Nuevas estudios de la antropóloga Sagrario Cruz Carreto permiten ver la relación que el personaje de tradición oral de la Llorona tiene con el mundo prehispánico, especialmente con las deidades Cihuateteo, de las que hay una pieza en el Museo de Antropología de Xalapa.
La investigadora de la Universidad Veracruzana explica que las Cihuateteo eran las mujeres muertas en parto, poseedoras de una fuerza lunar femenina andrógina, cuya maternidad frustrada les daba poderes maléficos asociados a la guerra y al castigo de desencadenar enfermedades, especialmente en niños.
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Las Cihuateteo, apunta la antropóloga, no solo tienen relación con la Llorona sino también con las Tzitzimime y con la Chichima, deidad femenina de la noche que muchas personas utilizan para asustar a los pequeños.
La leyenda indica que es la “come sesos” de niños que dejan abandonados sus padres mucho tiempo o de aquellos que son desobedientes. Es tan actual el personaje, que la autora Norma Muñoz Ledo también la describe en uno de sus escritos.
“La Vieja Chichima, a pesar de la extrema deformación de sus pies, posee una fuerza sobrehumana. Si se cae, tarda días en levantarse, por lo que duerme recargada en un palo. Atrae a los niños con el olor de plátanos fritos y cuando están a su alcance…”.
Sagrario Cruz puntualiza que la Chichima es una mujer bruja: es un ser mágico con el que las madres y abuelas acostumbran espantar a los niños en la Cuenca del Papaloapan y en el sur de Veracruz, además, se reporta su creencia en Chiapas y Tabasco.
¿Pero cuál es la importancia de que las Cihuateteo permanezcan en el imaginario contemporáneo a través de la Llorona o la Chichima? En que son deidades que han trascendido el tiempo y perviven hasta nuestros días. Son un arquetipo.
¿Qué son los arquetipos y cuál es su relación con el inconsciente colectivo?
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La antropóloga subraya que el arquetipo es un elemento que permite explicar la generación de una serie de imágenes mentales que son desarrolladas de forma muy similar por diferentes personas de diferentes culturas. Son imágenes ancestrales autónomas que ya forman parte del inconsciente colectivo.
Así, desde la época prehispánica, está entonces no solo la mujer generosa y tierna sino también “la mujer fuerte, guerrera y caliente. Una de sus características es su exceso de actividad sexual, que hace que el bebé no se pueda separar de la madre y muera en el parto”.
La investigadora anota que son “diosas hipersexuales, calientes, aunque vivan en el inframundo y sean nocturnas, y en consecuencia, frías”.
Ahonda que cuando las llamadas Cihuateteo dejaban al sol en el ocaso, bajaban a la tierra a causar daño cotidianamente. Además, durante cinco días del año eran más perniciosas en cruces de los caminos para atacar jóvenes y niños.
“En los cruceros se les ofrendaba comida para mermar su ferocidad y se les prohibía a los niños y jóvenes salir para no toparse con ellas durante esos días, pues podían provocar parálisis facial y epilepsia”.
En cuanto a las Tzitzimime, eran andróginas con símbolos fálicos como las serpientes; se trataba de un tercer género…
En el caso de la Llorona, ya hay distintas versiones tanto en México como en otros países, lo que habla de que las Cihuateteo prehispánicas siguen extendiéndose por diferentes partes del mundo.