/ miércoles 10 de abril de 2019

El significado de la palabra me apasiona

“Ernesto de la Peña influyó mucho en mí y me motivó en esta búsqueda del significado y sentido de las palabras”

II PARTE

Daniel Méndez Vivanco colaboró con el gran comunicador veracruzano Jorge Saldaña. Cuando era estudiante de secundaria, nos cuenta, veía toda la barra programática de Saldaña en la televisión, “y con el paso del tiempo lo conocí y trabajé con él 14 años en su programa Sopa de letras”, comenta.

“Recuerdo que Saldaña me decía: –Oye Daniel, ¿cómo es que sabes tanto de mí? Y yo le contestaba: –Bueno, porque veía toda la barra de programación. Y me añadía: ¿Qué estudiabas en esos momentos? –Estaba yo en primero de secundaria don Jorge. Y él me decía: –¿Qué no jugabas con tus amigos? –Sí, sí jugaba, pero también lo veía a usted”.

“Entonces ahí está la mayor motivación que he tenido sobre el significado de las palabras y sobre todo en la entrega, la aventura de ir en búsqueda de ese significado de la palabra que me apasiona”, añade.

Al lado de Jorge Saldaña, quien tuvo ese don de rodearse de un equipo de gente inteligente, comenta Daniel Méndez, conoció a un escritor que le impresionó muchísimo, don Ernesto de la Peña, considerado uno de los siete sabios de México. “Él influyó mucho en mí y me motivó en esta búsqueda del significado y sentido de las palabras”, señala.

En el hilo de la conversación, se refiere a Las Estratagemas de Dios, un libro de Ernesto de la Peña, “qué cosa más maravillosa –dice–, ahí te enamoras de la lingüística, te enamoras de la exégesis, te convence la hermenéutica, te apasiona el mundo de las lenguas muertas como le apasionaba a Ernesto de la Peña y te hace ir en pos de la lingüística”.

–¿Entenderíamos mejor el mundo si conociéramos mejor el sentido de las palabras?

“Es básico, es fundamental, porque no solamente es el sentido estricto de la palabra, gramaticalmente hablando, sino que te permite explicarte, dar una visión muy general y a la vez variada del por qué el ser humano ha ido evolucionando como tal y cómo las palabras, el lenguaje inherente al ser humano, lo han acompañado siempre”.

–Y la realidad se puede entender mejor con las palabras ¿no?

“Hace unos días una persona me decía que la expresión que se hizo popular en tiempos del gobernador Teodoro A. Dehesa, de ‘Mátalos en caliente’, era real, original y literal, y le dije que no, que no era así. Le expliqué que hay un sentido original. Porfirio Díaz le mandó un telegrama, un recado, al gobernador de Veracruz y el texto original era una combinación entre español y latín. El texto decía: ‘Si los agarras infraganti, mátalos incontinenti’. Eso, como sucede en el proceso de la comunicación, conforme va pasando la información del emisor al receptor, pues va sufriendo modificaciones, entonces llegó a tal grado de que el jefe de la Guarnición, el jefe del Pelotón, de ese grupo de individuos que ejecutaron la acción balística, recibieron como último mensaje: ‘Mátalos en caliente’”.

Con figura de sacerdote

A Daniel Méndez Vivanco le pregunto lo que alguna vez le pregunté también a Armando Fuentes Aguirre “Catón”. Por su porte, su talante, sus expresiones, su manera de hablar y su conocimiento de la lengua, me parecía que era un sacerdote.

“Seguido me lo dicen. Qué buena observación. Ahorita me cimbraste con ese comentario, porque seguido me ocurre eso. Yo creo que no niego la cruz de mi parroquia, usando esa expresión popular, porque dentro de las muchas disciplinas que me han tocado estudiar, te decía que soy un pedagogo de profesión, pero mi formación es muy versátil y los orígenes de mi formación están en el Seminario”.

Cuenta que estuvo cuatro o cinco años en una experiencia de estudios semiescolarizados, en donde tuvo como maestros al ahora Cardenal Sergio Obeso Rivera, así como a los padres Arturo Patricio, Jesús Torres, al padre Navarrete, a Celestino Barradas y a Martín del Campo, quien le impartió un curso de “Exorcismos, teleología y posesión demoniaca”.

“Recuerdo que cuando terminó el curso me dijo: te he estado observando que has prestado mucha atención. ¿Te interesa esto? Sí, si me interesa mucho padre, le contesté, y eso me permitió que nos reuniéramos varias veces y nos tomáramos un café, así como lo estamos haciendo en este momento. ¿Quién iba a decir que ahora él va camino al altar”, comenta, al referirse al proceso de beatificación que se lleva a cabo.

–¿Y sí quería ser sacerdote?

