La directora Natalia Almada ha utilizado al cine para establecer un punto de contacto con su público, y brindarle un momento de reflexión. “Me gusta hacer un cine que sea un diálogo con el espectador. Que tenga espacios para que quien lo vea pueda contemplar e insertar sus memorias, es realmente estar presente en la película y ser parte de ella, y no sólo mirarla. Eso requiere un cine más lento, que no te lleve a un ritmo tan rápido donde tú, en cierta forma, no existes”, agregó.
La cineasta debutó oficialmente en 2001, al dirigir el cortometraje All Water Has A Perfect Memory, el cual le valió el reconocimiento como Mejor Cortometraje Documental en el Festival de Cine de Tribeca de aquel entonces, y posteriormente, realizó otros títulos como Al otro lado, El general y El velador.
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Para ella, todos estos trabajos documentales tienen la finalidad de abrir un debate sobre la realidad que nos rodea, pues considera, que al tener tantos canales de comunicación al alcance de nuestra mano, el género debe enfocarse en algo más allá que simplemente presentar datos.
“El documental como un género de información ya no es necesario, hay información por todos lados y es fácil acceder a ella”, señaló, y agregó que hoy en día su función, “para mí, es decir cómo podemos hacer una reflexión de lo que vivimos, y hacer un cine que en cierta forma refleje esa realidad”.
El trabajo de Natalia ha recorrido alrededor de 30 muestras y festivales en todo el mundo, siendo reconocida por Mejor Dirección en el 25 Festival de Cine de Sundance (por El general), Mejor Documental en el Puerto Rico International Film Fest & Convention (por Al otro lado) y el premio a Mejor Cinematografía en el 14 Encuentro Internacional del Documental de Montreal, entre otros galardones.
Ha participado en cuatro ediciones del Festival Internacional de Cine de Morelia, donde además obtuvo una Mención Especial en la tercera edición por su largometraje documental Al otro lado.
La también fotógrafa celebró que existan estos espacios de encuentro con el público, pues además es para ellos como realizadores, un espacio donde compartir con otros colegas, algo que en la pandemia se vio entorpecido por las ediciones virtuales.
“Los festivales tienen muchos papeles, hay diferentes tipos de festivales que hacen diferentes cosas, para mí al no poder ir, lo que más sentí fue la pérdida de sentir la película con el público, estar en un cuarto juntos viéndola y platicando, ver y sentir cómo está la sala”.
“Me hizo mucha falta la convivencia con cineastas, me puse a ver películas que estaban en los festivales en mi casa, pero era difícil, con los niños y el mismo caos causado porque todo el mundo estaba en la casa, no sólo era no ir al cine, sino ver cine en un contexto bastante caótico y distraído”.
Y es que para ella el séptimo arte va mucho más allá de ver películas bajo ciertos requerimientos técnicos, pues debe ser visto como un encuentro exclusivo entre el espectador y la obra.
“El cine no es sólo la pantalla grande y el sonido, sino el compromiso de tu tiempo, de apagar tu celular y sentarte, no levantarte 20 veces a hacer diferentes cosas, sino decir ‘me voy a dedicar el cien por ciento porque pagué mi boleto’.
“Cuando ves una película en tu casa, no suele ser así, porque pones pausa y te vas a hacer algo, tienes que contestar el teléfono, tienes que ayudar a alguien, no es lo mismo, estamos hablando de compromiso y la diferencia entre un ambiente comprometido y uno distraído”, agregó.
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Actualmente Natalia presenta Users, su más reciente documental, que a través de imágenes y una banda sonora inmersiva, explora cómo la humanidad se expresa con la tecnología y cómo esto afecta a este mundo dominado por ella.
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