La Generación Beat fue la responsable del cambio de mentalidad y libertad generacional en Estados Unidos. Dio el toque de alerta en contra del conservadurismo y la aprehensión que los estadounidenses vivían luego de la Segunda Guerra Mundial.
A finales de los cuarenta surgió aquel grupo de muchachos que no se rendían ante la costumbre de "ser así" o del orgullo engañoso del "American way of life" que encierra entre barrotes una forma única e introspectiva de ser individual y social. La Generación Beat no se conformaba con estar, quería ser.
Jack Kerouac dio nombre al impacto de aquellos muchachos irredentos e irreverentes. Pero junto con él estaban otros más que serían parte del ideal de libertad a toda costa. El ideal en el que se desgranaban las locuras, las pasiones, las emociones y el gusto por mostrarse en sus propias convicciones.
A este grupo así denominado pertenecieron los hoy símbolos de su tiempo. Y su herencia cultural aún persiste. Jack Kerouac, William S. Burroughs, Allen Ginsberg, Lucien Karr, Neal Cassady y más.
Ya esbozamos aquí mismo a Jack Kerouac. Pero ¿y qué tal William Burroughs? Una locura que pasó por todo: drogas, alcohol, homosexualismo, homicidio y, al final, su propia redención.
Es el autor de “El almuerzo desnudo” otra de las obras insignia de la creación Beat. Se llamaba William Seward Burroughs. Nació en San Luis Missouri, EUA., en 1914 y murió en Kansas en 1997. Venía de una familia con bastantes recursos, los fabricantes de aquellas máquinas registradoras: “Burroughs”, lo que durante mucho tiempo y por circunstancias diferentes fue de gran ayuda para sacarlo de graves problemas legales.
Hizo sus estudios en la Universidad de Harvard y fue un escritor tardío, pues es hasta los años cincuenta cuando comienza su producción literaria formal con “Yonqui”.
Era desordenado, insoportablemente dependiente de su familia opulenta, rebelde en contra de aquel estatus, el mismo del que se beneficiaba, y fue sobre todo, el espíritu réprobo de aquella Generación. Uno de los pilares de la contracultura estadounidense.
Una noche de agosto de 1944, Lucien Carr –integrante de La Generación Beat- dio muerte a David Kammerer. Un guía de boy scouts que era homosexual y que estaba obsesionado por él. Carr acudió en apoyo de sus amigos Kerouac y Burroughs: Todos de apenas unos veinte años, aunque Kammerer tenía treinta y cinco y Karr 17.
Burroughs le instó a entregarse a la policía, pero no informó a las autoridades. Kerouac pasó todo el día con su amigo y finalmente lo convencieron de que se entregara. Lo hizo, fueron a la comandancia y fue detenido, pero también Kerouac “por encubridor”.
Burroughs también estuvo detenido por encubrimiento pero salió pronto gracias al apoyo legal y los recursos de su familia. Karr estuvo dos años en la cárcel de la que salió porque cuando ocurrieron los hechos aún era menor de edad y profesores suyos declararon a su favor. Kerouac salió luego de casarse por primera vez, para obtener recursos de su novia.
Burroughs, Guillermo Tell y muerte en la Ciudad de México
El hecho marcó para siempre la obra de Burroughs, y su vida. Aun así, siete años después, en México, en 1951, en una noche de locura, alcohol, drogas, junto con su esposa, ebrios los dos, quisieron imitar la osadía de Guillermo Tell…
… Ella se puso un vaso en la cabeza en tanto que Burroughs utilizó una pistola para apuntar al vaso. Erró el disparo y mató a Joan Vollmer Adams, su mujer. Fue detenido y llevado a la Comisaría. Estuvo preso por trece días. Con ayuda legal de su familia pudo salir gracias a “la dispersión de recursos” que hicieron.
Estuvo varias temporadas largas en México. Vivió en la calle Orizaba 210, en la colonia Roma. Y fue, luego de aquella tragedia, que decidió dedicarse de manera formal a la literatura. Y fue en esa casa, precisamente, en donde escribió otro ícono de la literatura Beat: “El Almuerzo desnudo”.
‘Es un descenso a los infiernos de la droga y una denuncia horrorizada y sardónica, onírica y alucinatoria de la sociedad actual, un mundo sin esperanza ni futuro. Burroughs dispara sus flechas contra las religiones, el ejército, la universidad, la sexualidad, la justicia corrupta, los traficantes tramposos, el colonialismo, la burocracia y la psiquiatría representada por el siniestro Dr. Benway, el gran manipulador de conciencias, el experto en control total. Un libro de una gran belleza, con un salvaje y mortífero sentido del humor, tan imperturbable e implacable.’
