A propósito de los libros de artista de David Rivera en la exposición Fragmentos, que será inaugurada hoy a las 20 horas en la galería AP de la Facultad de Artes, recuerdan a primera vista aquella idea de John Ruskin: “La calidad nunca es un accidente; siempre es el resultado de un esfuerzo de la inteligencia”.
Efectivamente, la obra que este autor presenta ahora es una inusual muestra, una rara y apreciable mezcla de oficio y concepto, de cuidadoso trabajo artesanal e ideas que se corresponden con nuestro tiempo (pero sin la vacuidad, frivolidad o el sabor residual que muchas veces suele caracterizar a buena parte de las expresiones que pasan por arte contemporáneo).
En medio de estos trabajos están la sensibilidad y otros factores pero, sin duda, todos ellos suscritos a una mirada inteligente; una mirada hacia la vocación y a las intenciones propias pero, también, dirigida a lo que este artista interpreta como arte, es decir, como un quehacer que proyecta poner en común una visión peculiar y sensible sobre algo. Ello se debe a que Rivera es un maestro, uno verdadero. Maestro no en el sentido del grado académico sino en el original de magister (sí, en latín, ni modo), a su vez, de magis, que significa “más”: el que sabe más, el que puede más, el que tiene un alto nivel de competencia.
Rivera es un maestro, entre otras cosas haciendo libros de toda índole (los escritores hacen textos, no libros; los libros son otra cosa. ¿Una metonimia?). Es, decimos, maestro del dibujo, de la tinta, de la encuadernación, del maquetismo, del mismísimo oficio de ser maestro. Es las dos cosas al mismo tiempo: medieval y moderno, lo primero por el oficio y lo segundo por los conceptos; una cosa no desdice ni traiciona a la otra. Ya lo decía Verdi: “Retorna a lo antiguo y serás moderno”. En el hacer, su precisión es quirúrgica. Tiene el ojo entrenado y, además, sabe entrenar otros ojos desde su función como docente, uno muy apreciado, por cierto.
David Rivera es también un investigador, un indagador, un curioso; un explorador de líneas y texturas, de cortes, de ensambles, de materiales y soportes; de la potencia de los trazos en el papel.
LIBROS EVOCATIVOS
Si existiera y fuera completa una revisión del género de obra que presenta actualmente el artista, hablaría aquí de creación, intervención, apropiación y recreación de libros-objeto, de libros de artista, de libros esculpidos pero sobre todo de productos creativos que mueven al asombro y a la admiración y en los que domina una categoría que podríamos asociar con la idea del amor por lo bien hecho, con la comprensión de que la calidad está en los detalles y con un artista entero, de esos que en lugar de alardear, hacen. Aquí no hay que aumentar la condición de nadie ni de nada ni exagerar para parecer más ante los demás. “Cacarear y no poner huevos, cada día lo vemos”, dicen. Aquí, los libros-objeto-de artista de David Rivera, sugerentes, evocativos, atrayentes, fascinantes (y afectivos), hablan por sí mismos, mucho y bien. Fragmentos, se denomina la exposición, porque ciertamente nos encontramos ante partes de un todo: segmentos o porciones de un muy poco común talento.
La obra estará en exposición hasta el 23 de octubre en la Galería AP, ubicada en Belisario Domínguez número 25.
