A lo largo de la historia del mundo han existido famosos amoríos que por su condición “adultera” se han mantenido, a pesar del tiempo, como grandes secretos a voces. La nueva novela de la escritora mexicana Beatriz Rivas, Voces en las sombras (Alfaguara, 2023), recupera dos de esas apasionantes historias, en las que el amor parecía no conocer límites, aunque tuviera que mantenerse oculto.
Se trata de las historias de Juliette Drouet y de Anne Pingeot. La primera, actriz y modelo, amante del máximo escritor romántico, Víctor Hugo, quien además fue su editora; la segunda, una destacada crítica de arte, que fue amante de François Mitterrand, quien llegó a ser presidente de Francia.
“Ellas son producto de su época y de sus circunstancias, a diferencia de muchas otras que superan su propio contexto. En cambio Juliette y Anne sí corresponden a lo que se esperaba de cada una de ellas en su momento. Son mujeres que le dan una gran importancia al amor, que no conciben su vida en soledad.
“Son dos personajes que me resultan interesantes porque, aunque ambas tuvieron que ver con las obras de sus amantes, nunca buscaron los reflectores”, explica Rivas, en entrevista con El Sol de México, previo a su participación en la Feria Internacional del Libro de Guadalajara.
SERES HUMANOS DE CLAROSCUROS
La novela, narrada de manera fragmentaria, en la que se entrecruzan los tiempos del presente, del siglo XIX y la década de los sesenta en París, relata el ficticio descubrimiento de ciertos parentescos que Anne Pingeot percibió en la biografía de la actriz Juliette, de la que tuvo noticia por un llamativo retrato en la casa de Víctor Hugo que hoy es un museo.
“Cuando hay personajes tan importantes como Víctor Hugo o Mitterrand, siempre hay misterios que nos hacen querer saber más de ellos. Es por eso que investigar y escribir sobre sus vidas nos hace verlos más humanos y darnos cuenta que todos somos de claroscuros y cometemos errores, que somos capaces de cosas maravillosas y también terribles injusticias”, afirma.
Algo que llama la atención en el libro son las constantes referencias a las cartas reales que se escribieron Vitor Hugo y Juliette Drouet; así como a un extraordinario libro-objeto, que en realidad era una especie de diario que François Mitterrand le dedicó a Pingeot y que causó revuelo al momento de hacerse público, entre la prensa y críticos literarios, por su calidad escritural, los cuales la autora investigó bien para la recreación de sus personajes.
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“Las acciones no trascienden realmente si no es por la palabra. Si no se hubieran escrito todas esas cartas, probablemente no sabríamos nada su historia más que de chismes. Hay una gran importancia en dejar todo por escrito, sin eso ni esta novela ni muchas biografías habrían podido ver la luz.
“Eso me hace pensar que muchas de las grandes historias que hoy se viven posiblemente se pierdan para los investigadores y los escritores, además de que los mensajes por WhatsApp, carecen de la belleza que tenían las cartas”, afirma Rivas, quien hace énfasis en la ironía con que jugó el destino con Mitterrand y Víctor Hugo, pues, mientras el primero fue un político que siempre quiso ser escritor, el segundo fue un escritor con una gran presencia política.