Palabra impresa / La llave del cilindro…

Automovilistas desesperados por llegar a los portones de las escuelas a dejar a sus hijos, otros más a sus oficina

José Cruz Domínguez Osorio

  · lunes 26 de noviembre de 2018

Dejaste el radio encendido. Cuando entré al cuarto todavía escuché que estaban dando las noticias, ya sabes el reporte vial, ninguna novedad, nada que nos asombre porque mencionó que las avenidas que llevan al centro estaban llenas, automovilistas desesperados por llegar a los portones de las escuelas a dejar a sus hijos, otros más a sus oficinas.

Y yo me regresé al departamento porque no estaba seguro de haberle cerrado al cilindro. Don Refugio aun no abría la peluquería y ya lo esperaba un cliente, ahí sentado sobre el muro de la jardinera lo esperaba Bulmaro, quien hace unos meses tuvo problemas por un par de zapatillas que le llevaron a arreglar a su taller de renovación de calzado.

Eva se fue a quejar a la delegación porque en lugar de haberle aplicado el tono rojo que ella solicitó, Bulmaro lo hizo aplicando un tono vino. Y es que Eva sigue siendo secretaria de aquel hombre que fue diputado hace un par de años, y era muy riguroso y exigente con Eva, con su secretaria, que todos los jueves la quería ver con zapatillas rojas, tuvieran o no hebilla o correa. Y Eva entonces pasó a afectar a Bulmaro porque el taller estuvo cerrado por mes y medio.

Y vi que Bulmaro miró su reloj, seguía esperando a don Refugio, que creo no llegó a abrir con puntualidad porque según tuvo que romper un pedazo de cristal de la puerta por haber dejado adentro las llaves de la peluquería y de su departamento. Bulmaro se desesperó y se fue.

Le urgía cortarse el cabello porque por la tarde cerraría temprano su taller, había invitado al cine a Marión. Marión estaba aprendiendo corte y confección con doña Estela, quien ya no abastecía porque la catequesis le quitaba horas por la tarde y ya tenía algunas cortes de tela para hacerles faldas y pantalones a algunas de sus clientas. Entonces Marión tenía las tardes libres porque doña Estela le enseña por la mañana.

Dejé fluir el tiempo. Disfrutaba de ir recorriendo la banqueta del camellón que estaba. Ahora no había gente haciendo sus ejercicios matinales, que porque un nutriólogo se los recomendó o paseando muy temprano a sus mascotas.

–¿Pero de dónde sacas tanta cosa, cómo es que supiste todo esto?

–Como te vuelvo a decir: me tuve que regresar porque no estaba seguro de haberle cerrado a la llave del cilindro.

josecruzdominguez@gmail.com