/ martes 9 de abril de 2019

Neblina Morada / Premios Nobel de literatura post mortem, ¿para quién?

Se habla de que muchos premios literarios en general son injustos

En varios se ha documentado la transa, el favoritismo, el sesgo y el ninguneo, hasta la defenestración de autores.

En México y en el mundo acaece esto. Uno pensaría que el premio más prestigiado del mundo desde que abrió el siglo XX, el Nobel de literatura es la mar de limpio. Nelson, señores. Allí ha habido no pocas injusticias.

Para comenzar lo han ganado escritores mediocres de quien ya nadie se acuerda, y que usurparon un lugar que no les correspondía. Por otro lado, autores notables han quedado al margen, algunos con obras excepcionales que son ya clásicos modernos.

¿A qué se debe esto?, a varias razones, la principal: la política. Esa actividad humana que ha sido más perniciosa que benéfica. Casos escandalosos como la ignorancia hacia obras esenciales de la modernidad, de autores como la trinidad canoníca de la novela moderna: Kafka, Joyce, Proust. Pero no sólo ellos: Virginia Woolf, Fernando Pessoa, Giuseppe Ungaretti, Rainer Maria Rilke, Paul Celan, Goerge Trakl, Dylan Thomas, Robert Musil. Hermann Broch, Joseph Roth, Walter Benjamin, Jorge Luis Borges, Juan Rulfo, Carson Mc Cullers, Paul Valery, Thomas Berhand, Bruno Schulz, Paul Eluard, Karl Kraus, Rolland Barthes, Emily Dickinson y Marguerite Yourcenar, por citar a los más importantes.

Y echemos un vistazo a los más recientes: Herta Muller, José Saramago, Mario Vargas Llosa, Elfried Jelinek, Gordimer, Mhafuz, Doris Lessing, Pamuk,Le Clezio, Transtromer, Mo Yan, Munro, Kertez, Naipaul, Kenzaburo, Heaney, Toni Morrison. Con todo respeto ¡no hay comparación¡ éstos serán buenos escritores, a secas. Aquellos eran titanes. Acaso lo que ocurre es que en los tiempos que corren, persiste una inmensa mediocridad. Hay una crisis de genios y artistas, y únicamente sobresalen los artesanos que escriben correctamente y se defienden.

Los otros, los que están fuera, superan con mucho a todos estos de la segunda mitad del siglo XX. Muchos de ellos lo esperaron infructuosamente, otros lo desdeñaron; el caso más célebre fue el de Jean Paul Sartre, quien lo rechazó siendo el único en toda la historia en hacerlo. Alegó motivos morales e ideológicos; en suma fue congruente con la trayectoria de una vida dedicada a combatir el sistema oficial, que es el que otorga el galardón. “Mientras haya niños que mueran de hambre en el mundo yo no puedo aceptar este premio”, o algo así dijo.

Borges era un candidato eterno, quien hasta bromas hacía cada año que lo perdía. Sin duda los jurados son caprichosos y esto ocurre en México también. Pero ese aire politiquero ha dado al traste con un esperado y comentado escalón a la gloria inmortal literaria. La lista de candidatos ya es una selección, que elimina constantemente a escritores con merecimientos. De México sólo nos queda Fernando del Paso como única carta.

Y adonde uno voltee hallará esforzados escribidores que no genios, y se resignará para que caiga al menos este año en el menos malo. Ah, si se instaurará ese premio a los muertos (como la nouvelle de Joyce) se haría justicia. Y podría donarse el dinero a los escritores pobres (a todos, ¡jua!) a escuelas de escritores, bibliotecas, librerías, becas, a otros premios que escojan a talentos emergentes en todo el mundo. Empero, los muertos no hablan.

Y muchos tampoco venden. ¿Quién lee a Joyce o a Schulz hoy en día? Sólo los que estamos dañados de la tatema. Empero, sería fantástico que a esa trinidad se le hiciese justicia: Joyce, Kafka, Proust y a los demás. Sus obras se reeditarían, se volverían a leer como si fuesen nuevos, saldrían inéditos de ellos, habría un auge, y se leería calidad profusamente. Anyway, estos son sueños guajiros. Sin embargo, si yo me sacase el Nobel diría: “Oh, genial, me hizo justicia la revolución, es el mejor premio del orbe”.

Y la canción… ya en serio, casi está tan desprestigiado este premiecito como el Oscar, imagínense: puras pérdidas. Y pérdidas. Parece que los momios dicen ahora irá pa´l más malo, o de a perdis, el más desconocido. La decadencia a últimas fechas es notable. No es fortuito que Murakami desde hace años suene fuerte y que se lo hayan dado a Bob Dylan, habiendo mejores poetas que él en varios países, los bandazos son vergonzosos, como el que nunca se lo dieran a Tolstoi estando vivo, sin ir más lejos.

Hoy mis candidatos antes de que mueran son: Milan kundera, Claudio Magris, Paul Auster, Joyce Carol Oates, y el poeta Adonis, en ese orden. En fin, el Premio Nobel debe recomenzar. Y no importa que ya estén fiambres quienes lo reciban de todos modos se congratularán en el Mictlán, y algo en este mundo adquirirá, entonces, sentido.

bardamu64@hotmail.com

En varios se ha documentado la transa, el favoritismo, el sesgo y el ninguneo, hasta la defenestración de autores.

