/ sábado 25 de noviembre de 2017

Lamenta Carrére que el premio FIL ya no lleve el nombre de Juan Rulfo

Al hablar de su experiencia como escritor señaló que empezó a escribir como autor de ficción y a medio camino dio un giro a lo que denominó la no-ficción

Guadalajara, Jal. (OEM-Informex).- “Estoy un poco triste porque este magnífico premio ya no lleva el nombre de Juan Rulfo”, así inició su mensaje el ganador del Premio FIL 2017 en Lenguas Romances, Emmanuel Carrère, quien agradeció que lo hayan llevado a la lista de tan prestigiado premio, lista en la muchos de “mis escritores preferidos” están, es decir aquellos que se leen y releen, que nos acompañan, que nos animan cuando uno se queda sin ideas.

 

“A propósito, debo confesar que estoy un poco triste porque este magnífico premio ya no lleva el nombre de Juan Rulfo. Porque Pedro Páramo y El llano en llamas, que descubrí cuando tenía unos veinte años, han sido de las experiencias más fuertes en mi vida de lector. Libros mágicos, libros intensos, libros misteriosos como la carrera de su autor”, indicó.

 

El escrito francés agregó que “cualquier escritor no puede menos que sentir fascinación y a la vez envidia del contraste entre la brevedad de la obra –dos libros bastante exiguos– y su poder de irradiación. Porque eso es lo que cuenta, creo: no la abundancia de una obra, no su ambición, ni siquiera su perfección, si es que esto existe, sino esa cosa misteriosa e imposible de explicar que es el poder de irradiación”.

 

Al hablar de su experiencia como escritor señaló que empezó a escribir como autor de ficción y a medio camino dio un giro a lo que denominó la no-ficción. “Comparemos con el cine. En el cine las cosas son claras. Por un lado hay películas de ficción, que la mayoría de la gente llama ´películas´ a secas. Y por otro lado están las películas documentales. Por mi parte, he hecho de las dos. La segunda, a mi parecer, es mejor que la primera. En ese caso se puede decir que la frontera entre la ficción y el documental es permeable. Se puede decir que muchos buenos cineastas se mueven en esta frontera como Charlie Chaplin al final de una de sus películas más bellas: con un pie de un lado, un pie del otro, y los aduaneros persiguiéndolo en ambos lados”.

 

Tras lo cual se preguntó que en la literatura cuál sería ese equivalente a lo que respondió que no la hay, sin embargo “creo que hay uno, muy simple también: son los nombres propios. Los personajes que tienen nombres imaginarios, inventados por el autor, sin correspondencia con la realidad son personajes ficticios. Es posible hacer que digan o piensen lo que uno quiera. Es prerrogativa del novelista: tiene acceso ilimitado al interior de sus creaturas, porque son sus creaciones, y no tiene ninguna responsabilidad ante ellas”.

 

Pero si el escritor pinta un personaje real y elige utilizar su nombre verdadero, corre el riesgo de que ese personaje proteste si algo no le gusta y “si fuera el caso, hasta podría demandar al autor judicialmente”.

 

Indicó que el asunto de los nombres reales parecía algo sin importancia, pero eso define dos relaciones radicalmente diferentes entre el libro y la realidad que describe o afronta. “Un autor de ficción es el amo absoluto. La realidad del libro es su realidad interior. Mientras que un autor de documentales o, si se prefiere, de no-ficción, arriesga a someterse a lo que la realidad exterior implica en términos de imprevisibilidad y de potencialidad peligrosa. Por mi parte, he escrito cinco libros corriendo ese riesgo”.

 

Dijo que en algunos libros los personajes reales eran los nombres de sus amigos y en algunas ocasiones no, pero a ellos les dio a leer los libros antes de su publicación, a otros no. “Algunos se sintieron muy agradecidos, otros me odiaron. He tenido suerte hasta ahora: nadie me ha demandado, nadie ha querido golpearme”.

Guadalajara, Jal. (OEM-Informex).- “Estoy un poco triste porque este magnífico premio ya no lleva el nombre de Juan Rulfo”, así inició su mensaje el ganador del Premio FIL 2017 en Lenguas Romances, Emmanuel Carrère, quien agradeció que lo hayan llevado a la lista de tan prestigiado premio, lista en la muchos de “mis escritores preferidos” están, es decir aquellos que se leen y releen, que nos acompañan, que nos animan cuando uno se queda sin ideas.

 

“A propósito, debo confesar que estoy un poco triste porque este magnífico premio ya no lleva el nombre de Juan Rulfo. Porque Pedro Páramo y El llano en llamas, que descubrí cuando tenía unos veinte años, han sido de las experiencias más fuertes en mi vida de lector. Libros mágicos, libros intensos, libros misteriosos como la carrera de su autor”, indicó.

 

El escrito francés agregó que “cualquier escritor no puede menos que sentir fascinación y a la vez envidia del contraste entre la brevedad de la obra –dos libros bastante exiguos– y su poder de irradiación. Porque eso es lo que cuenta, creo: no la abundancia de una obra, no su ambición, ni siquiera su perfección, si es que esto existe, sino esa cosa misteriosa e imposible de explicar que es el poder de irradiación”.

 

Al hablar de su experiencia como escritor señaló que empezó a escribir como autor de ficción y a medio camino dio un giro a lo que denominó la no-ficción. “Comparemos con el cine. En el cine las cosas son claras. Por un lado hay películas de ficción, que la mayoría de la gente llama ´películas´ a secas. Y por otro lado están las películas documentales. Por mi parte, he hecho de las dos. La segunda, a mi parecer, es mejor que la primera. En ese caso se puede decir que la frontera entre la ficción y el documental es permeable. Se puede decir que muchos buenos cineastas se mueven en esta frontera como Charlie Chaplin al final de una de sus películas más bellas: con un pie de un lado, un pie del otro, y los aduaneros persiguiéndolo en ambos lados”.

 

Tras lo cual se preguntó que en la literatura cuál sería ese equivalente a lo que respondió que no la hay, sin embargo “creo que hay uno, muy simple también: son los nombres propios. Los personajes que tienen nombres imaginarios, inventados por el autor, sin correspondencia con la realidad son personajes ficticios. Es posible hacer que digan o piensen lo que uno quiera. Es prerrogativa del novelista: tiene acceso ilimitado al interior de sus creaturas, porque son sus creaciones, y no tiene ninguna responsabilidad ante ellas”.

 

Pero si el escritor pinta un personaje real y elige utilizar su nombre verdadero, corre el riesgo de que ese personaje proteste si algo no le gusta y “si fuera el caso, hasta podría demandar al autor judicialmente”.

 

Indicó que el asunto de los nombres reales parecía algo sin importancia, pero eso define dos relaciones radicalmente diferentes entre el libro y la realidad que describe o afronta. “Un autor de ficción es el amo absoluto. La realidad del libro es su realidad interior. Mientras que un autor de documentales o, si se prefiere, de no-ficción, arriesga a someterse a lo que la realidad exterior implica en términos de imprevisibilidad y de potencialidad peligrosa. Por mi parte, he escrito cinco libros corriendo ese riesgo”.

 

Dijo que en algunos libros los personajes reales eran los nombres de sus amigos y en algunas ocasiones no, pero a ellos les dio a leer los libros antes de su publicación, a otros no. “Algunos se sintieron muy agradecidos, otros me odiaron. He tenido suerte hasta ahora: nadie me ha demandado, nadie ha querido golpearme”.

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