/ jueves 24 de octubre de 2019

Otro premio nacional para el arquitecto xalapeño Rafael Pardo

Obtuvo el Premio Interceramic de Arquitectura e Interiorismo 2019, en la modalidad de Arquitectura Residencial Multifamiliar

Como dice Roland Barthes, “la arquitectura es siempre sueño y función, expresión de una utopía e instrumento de una conveniencia"; pero es también, como afirma el arquitecto y diseñador francés Jean Nouvel, “…la petrificación de un momento cultural".

Son los monumentos, las casas, pero sobre todo los edificios los que dan personalidad a las ciudades, los encargados de establecer los signos estéticos, históricos y sociales que tarde o temprano se convierten en emblemas, en dispositivos de seducción y atracción y en imágenes mentales, en recuerdos. ¿En qué pensamos cuando decimos Teotihuacán, París, Praga, Estambul, Cholula o Nueva York? La arquitectura dignifica la vida y hace memoria. La arquitectura, no cualquier cosa hecha con ladrillos, cemento y acero.

En eso está el edificio situado en Cayetano Jiménez y Rodríguez 42, en el centro de Xalapa, obra del arquitecto Rafael Pardo, quien ha sido distinguido con el Premio Interceramic de Arquitectura e Interiorismo 2019, en la modalidad de Arquitectura Residencial Multifamiliar, dado a conocer el 17 de octubre. Éste se suma al Primer Lugar en la Bienal de Arquitectura del Golfo 2017, en Veracruz, al Segundo Lugar en la categoría Mejor Edificio Habitacional Plurifamiliar, al Premio Firenze Entremuros 2018 y a la Mención de Honor de laXV Bienal Nacional e Internacional de Arquitectura Mexicana.

Allí en ese edificio, terminado en julio de 2017, se encuentra Flavia, hoy por hoy la galería y espacio cultural más dinámico de la ciudad: exposiciones, conversatorios, cursos y talleres, música en vivo de distinto género, una cocina ingeniosa, buen café y, por cierto, charlas sobre arquitectura, disciplina que a modo de experiencia educativa debería estar incorporada en las carreras de Artes Visuales y Diseño, porque muchas de las apropiaciones y tendencias en éstas vienen de aquélla.

La obra de Pardo, en concreto colado en sitio, está a la altura de creadores como Le Corbusier (pero con menos curvas), Teodoro González de León (sin tantos ángulos), Frank Gehry (aunque no tan excéntrico como en el Walt Disney ConcertHall), Zaha Hadid (aunque menos deconstructivista) y Kazuyo Sejima, entre otros.

CREATIVIDAD

Minimalista en el fondo, con un extraordinario aprovechamiento del espacio, volúmenes rectilíneos muy sólidos, tratamiento aparente, grandes vidrios y detalles que confirman que la calidad del todo está en ellos, la obra es un acento en la calle, un grito de contemporaneidad, una especie de llamado a la vida digna que proviene de la adecuada delimitación del espacio. Porque al final la arquitectura es eso, el arte de demarcar espacios para la dignificación de la vida, para la habitabilidad transitoria, trátese de vivienda, hospitales, colegios, oficinas u otros, en los que las áreas, la iluminación, la ventilación, los accesos, la relación entre niveles y otros factores hacen posible vivir y convivir.

Vista frontal baja del edificio/Foto: Cortesía


En su discurso del Premio Pritzker de Arquitectura 1989, Frank Gehry refirió que "la arquitectura es una pequeña parte de esta ecuación humana, pero quienes la practicamos creemos en su potencial para marcar la diferencia, para iluminar y enriquecer la experiencia humana, para penetrar en las barreras del malentendido y para proporcionar un hermoso contexto para el drama de la vida".

Nada fácil el reto para Pardo en esta obra: 120 metros cuadrados, con un frente de 5.50 que reduce en el fondo a tres, en un terreno que, además, tiene un quiebre. Pero entre imaginación y oficio él consigue hacer cuatro departamentos y una galería/cafetería en dos niveles, prueba de que las limitaciones frecuentemente no están en la cosa sino en la cabeza.

Es importante celebrar este reciente premio, pero todavía lo es más invitar e invitarnos a desarrollar proyectos de esta índole, que poseen las propiedades inherentes, inseparables, de aquello que interpretamos como bienestar, esa condición o estado que pasa por lo privado y lo público, por lo individual y lo social, y que favorece la civilidad, de la mano de una apropiación ética y de un goce funcional y estético.