“Sí, yo sería sacerdote. Orgullosamente sería sacerdote en este momento, pero no concluí, porque mi padre se opuso. Yo me molesté con él, tanto que en 15 días no le dirigí la palabra, porque me molestó que se opusiera y no me ordenara como sacerdote. Luego entramos en una negociación y ahí, el motivo fue cuando me dijo: oye hijo, dame la oportunidad de apoyarte con una carrera universitaria, quiero que entres a la universidad, porque me iría de este mundo muy preocupado, pensando en que los estudios del seminario son muy largos y que de repente te dieras cuenta que no fuera tu vocación y yo ya no esté en este mundo para apoyarte. Después ya tú haces lo que quieras”.

“Cuando me dijo eso entré en razón y es como salgo del Seminario e ingreso a la universidad, pero vino algo complementario que se lo platicaba a Jorge Saldaña. Estudié la carrera en la universidad y estuve de manera alternativa haciendo varios estudios, muy fuertemente cimentados y llevándolos a la práctica, como hasta la fecha, fueron los estudios sobre religión y teología”.

Saldaña, Sergio Obeso y la vocación

Entre la larguísima charla, salpicada de anécdotas y datos históricos, me cuenta, al referirse a las dudas existenciales sobre la vocación, que don Jorge Saldaña –que fue compañero del Cardenal Sergio Obeso Rivera en el seminario de Xalapa en la Ciudad de México– le contó que una noche no podía dormir, angustiado, porque creía que había equivocado su camino.

“No podía dormir. La idea de que la vida sacerdotal no era mi destino, me daba vueltas en la cabeza y yo me daba de vueltas en la cama. Entonces me paré decidido para, a esa hora de la noche, irme, huir del Seminario, abandonar todo, porque creía que no era mi vocación. Entonces tomé mis cosas y salí despacito del dormitorio común y cuál fue mi sorpresa que en el umbral me encontré a Sergio Obeso Rivera.

“¿Qué haces aquí, Sergio, le pregunté? Y él, serio, compungido, angustiado también, me dijo: creo que este no es mi lugar. No sé qué estoy haciendo aquí. Creo que me voy a ir del Seminario”. En la oscuridad de la noche, recuerda Daniel Méndez la charla con Saldaña, se pusieron a platicar y poco después se fueron a dormir más tranquilos.

Con el paso del tiempo Saldaña abandonó los estudios clericales y se convirtió en comunicador y Sergio Obeso siguió su trayectoria hasta llegar a ser Cardenal de la iglesia católica.

Así de misteriosos son los caminos de la vida, pienso, mientras concluye nuestra charla y pido otro lechero, para probar una canilla y el maestro pide más bien que le calienten el café americano que se enfrío por el mar de recuerdos, vivencias y anécdotas profesionales.

II PARTE

Daniel Méndez Vivanco colaboró con el gran comunicador veracruzano Jorge Saldaña. Cuando era estudiante de secundaria, nos cuenta, veía toda la barra programática de Saldaña en la televisión, “y con el paso del tiempo lo conocí y trabajé con él 14 años en su programa Sopa de letras”, comenta.

“Recuerdo que Saldaña me decía: –Oye Daniel, ¿cómo es que sabes tanto de mí? Y yo le contestaba: –Bueno, porque veía toda la barra de programación. Y me añadía: ¿Qué estudiabas en esos momentos? –Estaba yo en primero de secundaria don Jorge. Y él me decía: –¿Qué no jugabas con tus amigos? –Sí, sí jugaba, pero también lo veía a usted”.

“Entonces ahí está la mayor motivación que he tenido sobre el significado de las palabras y sobre todo en la entrega, la aventura de ir en búsqueda de ese significado de la palabra que me apasiona”, añade.

Al lado de Jorge Saldaña, quien tuvo ese don de rodearse de un equipo de gente inteligente, comenta Daniel Méndez, conoció a un escritor que le impresionó muchísimo, don Ernesto de la Peña, considerado uno de los siete sabios de México. “Él influyó mucho en mí y me motivó en esta búsqueda del significado y sentido de las palabras”, señala.

En el hilo de la conversación, se refiere a Las Estratagemas de Dios, un libro de Ernesto de la Peña, “qué cosa más maravillosa –dice–, ahí te enamoras de la lingüística, te enamoras de la exégesis, te convence la hermenéutica, te apasiona el mundo de las lenguas muertas como le apasionaba a Ernesto de la Peña y te hace ir en pos de la lingüística”.

–¿Entenderíamos mejor el mundo si conociéramos mejor el sentido de las palabras?

“Es básico, es fundamental, porque no solamente es el sentido estricto de la palabra, gramaticalmente hablando, sino que te permite explicarte, dar una visión muy general y a la vez variada del por qué el ser humano ha ido evolucionando como tal y cómo las palabras, el lenguaje inherente al ser humano, lo han acompañado siempre”.

–Y la realidad se puede entender mejor con las palabras ¿no?

