Especialistas el Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH) encontraron los vestigios de un edificio mexica que, se cree, habría podido pertenecer a un inmueble de acceso al Recinto Sagrado de Tenochtitlan. Además, hallaron restos óseos, del pasado novohispano en el terreno donde hoy se realiza el proyecto de salvamento arqueológico dentro de la Escuela de Jurisprudencia, en el centro histórico de la Ciudad de México.
Así lo dio a conocer la Secretaría de Cultura a través de un comunicado, en el que se precisa que se trata de una edificación que, se calcula, medía 13.50 metros de ancho por 23.20 de largo. Fue encontrado en el ala este del recinto histórico, hoy resguardado por la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM), en el mismo lugar donde fue descubierta una notable escultura con forma de cabeza serpiente, dada a conocer recientemente por el INAH.
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Se trata de una escalinata con seis escalones, un dado arquitectónico y una alfarda que, gracias al manto freático capitalino, conserva su recubrimiento original de estuco. La razón de que se piense que era una entrada al Recinto Sagrado de Tenochtitlan, de acuerdo con la arqueóloga Moramay Estrada Vázquez, quien coordinó el proyecto San Ildefonso 28, de la Dirección de Salvamento Arqueológico (DSA) del INAH, se debe a que la escalinata está orientada al norte.
Según los análisis de la secuencia de pisos, los expertos asocian la arquitectura descubierta con la quinta etapa constructiva del Templo Mayor, correspondiente a los años que median entre los gobiernos de Axayácatl (1469-1481), Tízoc (1481-1486) y Ahuízotl (1486-1502).
A demás de la cabeza de reptil polícroma también se han logrado recuperar otras dos esculturas: “el fragmento de una figura antropomorfa, a manera de portaestandarte, que lleva un taparrabo, y un clavo arquitectónico o espiga, con forma de cráneo humano”.
Restos novohispanos
A la par de los elementos prehispánicos, dice el comunicado,en el patio central del edificio de la UNAM se localizaron numerosos restos óseos masculinos, femeninos, juveniles e, incluso, fetales, cuya cantidad indica que el área fue usada como una zona de enterramiento, tanto para las religiosas que formaban parte del Convento y Templo de Santa Catalina de Siena, como para personas ajenas a él; según la antropóloga física Elena Calderón Cuéllar.
En el recinto también fueron hallados elementos novohispanos, como tiestos de mayólica, porcelana china y huesos de cerdos, vacas, borregos y gallinas, que brindan pistas sobre la vida cotidiana del convento, cuyos antecedentes constructivos, en esta misma sección de la ciudad, se remontan a 1594.
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En materia arquitectónica, se descubrió un confesionario, de 1.90 metros de altura, tallado sobre una de las paredes del templo virreinal entre los siglos XVI y XVII, el cual permaneció en uso hasta el siglo XIX, según denotan las renivelaciones de su piso a lo largo del tiempo; así como un remate decorativo que inicia en el rostro de un querubín y se despliega bajo la forma de una concha marina, el cual logró preservar las oquedades que permitían a las monjas recibir el sacramento de la confesión desde su clausura.