A pocos días de cumplirse el primer aniversario luctuoso del escritor mexicano Sergio Pitol (18 de marzo de 1933-12 de abril de 2018), la Academia Mexicana de la Lengua anunció la realización de un homenaje para honrar la memoria del Premio Cervantes 2005. La ceremonia se efectuará el próximo 9 de abril a las 19 horas, en la sala Manuel M. Ponce del Palacio de Bellas Artes.
A través de invitación digital, dio a conocer que la jornada estará a cargo de Margo Glantz, Adolfo Castañón y Felipe Garrido, quienes hablarán de la vida y obra del autor de El mago de Viena.
Los homenajes jamás serán suficientes. Y es que más allá de las declaraciones de la familia Demeneghi con respecto a la venta de la casa que en Xalapa habitó el literato, está la vigencia de un escritor que ha dejado un enorme legado, que se puede empezar a nombrar con la Trilogía de la memoria —El arte de la fuga (1996), El viaje (2001) y El mago de Viena (2005)—, o las infaltables Domar a la divina garza, El desfile del amor, La vida conyugal.
Pitol está presente en sus escritos. Y él mismo lo afirmaba: “No puedo describir una casa en la que no haya estado, ni un objeto que no haya visto alguna vez. Todo se mezcla al escribir. Comienzo siempre con una idea muy vaga. La trama nace en el momento en que empieza a desarrollarse el diálogo y lo dejo seguir por los conductos adecuados; pero en ese momento, en alguna parte de la memoria, se pone en movimiento todo el océano de imágenes alguna vez percibidas…
Todo flota ahí, como dentro de un caldero, y yo sólo elijo —crear es seleccionar— de una manera instintiva los elementos que voy requiriendo, un par de zapatos, el color de ciertas cabelleras, mientras las frases salen sueltas, libres, se entremezclan, hasta que advierto que la construcción ya está realizada y poco después pongo el punto, la fecha y el lugar en que el relato fue escrito”.
Como bien apunta Eduardo Celis en el prólogo de Sergio Pitol. Memoria, para el también traductor, en realidad la vida y su reflejo autobiográfico empezaron en el mismo momento en que se convirtió en aspirante a escritor.
No queda más que leerlo y releerlo, así como recordar lo que dejó para la posteridad en Elogio del lenguaje: historia de una pasión: “La literatura, como toda rama de la cultura, no conoce límites; su territorio es inconmensurable, y a pesar de todos los esfuerzos que se haga no se podrá conocer más que una porción minúscula de aquel inmenso espacio… En la novela, el lector tiene la posibilidad de viajar por el espacio —y también por el tiempo— y conocer el mundo y a sus moradores por su presencia física tanto como en su interioridad espiritual y psicológica”.