Eso es. De un modo distinto a La Divina Comedia, es un descenso a los infiernos. Los externos, pero sobre todo los infiernos interiores, los más dolorosos como irresolubles:
“El Jefe de Policía es un chino que se escarba los dientes y oye las denuncias presentadas por algún lunático. De vez en cuando, el chino se saca el palillo de la boca y observa la punta (…) Detrás de ellos, a través de puertas abiertas, mesas y reservados y barras, y cocinas y baños, largas hileras de camas metálicas con parejas copulando, retículas de un millar de hamacas, yonquis poniéndose el torniquete para un chute, fumadores de opio, fumadores de hashish, gente comiendo, hablando y bañándose en medio de una nube de humo y vapor.” (“El almuerzo desnudo”)
“Yonqui” o “Queer” (‘Marica’), su primera obra, se publicó hasta 1985, luego del gran éxito de “El almuerzo…” Y muchas más de sus obras, así como populares, como irreverentes, de principio a fin.
Burroughs vivió en México. Le gustaba estar en México aunque repudiaba muchas de sus cosas. Pero era un lugar en el que, declaró muchos años más tarde, se sentía a gusto. Vino para estudiar dialectos nativos y a buscar droga. Dijo que cuando vino por primera vez a este país sabía muy poco de la escritura –en el sentido artístico-, pero aquí pudo desarrollarse por completo.
Aun después de la tragedia con su segunda esposa, regresó a México. Quería sentirse fuera de su propio mundo y buscaba aquí el inframundo del alcohol, el sexo, las drogas…
El Aullido de Allen Ginsberg
Allen Ginsberg es otro miembro dilecto de La Generación Beat. A diferencia de los anteriores, presuntamente menos ruidoso, pero nunca menos lleno de talento poético. Su obra: “Aullido” es uno de los grandes poemas escritos en Estados Unidos. Un reclamo. Un rechazo. Una agresión verbal al mismo tiempo que la urgente necesidad de ayuda. Un ‘aullido’ que se escucha en la noche plácida, que inquieta, que rechaza…
“He visto las mejores mentes de mi generación destruidas por la locura, hambrientas histéricas desnudas”.
De ascendencia rusa, Ginsberg nació en Newark, EUA en 1926 y murió en Nueva York en 1957. Era un rebelde por naturaleza. Iconoclasta consumado se opuso a las guerras, criticó la fuerza destructiva del capitalismo estadounidense y, sobre todo, la conformidad de los estadounidenses.
Ingresó a la Universidad de Columbia pero lo expulsaron. La ganancia fue que ahí conoció a Jack Kerouac y a William Burroughs en una amistad que duraría toda la vida. Poeta desde entonces, en aquella etapa aún estaba influido por el modernismo y el romanticismo, pero pronto capturó la cadencia del jazz que imprimiría en su obra. Admiró a William Blake, Walt Whitman y a Federico García Lorca, así como a William Carlos William: todos ellos esencia poética.
Cuando publicó “Aullido” causó una gran polémica nacional en su país. Irreverente. Grosero. Cínico. Audaz. Irrespirable. Sucio. Pero una obra de arte máximo. Todo ahí: pero era a fin de cuentas el retrato de una forma de vida estadounidense y de una época en el mundo.
Al prólogo de una edición de “Aullido” William Carlos Williams escribió:
“¡Levántense las faldas del vestido, señoras, porque vamos a cruzar el infierno!”…
“¡La máquina de escribir es santa el poema es santo la voz es santa los oyentes son santos el éxtasis es santo! ¡Santo Peter santo Allen santo Solomon santo Lucien santo Kerouac santo Huncke santo Burroughs santo Cassady santos los desconocidos locos y sufrientes mendigos santos los horribles ángeles humanos! ¡Santa mi madre en la casa de locos! ¡Santas las vergas de los abuelos de Kansas!”
Falta mucho a lo ya tanto escrito de La Generación Beat. Una generación loca, dolorosa, sola, mordaz, agresiva y a contracorriente. Pero también una generación necesaria que nos hace recordar la esencia humana, sus hedores y sus pulsaciones. Una generación que nos puso en la tierra y que aún tiene mucho que decirnos, desde el infierno.
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