El pasado mayo, durante la Feria del Libro que año con año tenemos la fortuna de gozar, asistí a la presentación del libro Plaguicidas y Salud de las doctoras Lilia Albert y Alma Delia Viveros. La presentación, harto interesante debido al tema, permitió a los asistentes saber sobre la importancia de compuestos químicos que son de beneficio tanto para la alimentación como para la salud del hombre, pero que tienen efectos secundarios en otros organismos y el hombre mismo.
Dentro de éstos, particularmente los compuestos conocidos como organoclorados, son tema de uno de los capítulos en el que se explica el efecto que tienen sobre la reproducción de los organismos. Se calcula que estos compuestos, entre los que se encuentra el famoso DDT y el lindano, hicieron posible un incremento de más de 600 veces en la producción de varios cultivos (el maíz entre ellos) y eliminaron vectores de enfermedades importantes como el paludismo en el siglo pasado. Su uso permitió cosechas de calidad y mejoras en la salud sin evidenciar sus daños colaterales, al menos en un inicio.
Sin embargo, a finales de la década de los 1950 los observadores de aves en Estados Unidos previnieron sobre la reducción en los tamaños poblacionales de aves de presa. Después de algunos años, los estudios advirtieron sobre la presencia de derivados del DDT en los restos de huevos rotos durante el empollamiento de éstas. Este compuesto ocasionaba el adelgazamiento de la capa de calcio que se deposita en torno al óvulo fecundado y que genera el cascarón. En esas especies los cascarones no soportaban el peso de las madres empollando un huevo, por lo que al no existir pollos nuevos, las poblaciones iban en descenso.
Este hallazgo derivó en la prohibición del uso de los compuestos organoclorados y estudios más actuales definieron que su efecto en la reproducción de organismos dañinos también afectaba a otros que se alimentaban de restos contaminados por esos compuestos. Sus características moleculares hacen que estos compuestos presenten afinidad por los tejidos grasos, almacenándose en pequeñas dosis en los organismos que los consumen de manera no intencional. En el largo plazo afectan el funcionamiento de las vías fisiológicas hormonales asociadas a procesos reproductores. En el hombre se asocian a infertilidad, partos prematuros y desarrollo irregular del feto o del sistema reproductor. Es por ello que se reconocen como Compuestos Desorganizadores Endocrinos.
Desde ese tiempo se ha promovido el uso de otros compuestos plaguicidas que tienen efectos menos dañinos sobre los organismos y afectan en menor proporción la salud del hombre. Sin embargo, debido a su almacenamiento en el tejido graso, los primeros compuestos insecticidas han persistido en el ambiente a lo largo del tiempo aún sin ser utilizados en la actualidad ya que, los restos de materia orgánica en que se almacenan, siguen siendo consumidos por otros animales. También existe transporte en las corrientes de aire y en las marinas que los llevan a zonas lejanas.
En colaboración con expertos en su estudio de organoclorados, hemos llevado a cabo la medición de estos compuestos en tejidos de algunos organismos con el fin de conocer su presencia e importancia en el ambiente. Así, comparando con valores que las organizaciones de salud humana y ambiental definen como límites de un efecto dañino, hacemos diagnósticos de la salud ambiental de la fauna de Veracruz.
En bosques ribereños de los municipios de Xico, Teocelo, San Andrés y Coatepec, hemos capturado murciélagos del género Sturnira, los cuales son los dispersores de semillas más abundantes en estas zonas. La medición de los compuestos organoclorados en estos organismos indican que las cantidades que han acumulado son menos abundantes que las que se han medido en otras especies en otras partes del mundo. En las mismas localidades también medimos estos compuestos en ranas, y comparativamente su salud es menor que la de los murciélagos pues las concentraciones que almacenan son 10 veces mayores. Su vida cercana al agua y su alimentación a base de insectos, las hace más susceptibles a ingerir contaminantes. En ambos casos, sin embargo, la concentración promedio es 100 veces menor que aquellas concentraciones que causan la muerte en anfibios y ratones de laboratorio.
La comprobación de la presencia de compuestos organoclorados en los bosques ribereños sugirió que su medición en algunos de los suelos de ranchos ganaderos del municipio de Xico merecía atención. Las mediciones se realizaron en ranchos con bajo nivel de tecnificación y 0-25 vacas, 1-10 hectáreas de pastizales con 0-10 divisiones para rotación y que chapean su terreno. El control de malezas y parásitos se realiza entre 0 y 2 veces al año y producen, en promedio, menos de 12 litros de leche diarios. También trabajamos en ranchos tecnificados, con un hato de 30 a 50 cabezas vacunas, 6 a 20 ha. de pastizales con 10 a 30 divisiones para rotación del ganado. La mayoría cuenta con 1 a 5 ha. de superficie para pasto de corte o maíz. En cuanto al control de malezas y parásitos, aplican herbicidas una vez al año y desparasitan de 1 a 4 veces al año. Los principales parásitos externos (moscas del ganado en combinación con garrapatas) se controlan con insecticidas, cuya aplicación es muy frecuente (cada 20 o 30 días). Muy pocos trabajadores utilizan algún tipo de protección para su manejo y aplicación. Su producción diaria varía de 12 a 18 litros de leche en promedio. En ambos tipos de ranchos sus principales fuentes de agua son los manantiales y ríos.
Los trabajos mostraron que, dentro de un mismo rancho, diferentes zonas pueden presentar compuestos organoclorados en diversas concentraciones o estar ausentes. Por esta razón, las recomendaciones para su eliminación serían diferentes en cada porción del terreno. Pero, de manera interesante, sabemos ahora que las concentraciones medidas en estos ranchos son menores que las se han reportado para localidades de San Luis Potosí, Zacatecas, Michoacán y Morelos. Pero en el caso del DDT, las concentraciones que encontramos son unas 10 y 100 veces mayores que las medidas por otros autores en otros sitios de Latinoamérica.
Nuestro grupo de trabajo considera que el diagnóstico de la presencia y cantidad de estos compuestos y su ubicación geográfica permite definir el estado de salud de nuestros recursos y dirigir adecuadamente las soluciones cuando son necesarias. Estos resultados provienen de animales y ranchos que, en el Ordenamiento Territorial de Xalapa, publicado en abril pasado, se localizan en áreas clasificadas como de “protección de la naturaleza” o “producción animal” por lo que permiten diagnosticar tanto la salud de la fauna en las áreas naturales como la de los animales de producción que en ellos se encuentran. Los productores, tanto campesinos como ganaderos, deben informarse sobre los daños colaterales de los compuestos químicos organoclorados y de su correcto uso para el combate de plagas, a fin de disminuir el riesgo para su familia y para el mantenimiento del equilibrio ecológico. En general se recomienda disminuir al máximo el uso de estos compuestos y aplicar métodos de manejo integral de plagas.
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