En México, las organizaciones comunitarias que trabajan por la cultura han sido olvidadas, expresa el gestor cultural y director del grupo Los Cojolites, Ricardo Perry Guillén.
En visita a Xalapa, el también director del Centro de Documentación del Son Jarocho, con sede en Jáltipan, celebra la efervescencia de una gran cantidad de personas por abonar a la cohesión social desde la actividad comunitaria y el arte.
La alegría, anota, no puede ser completa, pues dice observar un abandono de parte de los gobiernos federal, estatal y municipal. “La labor de las organizaciones ha sido y es de resistencia”, apunta.
A nombre de Los Cojolites, expresa que la labor no se detiene y una de sus misiones es fortalecer la cohesión social, a través de lo que se hace en el centro cultural, que ha contado con el apoyo de artistas como Natalia Lafourcade, y también con la música.
“La música del son jarocho tiene la característica de compartir un discurso de amor hacia los seres humanos en su conjunto, así como a la naturaleza, a los animales y hasta a la muerte. A diferencia de otros estilos, nuestra música tiene que ver con el alma y el espíritu comunitario”, declara.
Uno de sus compromisos, dice, es preservar la herencia de culturas milenarias y mantener vivas las creencias que han dado identidad, especialmente a las poblaciones del sur de Veracruz.
“Los Cojolites no podemos quedarnos solo en el discurso de nuestras letras, somos consecuentes con nuestras acciones, igual que todos los jaraneros, a quienes nos mantiene un sentimiento comunitario y colectivo que lleva a trabajar por la cohesión social”.
Ricardo Perry aclara que el son jarocho no es una música de protesta pero sí un reflejo de todo lo que sucede en la sociedad, sin un ánimo político o enfrascamiento de “grillas muy actuales”.
“Evidenciamos lo que somos, nuestras propias necesidades, lo que sufrimos como pueblo y el abandono cultural en el que estamos envueltos a pesar de ser el espíritu de la nación”.
Ricardo Perry considera que las organizaciones comunitarias son el alma del país y comparte que al cierre de 2023, cuando el Festival del Son Jarocho de Jáltipan cumplirá 30 años, conserva la esperanza de que lleguen los apoyos solicitados para hacer una celebración más grande.
“Falta una interacción entre los tomadores de decisiones de los tres niveles de gobierno con quienes hacen la labor comunitaria; el apoyo debe ser allí donde hay grupos muy vulnerables. Los músicos no tenemos seguro, ha habido desaceleración en el todo el país de contratar a los grupos”, expone.
Manifiesta que falta una reactivación para los grupos ya consolidados, como Los Cojolites, que se mantienen vivos desde 1995, pero sin olvidar a los emergentes, “hay que motivarlos, regalarles jaranas, una tarima”, indica.
“Persiste la lucha por el reconocimiento de una necesidad cultural, pues somos la cara bonita del pueblo, lo que le da sentido; decimos jarocho y pensamos en son, en nuestros alimentos, en nuestros textiles”.
Los Cojolites, quienes abrieron el Festival Internacional Xalapa y su Cultura, la noche del 23 de noviembre, continúan su labor y sus presentaciones. El próximo 8 de diciembre animarán el Festival de Jaraneros de Chinameca y se preparan para recibir, el 27 y 28 de diciembre, a grandes invitados en los 30 años del Festival del Son Jarocho de Jáltipan.