Neblina Morada / La adaptación de la literatura al cine

II parte. El producto tiene que ver más con la imaginación que con la revisión, más con la capacidad intuitiva del escritor, que con la transcripción literal

Irving Ramírez

  · martes 19 de marzo de 2019

El producto tiene que ver más con la imaginación que con la revisión, más con la capacidad intuitiva del escritor, que con la transcripción literal. En este caso, el guionista con la adaptación es un espejo deformante, un deconstructor de un orden cuyos fragmentos arma a su arbitrio y necesidades expresivas. Su apuesta es una variación, y por ende, una versión otra que repele y adhiere el discurso del que parte. Al adaptar reescribe, y también cambia la sintaxis discursiva; piensa en términos de imagen, obra según los cánones de las películas.

Si la historia va a ser representada, entonces requiere de otra espacialidad, otro tipo de recursos que llevan inevitablemente a la puesta en escena.

Los diálogos deben ser más cortos, las acciones más precisas, el tiempo se reduce y se acopla a las necesidades del formato, es otro producto distinto al literario, en suma. Muchas veces la novela o el cuento quedan reducidos a lo mínimo, entonces ya se habla de sólo un pretexto, o mejor, la utilización de sólo una parte o un pasaje de un libro para armar un guión. Pienso en la película de Roman Polanski la Novena puerta(2000), basada en la novela de Arturo Pérez Reverte, El Club Dumas, de la que sólo extrae una subtrama y la desarrolla, dejando de lado la parte medular de la novela que se refiere a la vida de Alejandro Dumas precisamente para tomar un ejemplo reciente.

Es un recurso válido, interesarse por un extracto de un libro y extraer de ahí el guion de la película. Sería ésta otra variante de adaptación. En este caso, la película se percibe con mayor independencia, y da, sobre todo, para la experimentación debido a que sólo una parte del original es la que sustenta la propuesta.

El sustento textual para la apuesta audiovisual. Sin embargo, como producto efímero y temporal, el guion debe contener los elementos idóneos de la puesta en escena. Y una adaptación contempla precisamente, el trabajo ya maduro de asimilación de unos contenidos distintos a su propio lenguaje.


La dimensión literaria pasa a su estado representativo, a la esencia de la historia en términos de acciones. La historia se cuenta no ya con palabras, sino con imágenes. La trama sustenta toda la historia y la dirige a su progresión tempo-espacial por medio de las acciones. La literatura deja de ser un texto cuya finalidad se agota al momento de leerlo, y se convierte en el pre-texto, en la excusa idónea para narrar una historia que surge de esa idea inicial. Así, la adaptación necesariamente, más allá de una escritura original de un guion, establece sus propias reglas.

Por un lado, debe partir de un texto ya existente, de una idea preconcebida, por otro, debe recrear esa historia de distinta manera para otro tipo de lenguaje.

Las formas de adaptar varían de acuerdo a la intención del guionista, director o productor o de los tres. Empero, de todos modos requiere de los pasos precisos de toda escritura de guion. De hecho es un reto porque infaliblemente se tiende a comparar ambos productos: el libro y la película. Y un guion que rescate la propuesta del libro de manera eficiente y logre establecer su propio valor como medio audiovisual ha cumplido su cometido. Adaptar, entonces, como traducir, es reinventar, recrear.



Hay que desatacar que toda obra puede ser susceptible de un tratamiento distinto. Y, por consiguiente, la labor del escritor, (pienso en Paul Auster, por ejemplo), incluye varias posibilidades de expresión. En este último caso, los intentos de Auster son desiguales, pero de una calidad aceptable en el cine sin llegar a la calidad de sus novelas. Lo mismo ocurre con Raymond Carver.

La tentación está ahí y una buena historia siempre espera para su desdoblamiento en distintos códigos. Mas si existe una tradición en este sentido en nuestro país. La adaptación es la novela de la vista. Es la traducción de un sueño a la vigilia. Lo que se adapta es el sentido, pero también una mirada otra: La cosmovisión particular del artista.

Según Doc Comparato, la adaptación es una transcripción de lenguaje que altera el soporte lingüístico utilizando para contar la historia, que equivale a transubstanciar, o sea transformar la substancia; ya que una obra es la expresión de un lenguaje, y se da un proceso de recreación, de transubstanciación.

(CONTINUARÁ)

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