“Hace unos días una persona me decía que la expresión que se hizo popular en tiempos del gobernador Teodoro A. Dehesa, de ‘Mátalos en caliente’, era real, original y literal, y le dije que no, que no era así. Le expliqué que hay un sentido original. Porfirio Díaz le mandó un telegrama, un recado, al gobernador de Veracruz y el texto original era una combinación entre español y latín. El texto decía: ‘Si los agarras infraganti, mátalos incontinenti’. Eso, como sucede en el proceso de la comunicación, conforme va pasando la información del emisor al receptor, pues va sufriendo modificaciones, entonces llegó a tal grado de que el jefe de la Guarnición, el jefe del Pelotón, de ese grupo de individuos que ejecutaron la acción balística, recibieron como último mensaje: ‘Mátalos en caliente’”.

Con figura de sacerdote

A Daniel Méndez Vivanco le pregunto lo que alguna vez le pregunté también a Armando Fuentes Aguirre “Catón”. Por su porte, su talante, sus expresiones, su manera de hablar y su conocimiento de la lengua, me parecía que era un sacerdote.

“Seguido me lo dicen. Qué buena observación. Ahorita me cimbraste con ese comentario, porque seguido me ocurre eso. Yo creo que no niego la cruz de mi parroquia, usando esa expresión popular, porque dentro de las muchas disciplinas que me han tocado estudiar, te decía que soy un pedagogo de profesión, pero mi formación es muy versátil y los orígenes de mi formación están en el Seminario”.

Cuenta que estuvo cuatro o cinco años en una experiencia de estudios semiescolarizados, en donde tuvo como maestros al ahora Cardenal Sergio Obeso Rivera, así como a los padres Arturo Patricio, Jesús Torres, al padre Navarrete, a Celestino Barradas y a Martín del Campo, quien le impartió un curso de “Exorcismos, teleología y posesión demoniaca”.

“Recuerdo que cuando terminó el curso me dijo: te he estado observando que has prestado mucha atención. ¿Te interesa esto? Sí, si me interesa mucho padre, le contesté, y eso me permitió que nos reuniéramos varias veces y nos tomáramos un café, así como lo estamos haciendo en este momento. ¿Quién iba a decir que ahora él va camino al altar”, comenta, al referirse al proceso de beatificación que se lleva a cabo.

–¿Y sí quería ser sacerdote?

“Sí, yo sería sacerdote. Orgullosamente sería sacerdote en este momento, pero no concluí, porque mi padre se opuso. Yo me molesté con él, tanto que en 15 días no le dirigí la palabra, porque me molestó que se opusiera y no me ordenara como sacerdote. Luego entramos en una negociación y ahí, el motivo fue cuando me dijo: oye hijo, dame la oportunidad de apoyarte con una carrera universitaria, quiero que entres a la universidad, porque me iría de este mundo muy preocupado, pensando en que los estudios del seminario son muy largos y que de repente te dieras cuenta que no fuera tu vocación y yo ya no esté en este mundo para apoyarte. Después ya tú haces lo que quieras”.

“Cuando me dijo eso entré en razón y es como salgo del Seminario e ingreso a la universidad, pero vino algo complementario que se lo platicaba a Jorge Saldaña. Estudié la carrera en la universidad y estuve de manera alternativa haciendo varios estudios, muy fuertemente cimentados y llevándolos a la práctica, como hasta la fecha, fueron los estudios sobre religión y teología”.

Saldaña, Sergio Obeso y la vocación

Entre la larguísima charla, salpicada de anécdotas y datos históricos, me cuenta, al referirse a las dudas existenciales sobre la vocación, que don Jorge Saldaña –que fue compañero del Cardenal Sergio Obeso Rivera en el seminario de Xalapa en la Ciudad de México– le contó que una noche no podía dormir, angustiado, porque creía que había equivocado su camino.

“No podía dormir. La idea de que la vida sacerdotal no era mi destino, me daba vueltas en la cabeza y yo me daba de vueltas en la cama. Entonces me paré decidido para, a esa hora de la noche, irme, huir del Seminario, abandonar todo, porque creía que no era mi vocación. Entonces tomé mis cosas y salí despacito del dormitorio común y cuál fue mi sorpresa que en el umbral me encontré a Sergio Obeso Rivera.

“¿Qué haces aquí, Sergio, le pregunté? Y él, serio, compungido, angustiado también, me dijo: creo que este no es mi lugar. No sé qué estoy haciendo aquí. Creo que me voy a ir del Seminario”. En la oscuridad de la noche, recuerda Daniel Méndez la charla con Saldaña, se pusieron a platicar y poco después se fueron a dormir más tranquilos.

Con el paso del tiempo Saldaña abandonó los estudios clericales y se convirtió en comunicador y Sergio Obeso siguió su trayectoria hasta llegar a ser Cardenal de la iglesia católica.

Así de misteriosos son los caminos de la vida, pienso, mientras concluye nuestra charla y pido otro lechero, para probar una canilla y el maestro pide más bien que le calienten el café americano que se enfrío por el mar de recuerdos, vivencias y anécdotas profesionales.

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