“No es un cliché decir que el arte es sanador. Su poder, incluso, va más allá, pues pude devolverle su dignidad a una persona privada de su libertad”, expresa en entrevista Thania Mariela García Carrión.
Originaria de Xalapa, la licenciada en Teatro y maestra en Artes Escénicas por la Universidad Veracruzana, opina que hace falta mucho trabajo para que en México se pueda hablar de reinserción social. En el proceso sistemático de acciones orientado a favorecer la integración a la sociedad de una persona que ha sido condenada por infringir la ley penal, opina, las artes deben tener un lugar especial.
- Te puede interesar: Teatro y público, unidos en la necesidad del convivio: Especialistas
Thania habla por lo que le ha tocado ver, pues ha llevado talleres de artes escénicas a adultos del Centro de Readaptación Social de Pacho Viejo y a adolescentes en conflicto con la ley de Palma Sola. Además, entre sus proyectos cercanos ya aprobados, próximamente continuará su labor en una de las tres priones militares del país.
¿Pero qué encuentra en estos lugares?
Antes de entrar halla prejuicios y estigmas, incluso cuestionamientos sobre por qué quiere trabajar teatro penitenciario. Sin embargo, contundente, enfatiza que todos merecemos una segunda oportunidad y, aún más, nadie está exento de poder pisar la cárcel.
“En los reclusorios observo cuerpos oprimidos, rígidos, con tensión y con escrituras, como tatuajes, cicatrices. Todo el cuerpo habla. También veo algunas miradas retadoras, directas y otras evasivas”.
Con actividades escénicas, acondicionamiento físico y trabajo en equipo, menciona que los cuerpos poco a poco se empiezan a soltar y a recuperar su libertad, a partir del recuerdo corporal, con una mejora en la expresión de sus emociones y en la convivencia en el espacio carcelario.
“Porque las artes escénicas pueden ser un medio para ver el mundo de distinta manera”, expresa para luego afirmar que se puede ser feliz con lo básico, que no necesitamos tantas cosas para poder valorar nuestra libertad y nuestra vida.
Sobre los señalamientos y hasta ser juzgada por su contacto con personas privadas de su libertad, “personas malas”, dice que falta ampliar la perspectiva y recordar que hay algo más allá de los pensamientos dicotómicos, de lo que es bueno y lo que es malo, los que es adentro y afuera.
“El teatro me ha enseñado a abrir la perspectiva y trabajar desde un pensamiento complejo. No ver las cosas dicotómicas sino como una amplitud de posibilidades”.
El teatro, la danza y el performance ya no le son suficientes a la artista para alcanzar sus objetivos. Por eso ahora también tiene acercamiento a la sociología, psicología y derecho. Su metodología es la transdisciplinariedad.
Actualmente, además de teatro penitenciario, se desarrolla como promotora cultural y coordinadora de actividades en el Teatro J.J. Herrera. Investiga también sobre derechos humanos y la complejidad que existe en el sistema penitenciario.
Es su interés ahondar en el porqué de la tortura, los tratos crueles e inhumanos y degradantes que a veces sufren las personas privadas de su libertad. Puntualiza que su objetivo con esta población no es ayudarla sino acompañarla en el proceso en el cual cumple su sentencia para poder brindarle herramientas, las cuales le pueden ser útiles para cuando sea libre y pueda llevarlas a cabo en otros contextos.
“Hay que entender que las artes escénicas forman parte de nuestra cotidianidad. Son parte del ser humano y dan oportunidad de tener libertad”.
Thania García, quien tiene 32 años de edad, invita a otros actores, colectivos, gestores o personas en otras líneas de trabajo se sumen a la idea de que es posible una reinserción social. “Que dejen de ser esfuerzos individuales aislados y se crezca en beneficio de un bien común”.