Un programa de proporciones extraordinarias anuncia para hoy la Orquesta Filarmónica de Boca del Río, bajo la dirección de su titular, el eminente maestro Jorge Mester, y con el joven violonchelista norteamericano Julian Schwarz como solista. Es la jornada de cierre de la Primera Temporada 2019, dará inicio a las 20 horas y previamente, desde las 19 horas, se ofrecerá la acostumbrada charla de apreciación bajo la responsabilidad del autor de esta entrega periodística.
El programa se integra por Dos Gymnopédies de Satie, Schelomo de Bloch, Las fuentes de Roma de Respighi y Bolero de Ravel. En la segunda partitura se dará la presencia de Schwarz, quien regresa a Boca del Río y se confirma como consistente colaborador de Jorge Mester y del conjunto jarocho.
Schwarz, ganador absoluto en los concursos internacionales Schoenfeld de Hong Kong y de Música de Cámara Boulder (Colorado), ejecuta en un instrumento de importancia histórica: un violonchelo manufacturado en 1743 por el luthier italiano Gennaro Gagliano.
Contemplado como uno de los jóvenes virtuosos mejor dotados de su generación, Schwarz es originario de la ciudad de Seattle, hizo su debut a los 11 años de edad con la Seattle Symphony bajo la dirección de su padre, Gerard Schwarz, y de inmediato se le programó como solista en una gira por Estados Unidos con la Sinfónica de Radio de Moscú. Así dio inicio una trayectoria que le ha conducido hacia los más importantes centros musicales de la Unión Americana y con las mejores organizaciones orquestales.
Ha actuado en recitales para los festivales Casals de Puerto Rico, Rosenegg Castle de Steyr (Austria), National Arts Club, Musical Club de Hartford, Boulder Bach y Concerts of the Desert de Palm Springs. Frecuentemente se presenta con los violinistas Mark Peskanov y Frank Almond, así como con Palladium Chamber Players de San Petersburgo, Florida; es profesor en el Conservatorio de la Universidad de Shenandoah (Virginia), en la Juilliard School y el Eastern Music Festival de Greensboro.
De las notas al programa
El término “gimnopedia” (“Gymnopédie” en francés) describe unas festividades religiosas propias de la Esparta antigua y se supone que el compositor francés Erik Satie (1866-1925) optó por esa denominación para designar sus tres Gymnopédies para piano sólo en alusión a la danza practicada por jóvenes bailarines desnudos, misma que apuntaba a las nociones de ascetismo y austeridad relacionados con la civilización espartana.
El compositor terminó sus tres Gymnopédies hacia finales de 1888, y en 1896 su amigo Claude Debussy decidió orquestar dos de las mismas, que fueron estrenadas el 20 de febrero de 1897, en un concierto de la Société Nationale de Musique con dirección del suizo Gustave Doret.
Schelomo se traduce como “Salomón” y es una rapsodia hebraica para violonchelo y orquesta escrita por el compositor judío-suizo Ernest Bloch (1880-1959) en 1916, inspirado en el libro bíblico de Eclesiastés. Ideada inicialmente para barítono y orquesta, Bloch cambió de opinión al escuchar al violonchelista Alexandre Barjansky, a quien decidió dedicar su partitura. Schelomo se estrenó en Nueva York, en mayo de 1917 y se trata de la última de Bloch escrita en Europa antes de partir hacia Norteamérica.
En la misma asignó la voz de Salomón al instrumento solista, mientras que para la orquesta reservó una suerte de descripción de los ideales del rey y de su fastuoso entorno. La obra está dividida en tres secciones, que se interpretan sin interrupción.
Ottorino Respighi (1879-1936) nació en Bolonia y pasó la casi totalidad de su existencia en Roma, ciudad a la que dedicó sus más notables poemas tonales agrupados en un tríptico de formidable elocuencia sonora. Las fuentes de Roma es el primero de ellos. Alumno en San Petersburgo del maestro ruso Nikolai Rimski-Korsakov, ello explica su forja como el más formidable orquestador italiano del siglo pasado y en su obra encontramos la huella de un exquisito análisis visual, así como la intensa pasión por el arte antiguo. La obra que nos ocupa describe cuatro surtidores romanos a distintas horas del día: las fuentes de Valle Giulia al alba, Tritone por la mañana, Trevi al mediodía y Villa Medici al atardecer. Se estrenó en marzo de 1917 en el Teatro de Roma y, curiosamente, fue recibida con escaso entusiasmo de público y crítica.
Finalmente, Bolero de Maurice Ravel (1875-1937) se establece como una de las obras de la literatura sinfónica de mayor impacto popular. La bailarina rusa Ida Rubinstein había encargado a Ravel una pieza para ballet sobre música de Isaac Albéniz, pero los herederos del compositor español impusieron obstáculos y el maestro francés decidió trabajar sobre ideas personales.
El resultado fue una partitura insólita y del todo original, sobre la incesante reiteración de una sola frase rítmica y una melodía de sencillez obsesionante, todo desarrollado sobre lo que parecía, de entrada, un continuo e insoportable crescendo.
El ballet se estrenó en noviembre de 1928, en el Teatro de la Ópera de París. Como pieza complementaria en el programa —de “relleno”, diríamos hoy—, todos suponían que pasaría sin pena ni gloria. Pero su aceptación, totalmente absoluta e inesperada en aquella jornada se extiende hasta nuestros días.
Por todo lo anterior, nos permitimos sugerir a nuestros amables lectores esta jornada cultural para el esparcimiento familiar de fin de semana.