos diarios a la meditación, a escuchar música u otras actividades que le permitan bajar el volumen de sus emociones.
“Hay un coctel tremendo de mucha ansia por tener cosas materiales y reconocimientos. También hay mucho enojo, mucha competencia. A mí me interesa más entender lo verdaderamente importante de la vida, la felicidad verdadera”.