Acostumbrado a disfrutar de las largas caminatas por el laberinto urbano de la Ciudad de México, aprendiendo a traducir el lenguaje mudo de sus viejas fachadas, grandes edificios y rígidos monumentos, para el escritor y periodista Héctor de Mauleón, el encierro obligado por la pandemia fue en principio un no saber qué hacer.
Mas luego, del mismo modo que al poeta Francisco de Quevedo, que desde su torre decía en un famoso soneto “con pocos, pero doctos libros juntos,/ vivo en conversación con los difuntos,/ y escucho con mis ojos a los muertos”, a Mauleón la ciudad comenzó a hablarle desde las páginas de sus libros y notas, empolvados en el diván de la postergación por su labor periodística.
Así fue como, impulsado también por las cruentas imágenes que el Covid-19 dejaba a su paso, pudo continuar y concluir los números tres y cuatro de su proyecto La ciudad oculta, una antología de crónicas que develado los poco más de 500 años de historia de la CDMX.
“La aparición de un nuevo libro siempre es un acontecimiento satisfactorio, pero vivir esto hizo que me pusiera a hacer el rescate de los días de la ciudad que están olvidados, así como los otros que la conmovieron o sacudieron. La intención de estos libros ha sido recopilar momentos distintos de la ciudad en los que se vivieron infinidad de cosas que se enmarcan en los 500 años de su existencia”, explica Héctor de Mauleón en entrevista con El Sol de México.
La ciudad oculta relata hechos tan curiosos como el inicio de la tradición de usar máscaras en la lucha libre, o el día en que Avenida Reforma se llenó de gente que esperaba la llegada de los extraterrestres; hasta los más significativos como los presagios que Moctezuma interpretó como el fin de los tiempos y que terminaron por ser la caída de Tenochtitlan o las diferentes pandemias que asediaron la ciudad y hoy son lecciones que no deberíamos pasar por alto.
“Estos libros están hechos para que sean una réplica de la ciudad, de una forma caótica, como cuando vas caminando por el centro y te encuentras edificios virreinales con edificios nuevos y una casa del siglo XIX, para luego dar vuelta y encontrar ruinas prehispánicas. Algo que es interesante, porque la ciudad ha cercenado su memoria desde que le quitaron los nombres que habían tenido sus calles desde hace 400 años, para perder el significado de lugares y edificios, lo que había ocurrido en ellos”.
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Al ser una antología de crónicas, adquiere un matiz personal, contemporáneo. “Yo creo que la crónica es el género mayor de las letras mexicanas, más que la novela, el cuento y la poesía. La crónica se practica con niveles altísimos. Lo primero que hicieron los españoles son las crónicas. Por ello creo que es el gran género fundador, que además fue el motor del periodismo, con el cual se evoca a detalle gran parte de la realidad. Por ello es que no cabía hacer sólo un almanaque”.
Con más de 30 mil libros vendidos de los volúmenes uno y dos, La ciudad oculta, es un proyecto editorial poco común que “gracias a la curiosidad y la necesidad de los mismos capitalinos por conocer su historia, ha logrado salir a flote”, finaliza el autor.