Diferentes comunidades cargadas de cosmovisión propia se dan cita en la capital de Oaxaca para compartir y ofrendar sus dones, desde su vestimenta, lenguaje, alimentos hasta sus costumbres, conocimientos y creencias. Es una fiesta del pueblo para el pueblo que celebra 90 años como patrimonio cultural.
“Desde tiempos prehispánicos se daba la ayuda en las fiestas, y la guelaguetza es un término que se usó como ofrenda en las fiestas religiosas que se ha ido perfeccionando como parte de las fiestas de los dioses de Oaxaca. Hoy trae mucho turismo y comercio, pero en su origen era el encuentro de las etnias de las siete regiones del estado que se reunían en la capital para celebrar a los dioses”, detalló en entrevista Jorge Bueno Sánchez, cronista oficial de Oaxaca.
Quien ha narrado la historia del estado precisa que el término Guelaguetza se deriva del vocablo zapoteco “guendalezaa” que significa ofrenda, presente o cumplimiento, y desde tiempos prehispánicos se entendió como el encuentro de las diferentes comunidades para compartir sus riquezas en una suerte de ritual para los dioses antiguos en el lugar denominado por los zapotecos como Daninayaaloani o cerro de Bellavista.
En esa época los antiguos mexicas adoraban a diversas deidades, entre ellas la Diosa Centéotl, la Diosa del Maíz, a quien le ofrendaban baile, comida y ceremonias. Desde entonces esta celebración fue considerada como esencia del estado. En aquellos años, se reunían antes del mes de julio y se organizaba un programa general, que iniciaba desde el primer lunes con actividades culturales, sociales y deportivas.
Al llegar los españoles y establecer la religión cristiana, los frailes franciscanos y dominicos prohibieron las prácticas dedicadas a esta diosa y construyeron el templo católico dedicado a la Virgen del Monte Carmelo, y cambiaron la fiesta para rendir culto a la Virgen del Carmen, por ello se celebra los dos lunes más cercanos a la festividad católica de esta advocación mariana que es el 16 de julio. También se conoce con el nombre de los lunes del Cerro, puesto que el corazón de la festividad es el cerro del Fortín, que domina el centro de la ciudad de Oaxaca.
“Ha ido evolucionando en el sentido de la organización; en la modernidad se nota la agilidad de los eventos, pero hoy significa alegría, significa para los oaxaqueños poder reencontrarse con un pasado, es la fiesta de los oaxaqueños donde volvemos a ver a las regiones. Por eso para mí es la fiesta de etnicidad, la reserva espiritual de México”, añadió Bueno Sánchez.
Finalmente, en 1932 en el aniversario 400 de la fundación de Oaxaca como ciudad, la Guelaguetza se convirtió en un espectáculo con un programa de bailes y exhibiciones de los elementos regionales de las diferentes comunidades del estado que se presentan. “En pocas fiestas vemos la representación de todas las regiones, eso es lo que la hace tan importante pues se reúnen todas las comunidades”, acotó.
De la modernidad y el turismo
A decir de la artesana textil Rosita López, de el Espinal, Oaxaca, el espectáculo de la Guelaguetza se ha convertido en una oferta para el turismo que puede pagar el boleto de entrada a las funciones. En tanto, en las calles de la ciudad, los pobladores intentan mantener la esencia de la ofrenda, aunque se pierde con el tiempo.
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“Significaba nuestra fiesta, su importancia era celebrar y agradecer lo que la tierra nos dio durante el año, pero ahora veo sólo comercio. Yo como comerciante o gente del pueblo nunca he estado dentro del lugar donde se presenta el programa, eso es más para el turismo”, comentó en entrevista.
“Es cierto que hoy el turismo ha absorbido la fiesta y ha tenido un éxito total, la gente viene específicamente a ver la fiesta, sólo esperamos no pierda su esencia histórica”, concluyó Bueno Sánchez.