Jalcomulco, Ver.- “Yo ya le entregué mi alma a la Pachamama”, dice el curandero Antonio Ruiz García con orgullo, al mismo tiempo que esboza una sonrisa para enseguida señalar con el dedo hacia la tierra, a quien él rinde tributo como jefe supremo de los “Enlodados”, personas agrupadas en defensa de su territorio.
En Jalcomulco, en la zona central de Veracruz, a los “Enlodados” su pueblo los identifica como “alegres ritualistas”. Y es que surgieron en el inicio del siglo XXI con el carnaval del municipio. Su misión es comandar las comparsas de los desfiles cubiertos de tierra.
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Antonio Ruiz, quien está próximo a cumplir los 60 años, ve como un honor representar al contingente de mujeres, hombres, niñas y niños a quienes les importa el cuidado de la naturaleza, de la tierra donde crecen los frutos que llevan a su mesa y de su caudaloso río “Los Pescados”.
“No se trata nada más de recibir sino de cuidar, valorar y agradecer”, expresa el chamán, quien es nieto de Beatriz, una bruja a quien —dice— “poderes muy fuertes” le dieron muerte en el municipio de Tlaltetela.
Rodeado de sus seguidores, entre sahumerios, ramas y tambores, rememora a su madre, quien se estaba ahogando en el río cuando tenía siete meses de embarazo. “Ella me tenía en su vientre, pero aquí estoy. No sé leer ni escribir, pero sí sé que los poderes naturales no se equivocan. La Madre Tierra es lo más sagrado y casi a toda la gente se le está olvidando”.
Fomentar el cuidado del medio ambiente y reconocer la fuerza de los cuatro elementos —tierra, agua, fuego y aire—, reitera don Antonio Ruiz, es su misión y la de los “Enlodados”.
“Yo sé por qué hablo. Yo sé el poder de los elementos. Camino en el monte, en las noches, a pie pelado, y lo que les digo a todos es que ya no hay tiempo, hay que cuidar el planeta”, expresa para luego asegurar que en Jalcomulco la gente sabe apreciar los regalos y no permitirá invasiones de ningún tipo.
Los “Enlodados”, entusiastas, dicen que su mensaje se escucha en “Jalco”, pero ya también ha sonado en otras partes del estado, pues se empieza a saber de ellos y su amor por su lugar de origen.
Destacan el escudo del pueblo, el cual habla de la esencia de su gente: al centro hay una olla de arena de donde sale un frondoso árbol frutal. También se aprecian las aves, el río y el puente colgante, vínculo entre el campo y el pueblo rodeado de montañas.