Gran lector de los españoles intelectuales que vivieron en carne propia las consecuencias de la Guerra Civil Española, ya fuera desde los horrores bélicos en su propio territorio o desde la nostalgia en otros países, el poeta Luis García Montero (Granada, 1958), director del Instituto Cervantes, inauguró las actividades por la conmemoración del Exilio Español en México.
El evento se llevó a cabo en las instalaciones el Ateneo Español, donde García Montero dedicó su conferencia “La palabra del exilio” a revalorar y poner en práctica la conservación de la memoria, la democracia y la identidad, a través del ejemplo de los intelectuales españoles que llegaron a América Latina, parte de los casi mil 600 refugiados que arribaron a las costas de Veracruz, el 13 de junio de 1939.
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“Hay muchos comisarios, políticos y dictadores que se instalan en el futuro para decirnos desde ahí cómo debemos vivir en el presente, haciendo que el tiempo sea una fatalidad. La experiencia humana de la promesa, nos invita a instalarnos en el presente para que, entre todos, compartamos una imaginación del futuro, algo que sólo se puede conseguir a través de la conciencia histórica.
“Por eso, apuestas tan importantes como la que ha hecho España con la memoria histórica y con la memoria democrática, creo que deben ser defendidas”, dijo García Montero, quien calificó el exilio español y la hospitalidad de México como una experiencia decisiva para su país.
La historia desde adentro
El catedrático hizo referencia, entre otros, a los trabajos del escritor Max Aub (1903-1972), exiliado en nuestro país que escribió la serie de libros “El laberinto mágico”, que relata los estragos de la Guerra Civil Española y del exilio del pueblo español; así como los de la escritora María Teresa León (1903-1988), que se exilió en Argentina, en cuyas memorias contó su experiencia, la cual es hoy una de las fuentes más ilustrativas de aquel periodo; o del poeta Luis Cernuda (1902-1963).
“Los ciudadanos españoles derrotados, que perdieron su país quisieron dar testimonio de lo que había pasado y contar la historia, porque desde un principio suponían que los ‘vencedores’ querrían contarla a su modo falsificando los hechos. Contar es algo fundamental para la historia y, desde luego, es también lo que sostiene la vocación literaria”, aseguró Montero, quien acotó que “la literatura es la que ha permitido conocer la historia desde adentro”.
Montero también destacó que parte fundamental de la actividad de los exiliados en México y en Argentina, fue mantener el sueño republicano y democrático español, convirtiéndose en “una importante tarea intelectual y cultural”.
Esto, afirmó el también ensayista, se puede ver al estudiar diversas labores, como las del escritor José Bergamín (1895-1983), quien es el responsable del rescate y primera edición, hecha completamente en México, de la primera edición de “Poeta en Nueva York” (1940), de Federico García Lorca bajo la editorial Séneca; así como la publicación de la antología de poetas españoles modernos “Laurel”.
Aceptación e integración
Montero también habló sobre la aceptación e integración de varios intelectuales españoles a la vida cultural y social de sus países de exilio, como el poeta León Felipe (1884-1968) o Adolfo Sánchez Vásquez (1915-2011), Rafael Alberti (1902-1999) o José Gaos (1900-1969).
“Esto hizo que republicanos españoles en México se sintieran cada vez más cercanos a la identidad mexicana sin que por eso perdieran su nostalgia de España. Por ejemplo, José Gao, que supo acuñar el concepto de ‘empatriados’ para hablar de una simpatía entre patrias para decir. ‘Bueno, mantenemos la identidad española, pero sería una mentira negarnos a formar parte de los retos, las contradicciones, los sueños y las apuestas de la sociedad mexicana’”.
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Condición humana
Por último, Montero, destacó el trabajo filosófico realizado por españoles como el mismo Sánchez Vázquez y la filósofa María Zambrano (1904-1991) y Francisco Ayala (1906-2009), quienes pensaron sobre el exilio como “parte de la condición humana del siglo XX”.
De Ayala, destacó que pensó al exilio como un símil de las dinámicas culturales de su tiempo, “que rompían las raíces de las comunidades y empujaban a todos a vivir en el individualismo”, llegando a la conclusión de un desarraigo universal, el cual Montero considera, no sólo presente, sino más agudo. “Convivimos con el vacío, eso está determinando el sentido de la condición humana, pero podemos acudir a la cultura para buscar las raíces”, finalizó.