Las décadas que van del siglo XXI han visto el fulgurante ascenso de la plástica colombiana a nivel internacional al punto de llamarlo el Boom del Arte Colombiano. En pocos años se han posicionado un número importante de nuevos nombres en un despertar sin igual del arte contemporáneo, en el cual Colombia pasó de tener una treintena de galerías en todo el territorio a más de doscientas, y entramos en la era de las Ferias con ArtBo, Barcú, Espacio Odeón y otras más en Medellín o Cartagena.
En la parte menos visible de la internacionalización del arte colombiano contemporáneo, la menos publicitada, al tiempo de los nuevos hitos y las cifras millonarias de las casas de subastas, están surgiendo varias decenas de pintores figurativos jóvenes interesados en su identidad americana, en las relaciones del cuerpo como imagen y en la causa pictórica. Aunque muchos de ellos han florecido en las condiciones más adversas posibles por falta de apoyo para la pintura y de escuelas adecuadas para aprender realmente el oficio en su tierra, hoy tienen presencia desde Estados Unidos a Argentina, pasando por México, país en donde han expuesto en museos y galerías o sembrado raíces, casi la mitad de los aquí seleccionados.
Sin una sólida tradición, ni verdaderos museos de pintura o pinacotecas, ni la llegada al país de exposiciones realmente importantes, la decisión de dedicarse al arte y asumir el difícil camino y desarrollo de la pintura figurativa en Colombia es una tarea que no puede asumirse sin entender la existencia de una vocación real y de un gusto sincero por las prácticas pictóricas.
Tras el proceso de “tabula rasa” que pretendieran hacer en Colombia los promotores del arte contemporáneo antes de terminar la primera década de este siglo, el surgimiento de nuevos pintores figurativos se debe en parte al tesón individual de cada uno y al esfuerzo casi personal de la generación precedente, apenas unos pocos años mayores, y al hecho, de que uno u otro afortunado haya podido estudiar dibujo y pintura en las nuevas instituciones europeas o norteamericanas que han retomado la enseñanza de la figuración. Concentrándonos únicamente en Bogotá, vemos que unos pocos talleres liderados por Alfredo Araujo, Camilo Calderón y Nicolás Uribe, entre otros, han llenado el vacío formativo dejado a un lado por la mayoría de las universidades; siendo importante el aporte de la facultad de Artes de la Universidad Javeriana al tener en su planta docente a un pequeño grupo de artistas que todavía creen en la enseñanza del oficio tanto en el dibujo como en la pintura y el grabado.
Para quienes creen que todo está por hacerse, la intención de reunir en Xalapa a una pequeña selección de artistas procedentes de Houston, Buenos Aires, Bogotá, Ciudad de México y Guadalajara es mirar el punto en que se encuentra la figuración colombiana que vive en una permanente resistencia contra un medio adverso donde la pintura figurativa nunca terminó de florecer ni madurar adecuadamente; resistencia para defender la libertad de pintar lo que se quiere más allá de modas o condicionamientos externos; resistencia para continuar testarudamente el camino que ha marcado el placer y la intuición; así como la necesaria resiliencia que han tenido los pintores colombianos figurativos para reinventarse y adaptarse a las transformaciones vertiginosas y a los nuevos tiempos en los que la imagen pintada ya no está en el centro de todas las miradas, si es que algún día estuvo.
Aunque dentro del Boom del Arte Colombiano y su fulgurante ascenso internacional la pintura figurativa sea considerada hoy en día la Cenicienta de ese cuento de hadas, siempre es bueno que de vez en cuando intente medirse la zapatilla.
*Colaboración especial. Artista invitado.