“Arropado por sus propias palabras”, así se fue el escritor Ignacio Solares, quien falleció a los 78 años, el pasado 24 de agosto, y este viernes es velado en la Ciudad de México. De este modo lo describe José Gordon, quien fue amigo del autor por más de 40 años y coescritor, junto a éste, del libro El novelista invisible.
Gordon, escritor y divulgador de la ciencia, define los últimos momentos de Solares, como “un acto de justicia poética”.
Autor de diversos libros de ficción y novela histórica, así como de obras de teatro, crónicas y ensayos, además de artículos en diversas publicaciones culturales, Ignacio Solares fue uno de los escritores nacionales más reconocidos del país, con premios como el Xavier Villaurrutia de Escritores para Escritores, el Premio Nacional de Periodismo y el Nacional de Ciencias y Artes, que le fue concedido en 2022.
Registro de claroscuros
En entrevista con El Sol de México, José Gordon explica que la obra de Ignacio Solares, se caracteriza por “registrar los claroscuros de la vida”, sin dejar de apreciar su “búsqueda de lo sagrado”, así como de un elemento no tan común en la literatura mexicana: “la ternura”, apunta.
“Él supo escribir de las partes más íntimas, que a veces dejamos de lado cuando nuestra atención se enfoca nada más en externalidades, sin en verdad tocar lo que es la vida en su plenitud. Es decir, los mundos externos y los internos, así como sus vasos comunicantes, las pesadillas, sueños y fantasmas que nos habitan a todos, y el modo en que estos elementos marcan nuestros destinos”, explica Gordon.
Además, destaca la capacidad de discernimiento de Solares ante temas sórdidos de la vida, en sus libros de cuentos y en novelas como No hay lugar, en la que indagó en las relaciones entre la vida y la muerte o Madero el otro, que se sumerge en la vida íntima y espiritual del gran revolucionarios; pero también en su trabajo periodístico, como fue en su extensa crónica Delirium tremens, en el que el maestro ahora ausente documentó los efectos del alcoholismo.
“Con su mirada curiosa y atenta descubrió lo que podríamos llamar una trascendencia descendente. Cuando vamos hacia a los infiernos, al tocar fondo, en los abismos, a veces se atisba lo sagrado. Esta búsqueda de lo sagrado, también se dio en la búsqueda del ascenso que él encontraba en autores como William Blake o Aldous Huxley, quien planteaba que si se limpiasen las ventanas de la percepción veríamos la realidad como es, infinita”, afirma Gordon, quien comparte que ambos tenían en común un gusto por el escritor polaco Isaac Bashevis Singer, quien como Solares “no podía dejar de ver el infierno, pero tampoco podía dejar de ver el cielo”.
Salida de novela
Sin dar detalles de las causas del deceso de Ignacio Solares, Gordon asegura que la partida de este escritor, ocurrió con cierta armonía, rodeado de su familia y consciente del reconocimiento de su vida, pero también de su obra y de su labor diaria con la cultura, en la edición de publicaciones como Revista de Revistas, en la que fue jefe de redacción bajo la dirección de Vicente Leñero; o, con el mismo cargo, de la revista Plural, que encabezaba el poeta Octavio Paz.
“Me consta que Nacho Solares, pudo conocer en vida, sobre todo en estos últimos días, cómo la gente valoraba, tanto a él como a su obra. Él, de alguna manera, tuvo una muy profunda reconciliación con todo lo que ha sido su historia, su vida y sus búsquedas. Su partida de este mundo fue una salida de novela, como justicia poética fue algo impresionante”.
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Así lo relata el escritor, quien asegura que antes de partir Ignacio Solares fue “arropado por sus propias palabras”, pues su esposa Myrna Ortega le leyó un fragmento de su novela No hay lugar, en la que el autor reflexionó sobre las cosmovisiones que tienen las comunidades de la Sierra Tarahumara, y que versa de este modo: “Flotas en ese gran río liso y silencioso que fluye con tanta serenidad...Y hacia esa paz estás flotando ahora".