La novela Nadie nos vio partir de Tamara Trottner, lleva al lector por tres continentes: África en tiempos del Apartheid, Europa y América, igualmente convulsos, con sus conflictos locales, al tiempo que, explica la autora, "la protagonista va cambiando y modificándose con su entorno".
Basada en su propia vivencia: al día siguiente de su fiesta de cumpleaños, su padre la secuestró, la separó de su madre y la llevó a otro país, Nadie nos vio partir es protagonizada por Ana, una niña que observa con la inocencia de sus cinco años lo que sucede a su alrededor. A su edad, no es posible hacer juicios de valor. Y en la ficción, tampoco lo hace. "No juzgo a los personajes", advierte Trottner.
En la trama, parar vengarse de su esposa, un hombre secuestra a sus hijos y huye con ellos a distintos países; entonces, dos poderosas familias se enfrentan. "Algunas acciones de los personajes que podemos juzgar como malas, después nos damos cuenta que también tienen su razón de ser, no hay verdades absolutas. Ante los ojos de una niña, observando a las dos personas que más quiere en el mundo, le genera lo que quiero provocar en el lector, emociones viscerales".
"Como niños se nos permite ser vulnerables, pero como adultos ya como que no deberíamos serlo. Esta es la mirada de una niña de cinco años, pero también la de una escritora de 50, que decide plasmar la historia, con su visión. Todos somos vulnerables y se vale, estamos en este mundo viviendo una vida que nos vuelve vulnerables".
El libro no sólo refleja su experiencia, sino la pasión que la autora tiene por viajar. "Al moverte geográficamente por otros espacios, te vulneras, no hablas el idioma, no conoces la comida y tienes que recibir el aprendizaje con absoluta humildad. Si viajas como viajero y no como turista y te expones a los países en donde de repente no vas a saber qué pasa y te vas a perder, es increíble, sales de ese viaje transformada en otra persona, como pasa en la novela, que el texto mismo es un viaje".
Del género autoficción (acuñado en los años 70), inspirada en hechos reales, la novela ha acompañado a la autora durante la mayor parte de su vida. "Al ser una autoficción, no hay mucho qué investigar, porque es una vivencia que llevo en las entrañas. Empecé a escribir a los 16 años y la terminé 40 años después, ya con un doctorado en letras, un taller literario y lo llevé a la ficción, algunas vivencias son personales y otras noveladas, aunque en realidad empecé a hacerla mucho antes, con 7, 8 años, en el patio de la escuela. Les platicaba la historia a mis compañeritos y veía cómo se les abrían los ojos, se quedaban con el sándwich a medio morder, esperando a que siguiera; yo creo que eso me convirtió en escritora, darme cuenta del poder de la palabra para embelesar, para conquistar, para enamorar".