Brujas de Salem: retrato del clamor del ser

Las brujas de Salem son una reflexión sobre la vida y un deleite para los ojos del espectador

José P. Sánchez/Colaborador

  · viernes 25 de mayo de 2018

Mentir para vivir a veces es necesario. Pero, qué puede haber más allá de la vida para elegir lo contrario, quizás el deseo perenne de llevarse a la tumba una identidad.

Callar lo que se es, pareciera que ha estado a lo largo de toda la historia en una y mil sociedades. Es muy propio de los grupos marginados o vulnerables. El silencio o la mentira han tenido que ser sus compañeros para poder sobrevivir.

La puesta en escena Las brujas de Salem no es más que un retrato de lo que pudiera ser nuestra sociedad actual donde todavía algunos grupos de población tienen que disfrazar su sentir para poder seguir viviendo lejos del señalamiento. Callar como lo hace la esposa engañada para salvar su dignidad o callar el amor apasionado de la amante para seguir conservando su supuesta pureza ante el mundo.

Y más allá del callar está el confesarse para salvarse, donde la libertad de ser queda enterrada, porque ante todo hay que conservar la vida, aunque el costo sea doblegarse a lo que los poderosos digan, porque pareciera que sólo ellos tienen el derecho a vivir en limpieza y pulcritud a los ojos de la existencia.

Al final todo se resume en un sometimiento donde se deja al final la esencia de ser y es justo esto que quizás el protagonista de este montaje defiende, su derecho a pertenecer a este mundo, con un nombre, aunque ello le cueste la vida.

Las brujas de Salem son una reflexión sobre la vida y un deleite para los ojos del espectador, con danzas que casi invitan al público a unirse con sus palmas o incorporarse, ser una bruja más saciando sus más sublimes deseos.

Los ensambles musicales y coreográficos ponen el sello distintivo de la magia que existe en todo ritual y hacen que la historia contada a lo largo de tres horas se trague el tiempo. El público reclama danza y los actores les regalan sus cuerpos moviéndose cual banquete visual. Hombres y mujeres convertidos en un solo hechizo, una sola danza, un solo cuerpo para ser redimido.

Sin duda, un acierto más para Mercedes Huerta como directora, quien ha destacado en el ámbito teatral en los últimos años en montajes personificados por niños y ahora demuestra que cuando se lleva en la sangre el generar arte no importa la edad de la materia prima.

En el montaje intervienen como actores: Maximiliano Madrigal, Xitlal Cházaro, David Lara, Mariel Triana, Víctor M. Flores, Rolando Ignacio León, Dalia R. de Leo, Abril M. Pimentel, Mónica Ruíz Bravo, Ana Karen Huerta, Adalia Sarmiento, María G. González, Mariana Yrízar Gutiérrez, Katia Lagunes, Óscar Reyes, José María González, José Fabián Guzmán y Bryan Hernández, todos ellos bajo la dirección y diseño escénico de Mercedes Huerta.

En el equipo creativo participan: Eduardo Mier Hughes, en diseño de iluminación; Arisbe Martínez Cabrera, en entrenamiento vocal; Mirna Gómez, en entrenamiento de danza africana; Karla Piedra, Adrián Acosta y Vicente Pérmar en el equipo técnico; y David Lara, en diseño gráfico.

La cita es de jueves a domingo, con funciones a las 18 horas en la Unidad de Artes, sitan en Belisario Domínguez 25, en el centro de Xalapa. El cupo es limitado.