La anatomista y antropóloga forense Sue Black lleva más de 30 años especializada en la ciencia forense, hecho que la ha llevado a colaborar con las autoridades en la identificación de cuerpos en zonas de guerra como Irak y Kosovo, o en zonas de desastres naturales, como el tsunami en Tailandia.
Este camino la ha llevado a aprender sobre el cuerpo humano, y sobre su labor en particular, que plasmó en un libro titulado Todo lo que queda, con el cual busca mostrar a los lectores el verdadero rostro de su profesión.
“Nunca sabes en una investigación policial, qué tanto de un cuerpo vas a encontrar, puede ser que sea el cuerpo completo o simplemente una parte. La pregunta es si sólo se te presenta una parte, qué podrías descifrar”, comentó. “Lo único que tienes es este pequeño segmento, qué te dice sobre la persona que murió, pero si también te puede decir algo de cómo perdió la vida”.
A lo largo de su libro, la británica comparte algunos de los casos que ha trabajado en su carrera. Lejos de imprimirles un toque aterrador, la narración se desarrolla de manera amena, e incluso con un poco de humor, con la finalidad de resaltar el lado humano de su trabajo.
Sin embargo, reconoce que pese a todo el aprendizaje que ha tenido, los obstáculos que existen en ocasiones para identificar o ubicar los restos, siempre resultan la parte más complicada y triste de su labor, especialmente cuando deben rendir cuentas a las familias.
“Nunca tienes buenas noticias que darles”, explica. “Cuando dices sé que mi hijo o mi madre está muerta, pero no podemos encontrar el cuerpo, a veces eso se siente durante décadas. Se mantiene su vida en pausa, y eso es terrible”.
Ficción lejana a la realidad
Sue mencionó que si bien la literatura se ha mantenido más apegada a retratar el ejercicio forense con más fidelidad, la televisión no ha cumplido al cien por ciento con esta tarea, pues se enfoca más en la parte de entretenimiento.
En su faceta como docente ha observado cómo a raíz del éxito de series de investigación, se han acercado más estudiantes para especializarse en ese campo, por lo que espera su libro los acerque más a la realidad del trabajo, y puedan tomar una decisión más informada.
“A veces cuando llegan alumnos nuevos, se sorprenden mucho al ver que deben saber mucha ciencia, y no se explican por qué deben entender estadísticas y fisiología”, señaló entre risas.
Asimismo, agregó que incluso el público en general se ha influenciado por esa idea, llegando a entorpecer los procesos judiciales. “Cuando ese miembro de la audiencia forma parte de un jurado en un caso criminal, piensan que somos terribles científicos porque en la televisión puedes tener una muestra de ADN en 10 minutos, y a nosotros nos toma entre una semana y un mes”.
La familia que la marcó
Uno de los casos que marcó su carrera fue el de una familia entera, compuesta por 12 personas, que sufrió un atentado en Kosovo, dejando como único sobreviviente al padre. La autora narró que el hecho se dio mientras realizaban un trayecto a bordo de un tractor, y unas granadas alcanzaron al trailer donde viajaban sus ocho hijos, su esposa, su hermana y su madre.
“Él recibió un disparo en la pierna, pero logró salirse y refugiarse en la parte de abajo. Sabía que no podía dejar su escondite porque sería asesinado, pero tampoco quería dejar las partes del cuerpo de su familia expuestas, porque había perros salvajes. Entonces cuando se oscureció, cavó un hoyo para enterrarlos, y nosotros llegamos un año después a exhumar los restos”.
Según explicó, la autorización del hombre para llevar a cabo el análisis se dio porque, en su religión, cada persona debía tener una tumba propia con su nombre para poder ser encontrados por su dios.
Ante ello, su labor consistió en separar los restos que les fuera posible, para así identificar a cada uno y colocarlo en una bolsa independiente, para que pudieran ser sepultados. Este caso no sólo le representó un gran impacto a nivel humano, sino que fue clave para la realización del libro que en ese momento estaba escribiendo, sobre anatomía infantil (Developmental juvenile osteology).
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Con todo este bagaje de experiencias, Sue Black ha aprendido que lo más importante en la vida no son las cosas materiales, sino el estar con nuestros seres queridos. Por ello, hizo un llamado a sus lectores para apreciar más ese lado.
“Para mí las personas y la familia son lo más importante, lo demás no lo es tanto. Nadie va a llegar a sus últimos días y desear haber pasado más tiempo trabajando, siempre van a anhelar haber estado más cerca de la gente que aman. Nunca debes dejar de decirles a quienes amas cuánto te importan”, finalizó.