Producto de cuatro horas de una conversación de cantina surgió la novela “Conversación en La Catedral” de Mario Vargas Llosa, la cual cumple 50 años de su publicación y de ese paisaje retratado, uno de los elementos que prácticamente ya no existen son las dictaduras militares, además fue la obra más difícil de escribir de este prolífero peruano.
“Ya no hay afortunadamente esas dictaduras militares que están ene l corazón de la conversación de La Catedral, ahora hay dictaduras ideológicas, pero hay en general un rechazo muy amplio en América Latina de las dictaduras militares que en esa época” había prácticamente en toda América Latina.
En un salón repleto de lectores y aún afuera del salón, decenas de seguidores escuchaban atentos la narración del escritor peruano de esta obra y en donde dijo que esa dictadura militar tuco un efecto cataclismico “en mi generación” porque la dictadura dura ocho años desde 1948 siendo él un niño y después de ocho años ya eran hombres.
Indicó que originalmente su idea no era contar la historia del golpe militar sino mostrar los efectos de la dictadura en la vida no política de Perú, cómo cambió la relación en el seno de las familias, como los peruanos vivían en esa época en la que “la universidad era una caricatura de institución” porque un año antes había estallado una huelga estudiantil que fue reprimida y hasta profesores presos, desparecidos, en el exilio. “Era un clima de inseguridad, sospechas ya que la dictadura tenía inscritos alumnos” que servían de informantes.
Por eso “si tuviera que salvar a uno de mis libros”, sin duda “sería Conversaciones de la Catedral, porque fue la que más trabajo me costó, tarde tres años en escribirla y el primero no sabía ni la estructura, escribía episodios sí”, la escribió en la obscuridad literaria sobre cómo incluir los capítulos en una estructura y “fue la que me saco las cañas que tengo”, lo que provocó la risa de todos los presentes.
Fue catalogado como uno de los mejores libros que ha escrito y “todas las novelas que he escrito la que más trabajo me ha costado, pero creo que en ninguna he trabajado, al principio del primer año estaba en la obscuridad y no sabía cómo estructurarla, se tenían ideas y sin tener una idea de cómo engarzar todos esos episodios”.
Pero un día “se me ocurrió que fuera un árbol de conversaciones, una conversación que primero va a aparecer y desaparecer, una conversación de un joven periodista decepcionado de la situación de su país y un antiguo chofer de su padre”, así recordó parte del proceso de creación de esta novela que cumple 50 años de su publicación.