La serena resignación en la obra póstuma de Richard Strauss

Yvonne Garza y la Filarmónica de Boca del Río lograron una recreación estremecedora de las Cuatro últimas canciones

Jorge Vázquez Pacheco|Colaborador

  · miércoles 25 de septiembre de 2019

Yvonne Garza con Jorge Mester y la Filarmónica de Boca del Río|Cortesía

El pasado viernes 20 de septiembre, la Orquesta Filarmónica de Boca del Río interpretó la Sinfonía número 22 en Mi bemol mayor de Franz Joseph Haydn, la Sinfonía da Requiem de Benjamin Britten, Adagio y fuga, Koechel 546 de Wolfgang Amadeus Mozart y las Cuatro últimas canciones de Richard Strauss.

Con dirección de Jorge Mester, la jornada arrojó resultados por demás interesantes y en lo mismo se ha destacado la obra del maestro alemán nacido en Múnich, en 1864, con participación de la soprano mexicana Yvonne Garza. Después de su convincente recreación de las Cuatro últimas canciones de Richard Strauss, la cantante de Monterrey ha manifestado su sorpresa y satisfacción por los resultados de su incursión hacia Boca del Río.

En entrevista para Diario de Xalapa, Garza manifestó sus impresiones: “Encuentro una orquesta joven increíblemente disciplinada, con un director a quien reconocemos como toda una autoridad y un recinto de acústica perfecta”. La soprano deposita especial acento en su admiración hacia la escritura del maestro alemán, “tan hermosa como desafiante técnicamente”, que resulta en “un éxtasis estético al que se suman los impresionantemente hermosos textos”.

La obra póstuma de Strauss, de acuerdo con su apreciación, “mueve todos nuestros sentidos y ejerce una extraña aunque justificable conmoción emotiva. Mester es sencillo y accesible, su trabajo con la orquesta es magistral. Al terminar, dan ganas de pedirles que volvamos a interpretar lo mismo”, indicó.

Garza conjunta en su personalidad artística diversos rasgos interesantes. Una gran parte de su imponente proyección escénica se debe a su innegable atractivo físico. Es una mujer hermosa, ni duda cabe, que desde el primer momento captura la atención de los aficionados. Poseedora de hoja curricular interesante, la misma nos indica de su licenciatura en Música por la Columbus University y Maestría por la Universidad de Carolina del Norte, en Estados Unidos. Debutó en el Palacio de Bellas Artes al lado de Ramón Vargas con el rol de Inés en “La favorita” de Donizetti, así como en “La flauta mágica” de Mozart, al lado deFrancisco Araiza en el mismo teatro. Fue ganadora de Concurso Nacional “Carlo Morelli”, del Palm Beach Opera y, por tres años consecutivos, del concurso de la Asociación Nacional de Maestros de Canto de los Estados Unidos (NATS). Gracias a su brillante desempeño en los cursos impartidos por maestros de la Metropolitan Opera House, organizados por la SIVAM, fue invitada para cantar con Plácido Domingo en Washington y obtuvo una beca para los cursos en el Israel Vocal Arts de Tel Aviv.

Es poseedora de un repertorio amplísimo que incluye ópera, lied, oratorio, zarzuela y música orquestal. Alumna de cantantes como Diana Soviero, Mignon Dunn, Francisco Araiza, Justino Díaz y Renata Scotto, sus actuaciones como solista se han dado con destacadas orquestas bajo la dirección de Enrique Patrón de Rueda, Guido Maria Guida, Enrique Barrios, FernandoLozano, Anton Guadagno y Paul Nadler, entre otros. En el extranjero ha cantado con orquestas de Estados Unidos, Portugal, y Polonia.

La obra de Strauss

Después de sus formidables aportaciones a la música orquestal mediante su serie de poemas sinfónicos, así como a los renglones dela ópera, hacia el año de 1946 Richard Strauss sentía cercano el final de su existencia. Cuando los horrores de la Segunda Guerra Mundial tendían a disiparse, se fue a vivir a Suiza después de sufrir humillaciones por parte de militares alemanes de bajo rango.

Días difíciles aquellos que, sin embargo, permitieron al compositor iniciar su trabajo sobre la partitura que conocemos como “Vier Letzte Lieder” (Cuatro últimas canciones), considerada no solo como su testamento artístico; también es el último vestigio de un romanticismo avasallado del todo por las tendencias de vanguardia. Resulta casi natural que esta obra muestre una atmósfera crepuscular, una postración ante lo inevitable que nunca adquiere matices de terror o miedo. En lugar de ello, es una elegía esperanzadora y colmada de consuelo, engalanada además por los contornos sonoros que le confieren su naturaleza de “canto del cisne” en la productividad de este maestro.

El primer texto abordado fue el poema de Joseph von Eichendorff, “En el ocaso”, y todo indica que lo musicalizó tomando en cuenta las virtudes canoras de su esposa Pauline, quien poseía la capacidad para enunciar largas frases sin tomar aliento, así como una tesitura de extensión considerable que le permitía manejar adecuadamente graves y agudos.

Seguiría con los poemas de su amigo Hermann Hesse, hasta concluir el último en septiembre de 1948. Al pulir cada uno de forma independiente, sabemos que no era la intención de Strauss presentarlos como un ciclo de lieder. La idea fue de Ernst Roth, editor londinense quien tuvo también el buen tino de ubicar hacia el final el poema de Eichendorff.

Estas Cuatro últimas canciones son como un intenso y expresivo soliloquio que reúne no solo serenos anhelos; también la satisfacción por los logros cumplidos. El ciclo fue estrenado en el Royal Albert Hall de Londres, en mayo de 1950, ocho meses después de la muerte del compositor. Los intérpretes fueron la soprano noruega Kirsten Flagstad y la Philharmonia Orchestra, con dirección de Wilhelm Furtwaengler.