Para los jóvenes estudiantes de arquitectura, los recién egresados de esta carrera y alguno que otro constructor, esta obra de Rafael Pardo es un modelo pedagógico y didáctico que hay que aprovechar, no replicando las formas sino la actitud.

Como dice Roland Barthes, “la arquitectura es siempre sueño y función, expresión de una utopía e instrumento de una conveniencia"; pero es también, como afirma el arquitecto y diseñador francés Jean Nouvel, “…la petrificación de un momento cultural".

Son los monumentos, las casas, pero sobre todo los edificios los que dan personalidad a las ciudades, los encargados de establecer los signos estéticos, históricos y sociales que tarde o temprano se convierten en emblemas, en dispositivos de seducción y atracción y en imágenes mentales, en recuerdos. ¿En qué pensamos cuando decimos Teotihuacán, París, Praga, Estambul, Cholula o Nueva York? La arquitectura dignifica la vida y hace memoria. La arquitectura, no cualquier cosa hecha con ladrillos, cemento y acero.

En eso está el edificio situado en Cayetano Jiménez y Rodríguez 42, en el centro de Xalapa, obra del arquitecto Rafael Pardo, quien ha sido distinguido con el Premio Interceramic de Arquitectura e Interiorismo 2019, en la modalidad de Arquitectura Residencial Multifamiliar, dado a conocer el 17 de octubre. Éste se suma al Primer Lugar en la Bienal de Arquitectura del Golfo 2017, en Veracruz, al Segundo Lugar en la categoría Mejor Edificio Habitacional Plurifamiliar, al Premio Firenze Entremuros 2018 y a la Mención de Honor de laXV Bienal Nacional e Internacional de Arquitectura Mexicana.

Allí en ese edificio, terminado en julio de 2017, se encuentra Flavia, hoy por hoy la galería y espacio cultural más dinámico de la ciudad: exposiciones, conversatorios, cursos y talleres, música en vivo de distinto género, una cocina ingeniosa, buen café y, por cierto, charlas sobre arquitectura, disciplina que a modo de experiencia educativa debería estar incorporada en las carreras de Artes Visuales y Diseño, porque muchas de las apropiaciones y tendencias en éstas vienen de aquélla.

La obra de Pardo, en concreto colado en sitio, está a la altura de creadores como Le Corbusier (pero con menos curvas), Teodoro González de León (sin tantos ángulos), Frank Gehry (aunque no tan excéntrico como en el Walt Disney ConcertHall), Zaha Hadid (aunque menos deconstructivista) y Kazuyo Sejima, entre otros.

CREATIVIDAD

Minimalista en el fondo, con un extraordinario aprovechamiento del espacio, volúmenes rectilíneos muy sólidos, tratamiento aparente, grandes vidrios y detalles que confirman que la calidad del todo está en ellos, la obra es un acento en la calle, un grito de contemporaneidad, una especie de llamado a la vida digna que proviene de la adecuada delimitación del espacio. Porque al final la arquitectura es eso, el arte de demarcar espacios para la dignificación de la vida, para la habitabilidad transitoria, trátese de vivienda, hospitales, colegios, oficinas u otros, en los que las áreas, la iluminación, la ventilación, los accesos, la relación entre niveles y otros factores hacen posible vivir y convivir.

Vista frontal baja del edificio/Foto: Cortesía


En su discurso del Premio Pritzker de Arquitectura 1989, Frank Gehry refirió que "la arquitectura es una pequeña parte de esta ecuación humana, pero quienes la practicamos creemos en su potencial para marcar la diferencia, para iluminar y enriquecer la experiencia humana, para penetrar en las barreras del malentendido y para proporcionar un hermoso contexto para el drama de la vida".

Nada fácil el reto para Pardo en esta obra: 120 metros cuadrados, con un frente de 5.50 que reduce en el fondo a tres, en un terreno que, además, tiene un quiebre. Pero entre imaginación y oficio él consigue hacer cuatro departamentos y una galería/cafetería en dos niveles, prueba de que las limitaciones frecuentemente no están en la cosa sino en la cabeza.

Es importante celebrar este reciente premio, pero todavía lo es más invitar e invitarnos a desarrollar proyectos de esta índole, que poseen las propiedades inherentes, inseparables, de aquello que interpretamos como bienestar, esa condición o estado que pasa por lo privado y lo público, por lo individual y lo social, y que favorece la civilidad, de la mano de una apropiación ética y de un goce funcional y estético.

Para los jóvenes estudiantes de arquitectura, los recién egresados de esta carrera y alguno que otro constructor, esta obra de Rafael Pardo es un modelo pedagógico y didáctico que hay que aprovechar, no replicando las formas sino la actitud.

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