El hombre de todos los tiempos y de las distintas culturas siempre se ha planteado como interrogantes ¿qué somos?, ¿de dónde venimos? y, sobre todo, ¿a dónde vamos?, y se ha contestado a su manera estableciendo lo que conocemos como visión del mundo.
Para los mesoamericanos, el centro del universo era la tierra, considerada como una gran superficie plana de forma cuadrangular, un mar o un río enorme la rodeaba, transformándole en una isla; sol, luna y estrellas girando alrededor de ella. A partir de la tierra el universo se prolongaba en una línea horizontal a la derecha y a la izquierda, traslapándose respectivamente con el oriente y el occidente; así como en otra línea vertical, que iba hacia arriba formando un supramundo y hacia abajo, formando un inframundo. El sol hacía su recorrido diario subiendo y bajando escalones (24 en total) alrededor de la tierra pasando por estas direcciones, regidas por determinadas deidades, en donde van a vivir las almas de los difuntos, cuya muerte fue de tal o cual modo; rezando el adagio “dime la causa por la cual mueres y te diré a donde tu alma fuere”.
Existía la creencia de que durante la veintena del ciclo solar, llamada Quecholli (paloma), se preparaba una ofrenda, en la que era significativa la presencia de tamales y la quema de copal, para esperar a las almas de los antepasados que venían a estar un día con sus deudos; todo un culto y representatividad a los dioses de la muerte, moradores del Mictlán (región mítica de los muertos) situado en el inframundo, de acuerdo a la cosmovisión náhuatl.
NUEVAS IDEAS
Llegaron los españoles y trajeron consigo ideas y costumbres, para ello como cristianos, el adagio sería “dime cómo en la vida te portaste y te diré si tu alma debe castigarse”, existiendo para ello el infierno y el purgatorio; los que vivieron ejemplarmente, al morir, sus almas se iban al cielo a encontrarse con la de la Virgen María y la de todos los Santos. También celebraban a sus fieles difuntos, una vez al año, rezando ante un altar casero, sobre el cual se ponían flores (que al otro día se llevaban al panteón), prendían candelas y quemaban incienso.
Los elementos mesoamericanos y los hispánicos se fueron fusionando, amalgamando y poco a poco conformaron un complejo de sincretismo cultural, que pervive formando parte de nuestro folklore. Una de sus manifestaciones más relevantes la podemos ver a través de ese Altar-Ofrenda con olor sagrado (copal o incienso), que se realiza en muchas casas del medio rural y urbano, de una gran parte de nuestro país, y que se dedica a las almas de los muertos el 1 y 2 de noviembre de cada año.
ACTIVIDADES
Naolinco de Victoria es un municipio de la parte central serrana de estado de Veracruz, rico en tradiciones resultantes de ese proceso aculturativo que se ha desarrollado durante casi 500 años. Para la celebración de “Todos Santos” en la mayoría de las casas, se confeccionan bellísimos altares llenos de flores, ofrendas, frutas, tamales, panes, dulces, vinos, atole, chocolate y algunos guisos propios de la región, así como velas, veladoras y quema de copal, que se mantiene del 28 de octubre al 3 de noviembre; para ser visitado por las almas de los ahogados, de los “matados”, de los del limbo, los chiquitos, los grandes y el ánima sola.
La noche del 1º se realiza “La Cantada”, se entonan a capela alabados y alabanzas, costumbre que fue introducida por los evangelizadores franciscanos durante los siglos XVI y XVII, junto con La Loa a San Isidro, pequeña representación versada que forma parte del teatro misional, y que se conserva en la congregación de San Marcos Atexquilapan.
En las alabanzas el solista canta las estrofas y el coro repite siempre la primera, su ritmo es más ligero o alegre, para el alabado, el solista entona la estrofa y ésta es repetida por el coro, su ritmo es más grave o triste.
El día 2 es la visita al panteón, los asistentes llevan coronas, cruces y arreglos de flores artificiales (principalmente) a la tumba de sus deudos en donde se dicen plegarias y responsos. Durante todo el mes de noviembre se reza en el cementerio, al anochecer el rosario a las ánimas benditas del purgatorio.