El Museo de Antropología de Xalapa (MAX) vive un tiempo de contrastes: en corte anual, en 2022 el número de visitantes aumentó cien por ciento con respecto al pico histórico de 2019, sin embargo, tiene necesidades que van desde la atención y seguridad hasta la caída de cantera rosa de la parte superior del edificio.
En conferencia coordinada por el Instituto de Investigaciones Histórico-Sociales, Alfredo Delgado Calderón, director del Museo, dio a conocer que por los riesgos que representa la caída de este revestimiento, el problema ya se atiende con el departamento de obras de la Universidad Veracruzana pero hay un “edificio chimuelo”.
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La cantera se adquirió en Tatatila, exclusivamente para el MAX, pero la que había para sustituir la que se fuera cayendo ya se acabó, revela. Además, menciona que hay piezas que requieren intervención urgente y en las bodegas deben cambiar las cajas de madera pues están picadas. También está pendiente el registro de miles de piezas por no haber personal.
¿Cuántas personas visitaron el MAX?
En las satisfacciones califica la afluencia como un “incremento exponencial”, especialmente de escuelas. El desglose de sus datos de acceso indica que de las 8 mil 791 personas que visitaron el MAX sin boleto en 2019, en 2022 subieron a 28 mil 243.
En el registro de ingreso, sin contar el auditorio al cual llegan personas por otras actividades, da a conocer que en 2019 fueron 41 mil 723 y en 2022 se alcanzó los 85 mil 143 usuarios.
Ante la corriente que afirma que los museos son obsoletos y ya se les debería jubilar, sostiene que no es así y lo constata con las nuevas generaciones: “Veo cómo entran las niñas y niños con una expresión y salen con otra, con orgullo, con identidad, con la certeza de quiénes son, de cuál es su historia y sus raíces”.
La “política de puertas abiertas los domingos” considera que es interesante y exitosa pero enumera la necesidad de mayor presupuesto para atender situaciones básicas como agua y papel.
Además, solo cuenta con un jefe de guías y las demás son con servicio social; eventualmente se suman los curadores o algún amigo arqueólogo. Al recibir a grupos de 100, 200 o hasta 300 estudiantes, acepta que se ven rebasados en seguridad.
Otros de los retos son que al ser pensado como galería de arte, “es un museo estático y no pueden jugar ni con las piezas ni la museografía”.
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¿Hay inclusión en el MAX?
En inclusión festeja que ya se hizo una exposición para personas con déficit visual, con réplicas para que las pudieran tocar, pero aún lidian con la ausencia de rampas de acceso externas; las internas no tienen pasamanos y la entrada no tiene una rampa.
En pendientes menores nombra incongruencias en algunas cédulas informativas y alguno que otro error ortográfico, así como la traducción al inglés de la página electrónica y lograr atraer cada vez más a los turistas que llegan a la Ciudad de México, Puebla y Tlaxcala.
Para enfrentar los desafíos expresa que “entre la burocracia y la pobreza franciscana del actual gobierno no hay mucho margen de movimiento”, pero sí se ha sumado un personal más capacitado y estudiantes de la Facultad de Antropología de la UV, quienes se integran como guías o restauradores.
El MAX está vivo, hay una relación con el pueblo y Alfredo Delgado manifiesta su alegría por ello. Convoca a visitar el espacio, disfrutar el patrimonio y conocerlo.
Acepta que sí es un reto acercar el museo a la comunidad en general pero en ese aspecto, sostiene, “se le está cumpliendo al pueblo y a la comunidad universitaria”.
Les recuerda a las personas interesadas en asistir que la entrada es sin costo los domingos. Además, población de lugares que han aportado piezas al MAX no pagan de martes a domingo -San Lorenzo, Remojadas y El Tajín, por citar algunas-.