En México y en el mundo acaece esto. Uno pensaría que el premio más prestigiado del mundo desde que abrió el siglo XX, el Nobel de literatura es la mar de limpio. Nelson, señores. Allí ha habido no pocas injusticias.

Para comenzar lo han ganado escritores mediocres de quien ya nadie se acuerda, y que usurparon un lugar que no les correspondía. Por otro lado, autores notables han quedado al margen, algunos con obras excepcionales que son ya clásicos modernos.

¿A qué se debe esto?, a varias razones, la principal: la política. Esa actividad humana que ha sido más perniciosa que benéfica. Casos escandalosos como la ignorancia hacia obras esenciales de la modernidad, de autores como la trinidad canoníca de la novela moderna: Kafka, Joyce, Proust. Pero no sólo ellos: Virginia Woolf, Fernando Pessoa, Giuseppe Ungaretti, Rainer Maria Rilke, Paul Celan, Goerge Trakl, Dylan Thomas, Robert Musil. Hermann Broch, Joseph Roth, Walter Benjamin, Jorge Luis Borges, Juan Rulfo, Carson Mc Cullers, Paul Valery, Thomas Berhand, Bruno Schulz, Paul Eluard, Karl Kraus, Rolland Barthes, Emily Dickinson y Marguerite Yourcenar, por citar a los más importantes.

Y echemos un vistazo a los más recientes: Herta Muller, José Saramago, Mario Vargas Llosa, Elfried Jelinek, Gordimer, Mhafuz, Doris Lessing, Pamuk,Le Clezio, Transtromer, Mo Yan, Munro, Kertez, Naipaul, Kenzaburo, Heaney, Toni Morrison. Con todo respeto ¡no hay comparación¡ éstos serán buenos escritores, a secas. Aquellos eran titanes. Acaso lo que ocurre es que en los tiempos que corren, persiste una inmensa mediocridad. Hay una crisis de genios y artistas, y únicamente sobresalen los artesanos que escriben correctamente y se defienden.

Los otros, los que están fuera, superan con mucho a todos estos de la segunda mitad del siglo XX. Muchos de ellos lo esperaron infructuosamente, otros lo desdeñaron; el caso más célebre fue el de Jean Paul Sartre, quien lo rechazó siendo el único en toda la historia en hacerlo. Alegó motivos morales e ideológicos; en suma fue congruente con la trayectoria de una vida dedicada a combatir el sistema oficial, que es el que otorga el galardón. “Mientras haya niños que mueran de hambre en el mundo yo no puedo aceptar este premio”, o algo así dijo.

Borges era un candidato eterno, quien hasta bromas hacía cada año que lo perdía. Sin duda los jurados son caprichosos y esto ocurre en México también. Pero ese aire politiquero ha dado al traste con un esperado y comentado escalón a la gloria inmortal literaria. La lista de candidatos ya es una selección, que elimina constantemente a escritores con merecimientos. De México sólo nos queda Fernando del Paso como única carta.

Y adonde uno voltee hallará esforzados escribidores que no genios, y se resignará para que caiga al menos este año en el menos malo. Ah, si se instaurará ese premio a los muertos (como la nouvelle de Joyce) se haría justicia. Y podría donarse el dinero a los escritores pobres (a todos, ¡jua!) a escuelas de escritores, bibliotecas, librerías, becas, a otros premios que escojan a talentos emergentes en todo el mundo. Empero, los muertos no hablan.

Y muchos tampoco venden. ¿Quién lee a Joyce o a Schulz hoy en día? Sólo los que estamos dañados de la tatema. Empero, sería fantástico que a esa trinidad se le hiciese justicia: Joyce, Kafka, Proust y a los demás. Sus obras se reeditarían, se volverían a leer como si fuesen nuevos, saldrían inéditos de ellos, habría un auge, y se leería calidad profusamente. Anyway, estos son sueños guajiros. Sin embargo, si yo me sacase el Nobel diría: “Oh, genial, me hizo justicia la revolución, es el mejor premio del orbe”.

Y la canción… ya en serio, casi está tan desprestigiado este premiecito como el Oscar, imagínense: puras pérdidas. Y pérdidas. Parece que los momios dicen ahora irá pa´l más malo, o de a perdis, el más desconocido. La decadencia a últimas fechas es notable. No es fortuito que Murakami desde hace años suene fuerte y que se lo hayan dado a Bob Dylan, habiendo mejores poetas que él en varios países, los bandazos son vergonzosos, como el que nunca se lo dieran a Tolstoi estando vivo, sin ir más lejos.

Hoy mis candidatos antes de que mueran son: Milan kundera, Claudio Magris, Paul Auster, Joyce Carol Oates, y el poeta Adonis, en ese orden. En fin, el Premio Nobel debe recomenzar. Y no importa que ya estén fiambres quienes lo reciban de todos modos se congratularán en el Mictlán, y algo en este mundo adquirirá, entonces, sentido.

bardamu64@hotmail.com

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