“Nunca llegué a ser amigo de Borges, creo que era difícil ser su amigo”, ataja Mario Vargas Llosa sobre uno de los autores que lo influyeron a temprana edad. “Es muy claro –insiste- que el mundo de Borges no es mi mundo”.
Justo en esa distancia literaria el Premio Nobel de Literatura 2010 sembró una admiración profesional hacia el novelista argentino. Una reverencia, confiesa el propio autor peruano, entre colegas convertida en una relación literaria de más de 50 años.
Desde el primer acercamiento de Vargas Llosa, aun siendo un escritor novato, a la literatura de Jorge Luis Borges, la conexión fue avasalladora a pesar de tener ideales distintos. El primero encaminado hacia la narrativa realista como una lucha política-social y el segundo por la fantástica más ensimismada.
Esa admiración hoy se concreta en el libro “Medio siglo con Borges” (Alfaguara) que Vargas Llosa presentó en el Hay Festival Digital durante una charla con Raúl Tola. Se trata de una compilación de cuentos, ensayos, crónicas, entrevistas e incluso intentos de poesía que el también autor de Conversación en la Catedral escribió a lo largo de 50 años sobre uno de sus primeros escritores favoritos de Latinoamérica.
“Reconociendo que es una obra muy lejana, distante de mi propia obra literaria que es más realista, un realismo que no es costumbrista, sino un realismo que acepta todas las dimensiones de la realidad, incluso la fantástica, la de Borges me impactó desde joven. Yo soy distinto a Borges, pero no me impide admirarlo y reconocer en él a un escritor extraordinario, fuera de serie y que ha hecho por la lengua, el español, una revolución sin precedentes”, refiere el autor galardonado con el Premio Cervantes y el Princesa de Asturias, entre otros.
Vargas Llosa confesó que leyó muy joven a Borges por recomendación de otros amigos en una época en que la literatura debía cumplir un rol social. Entonces le molestó que las obras del autor de Aleph no fueran militantes ni siquiera interesadas en entender la política de su propio país inserto en una dictadura. Pero rápidamente reconoció la belleza del lenguaje de quien escribía al dictado, sin mirar.
“Su memoria era prodigiosa, su memoria literaria. Todo el mundo de Borges era muy insólito, muy sorprendente sobre todo en un escritor latinoamericano. Porque en esa época la idea de los escritores latinoamericanos era una idea muy primitiva, de pistoleros, revolucionarios y dictaduras, entonces que una persona tan refinada, intelectual y con un conocimiento universal como él lo era, sorprendió a todos, incluso a mí”, insiste.
El libro se integra por una colección de artículos y notas que dan testimonio de más de medio siglo de lecturas hechas por Vargas Llosa sobre Borges. Incluso relecturas que a decir del autor de La fiesta del chivo nunca lo han decepcionado aún con el paso del tiempo.
Fueron pocas las veces que Vargas Llosa se reunió con Borges, pero recuerda una a propósito de una entrevista en 1983. Le sorprendió su modesto departamento, pero más que en su biblioteca no hubiera un solo libro de su autoría. Al cuestionarlo por qué no conservaba un ejemplar suyo, Borges respondió que no podría compararse con Shakespeare o Cervantes.
De ese encuentro, el entonces joven periodista destacó una gotera en el techo del departamento que como reloj suizo caía sobre un bote a mitad de recibidor: “Borges jamás me perdonó que yo hubiera mencionado esa gotera en la entrevista publicada”, recuerda entre risas Vargas Llosa.
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