Amable y afectiva, así se le pudo ver en Xalapa a Selma Ancira, quien es considerada una de las traductoras literarias más destacadas de la actualidad. A pesar de su sonrisa constante y manifiesta felicidad, no pudo evitar señalar en entrevista el poco valor que se le da al tiempo que los traductores invierten para hacer un trabajo de calidad.
La ganadora de la Medalla Pushkin, máximo galardón con el que Rusia condecora a los artistas extranjeros, opina que hay un avance en la inclusión del crédito del traductor en las portadas de libros, pero la tarea aún es larga.
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¿Cuál es la labor de los traductores?
Ancira (Ciudad de México 1956) cree que sería “un gran detalle” pensar a la traducción como creación, como un ejercicio para el cual es necesario estar frente a un texto en otro idioma, pero con una mochila llena de lecturas, conocimiento, creatividad y sensibilidad.
“No somos Google, no pasamos un texto de un idioma a otro, somos investigadores, creadores y seres humanos sensibles a la mirada de otros, a aquello que les rodea, de cómo lo comprenden y de cómo lo hacen suyo”.
Entre otros desafíos a los cuales se enfrentan los traductores en la actualidad, opina que se vive una etapa de transición y aún no se ve con claridad lo que sucederá con textos electrónicos con circulación de libre acceso, “pero algo deberá hacerse”.
En Xalapa, ciudad que cuenta con licenciaturas en Lengua y Literatura Hispánicas, así como en Idiomas, exhorta a los jóvenes a no desanimarse, pues si bien “no es un camino fácil ni mucho menos cubierto de rosas, sí hay grandes satisfacciones”.
“Traducir sigue siendo un tanto invisible, pero no por eso las nuevas generaciones deben desistir de su estudio. Es un camino largo, arduo, pero uno está en un crecimiento constante, libro tras libro, ¿y qué más se le puede pedir a la vida si no es desarrollo, crecimiento espiritual y saberse útil para el mundo?”, cuestiona.
¿Qué es lo que más traduce Selma Ancira?
Con 66 años de vida y el reconocimiento como referente de la traducción al español de literatura rusa y literatura griega moderna, cree que es buen traductor quien ama su oficio, quien se apasiona, quien tiene la convicción de que lo que traduce servirá para el conocimiento y crecimiento espiritual de quien lo lea.
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“No es necesaria una literatura muy profunda, más bien es que haya pasión, crecimiento, disfrute… cuando traduces eso es lo que transmites y esa es una de las mejores maneras para llegar al público”.
La traductora mexicana, con residencia en Barcelona, España, rememora con alegría su primera traducción literaria, en el lejano 1981, y la describe como un “enamoramiento casual, con magia y hechizo”.
“Me metí al libro y empecé a pensar cómo podía transmitir eso que empezó a formar parte de mi piel, de mis poros, de mis ojos, de mi todo. Decidí que esa experiencia no la cambiaría por nada”.
En 41 años de profesión, ha traducido la obra de Marina Tsvetáyeva, Pushkin, Dostoievski, Bunin, Bulgákov, Pasternak, Seferis, Ritsos, Kampanelis y María Iordanidu, solo por mencionar algunos nombres.
“He procurado traducir a quienes están en concordancia con mi alma, con lo que comulgo, con lo que me siento bien, con lo que yo haría si fuera escritora de obra propia. Todos los libros que he traducido corresponden a un periodo mío, de búsquedas; cada uno tiene una razón de ser y es parte de mí. Yo definitivamente no sería quien soy sin los autores que han llegado a mi vida”, declara.
Gratitud por la vida
Aunque para Selma Ancira el teatro es su elemento, allí donde se siente cómoda y en recuerdo constante en las plateas con su padre —Carlos Ancira—, afirma que es en la prosa donde encuentra su mar inagotable.
En su estancia en Veracruz, la traductora visitó Córdoba, Xalapa y Coatepec… Cumplió además el sueño de recorrer una finca cafetalera y disfrutó la puesta en escena “Carta a Orestes” de Iákovos Kambanelis. También presentó el libro homónimo que ella tradujo y forma parte de la Colección Ficción de la Editorial de la Universidad Veracruzana.
A Selma, la profesionista y la mujer de sonrisa constante, entre otros legados se le debe ya el haber descubierto al público hispanoparlante la obra de Marina Tsvietáieva, de quien ha traducido casi la totalidad de su prosa. Ella expresa su gratitud porque, piensa, su vida no ha sido en vano.