Aunque menos recordado que otros movimientos estudiantiles que sí desembocaron en trágicos actosrepresivos, la conformación del Consejo Estudiantil Universitario (CEU) de la UNAM en 1986, no fue poca cosa. Gracias ella se logró la primera resistencia exitosa y sin violencia contra la privatización de la Máxima Casa de Estudios. Por si esto no fuera suficiente para darle importancia, habría que recordar que aquel movimiento fue el semillero de varios de los personajes que ahora son piezas importantes dentro del ajedrez políticomexicano.
Hay razones de sobra para pensar que este hecho histórico tiene repercusiones directas y latentes en nuestro presente. Sin embargo, varios de los nombres de sus principales integrantes han ido quedando en el olvido. Entre ellos, el de Luis Alberto Alvarado, quien participó como miembro activo del CEU desde su creación hasta que, producto de una profunda depresión, decidió quitarse la vida 1996. Sobre él trata el argumento del proyecto de danza-teatro, Relato, que tendrá una única función en el Teatro Esperanza Iris este jueves 25 de agosto, a las 20:30 horas.
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Se trata de una puesta en escena que evoca los recuerdos de este activista y la época que le tocó vivir para hacernos reflexionar sobre el devenir de las luchas ideológicas, la justicia social y el activismo político ante el contexto al que hoy nos enfrentamos; además de exponer los errores y los peligros de pensar la vulnerabilidad y la depresión como “debilidades” incompatibles con la masculinidad.
La obra está marcada por un profundo sello personal, al ser su directora y creadora, Bárbara Alvarado, sobrina del este activista político. Ella ha explicado que la figura de su tío fue determinante para su carrera y su propia vida, pues en él encontraba un modelo de ser humano.
En entrevista con El Sol de México, el actor y uno de los cuatro bailarines que participan en Relato, Vera Rivas, explica que, la coreografía está pensada como un gran acto ritual que invoca el espíritu de Luis Alberto. “Tenemos en escena diferentes tipos de danza ritual, entre ellas la haka, que es esta danza neozelandesa, ahora muy popular por el rugby, y la sanza sufí, originaria de Medio Oriente”, abunda y afirma que la presencia de estas danzas cuestionan la imagen canónica del movimiento corporal masculino.
Con ayuda de material documental del archivo de la UNAM, la historia se entiende como un rompecabezas teatral y de movimiento. Primero da el contexto, después se disgrega en temas específicos que reflejan los pensamientos y las preocupaciones del protagonista.
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“Lo más complicado fue lograr una danza que coordinara los movimientos con la voz. No todos los que estamos en escena somos especialistas en danza ni todos somos especialistas en teatro. En mi caso es muy escueta mi preparación, por lo que para todo esto fue para mí echarme un clavado a la danza. Mis compañeros bailarines tuvieron que hacerlo con el teatro, especialmente con las técnicas vocales. Creo que fue tanto la investigación histórica como ir acoplándonos a técnicas que no habíamos explorado lo que terminó por complementarnos”.
Antes de incursionar en el teatro Vera Rivas estudio historia en la UNAM, por lo que menciona que participar en esta obra le es como recibir un legado de un pasado que no ha cambiado demasiado en cuanto a la desilusión en la política nacional y los errores del ser masculino. Pero considera que no hay que quitar el dedo del reglón y buscar un cambio.
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