GUADALAJARA. Más allá de retratar el dramatismo y la victimización que supone el fenómeno de migración, el productor Abraham Ávila explica que con el documental Chèche Lavi lo que buscaron fue plasmar una historia de solidaridad entre dos haitianos que se hacen amigos en su travesía de Brasil a México, con la idea de cruzar la frontera a Estados Unidos.
La cinta representa una coproducción entre México, Estados Unidos y Haití, y es dirigida por Sam Ellison, que cuenta el viaje de Robens y James dos haitianos y de la amistad entrañable que se construye ante a la adversidad, y que encontraron en Tijuana el lugar de espera para poder continuar con su sueño de llegar a Estados Unidos con el anhelo de una mejor vida.
El productor mexicano Abraham Ávila recuerda que fue en 2016 cuando se encontraba en Tijuana realizando varias investigaciones para hacer documentales acerca de la migración, sobre todo con la llegada de cientos de haitianos que buscaban asilo político en Estados Unidos y al cerrarse esta posibilidad se quedaron ahí.
Entonces, comenta que Sam Ellison, “me mandó una idea de documental que tenía para su tesis de maestría, sobre el fenómeno de la migración en la frontera entre México y Estados Unidos”.
Entonces fue complicado, relata, porque había que encontrar la historia adecuada a narrar, fue cuando conocen a Robens y James, que se acercaron al equipo y comenzaron a compartir su historia.
Abraham Ávila contextualiza que miles de personas después del terremoto en 2010 que vivió Haití, migraron a Brasil en un ánimo por mejorar su vida, muchos de ellos fueron a trabajar en proyectos de construcción de cara a los Juegos Olímpicos y el mundial del futbol. Sin embargo ante el rumor de que el Estados Unidos daría asilo político por razones humanitarias, muchos emprendieron el camino hacia el norte.
Robens y James, los protagonistas del documental son parte de este fenómeno migratorio, pero sobre todo destaca Ávila encontraron una historia de la construcción de la amistad de dos desconocidos en condiciones adversas, donde no tienen nada más que a ellos, pero también qué pasa cuando ellos se separan.
“Yo soy un migrante también”, enfatiza Abraham Ávila “por eso lo más importante en el documental es ver más allá de la victimización del migrante, porque son personas que emocionalmente están como en una especie de limbo.
En el caso de Tijuana se ha convertido en lugar de residencia de cientos de haitianos, que tuvieron que irse incorporando a esa realidad y sobre todo remontar la decepción y la frustración ante el sueño cancelado.