/ domingo 12 de abril de 2020

Sinfoniando y de concierto/La fermata y el tiempo

La cuarentena, una respiración colectiva profunda y prolongada antes de comenzar la siguiente fase de nuestras vidas

Amable lector, continúo esta columna, de mano de la anterior, usando la reflexión del compositor y amigo Ricardo Lorenz: "Estábamos viviendo y, de repente, fue como si alguien nos hubiera presionado el botón de pausa. Nadie sabe cuánto tiempo pasará antes de que se vuelva a presionar el botón de reproducción.”

Quienes hacemos música estamos bastante familiarizados con pausas de duración no especificada, las llamamos fermatas.

Iluminemos ahora las diversas aproximaciones con que nos proveen los compositores: bien sea generando tensión, drama, afugias; o creando calmas, certezas, reflexiones con las que imaginar el resto de la obra. A menudo, escuchando a los grandes maestros logramos escucharnos mejor a nosotros mismos.

1) Una fermata puede denotar tensión. El ejemplo ideal de esta aproximación nos lo regala, brillantemente, Beethoven. El genio de Bonn insertó no una sino dos fermatas en los primeros cuatro compases de su quinta sinfonía, donde la primera fermata llega en los primeros dos segundos de una sinfonía de cuarenta minutos. Al hacerlo, Beethoven le dio al mundo uno de los comienzos con mayor suspenso y coeficiente de memoria colectiva en la historia de la música, uno que la audiencia nunca quiere perderse.

2) Una fermata, por otro lado, puede reflejar calma. J. S. Bach, por ejemplo, usó la fermata en sus corales no para crear suspenso o crear tensión, sino para recordar a los cantantes que se relajen y respiren juntos antes de comenzar una nueva frase musical. Un signo de puntuación para una congregación deseosa de participar en el acto musical. Es esta perspectiva en donde Bach demuestra el efecto de tomar sobre nosotros una cantidad de tiempo no especificada, especialmente cuando lo hacemos colectivamente, trayendo calma y certeza a un agitado contexto. Es como una llamada al orden, una señal para recopilar los pensamientos y las energías de todos antes de continuar.

3) Una fermata también es una oportunidad para reflexionar. En casi todos los conciertos solistas (bien sea para piano, violín, cello, flauta, etc…) la premisa del compositor es demostrar las capacidades y habilidades de un ejecutante contra un trasfondo orquestal, a la que entonces llamamos el acompañamiento. Hay un momento mágico hacia el final de alguno de los movimientos donde la orquesta recibe la instrucción de detenerse para que cada solista interprete una versión libre del material musical (algunos incluso improvisan esta sección). Excepto la persona ejecutando la parte solista, nadie conoce la duración de la pausa, todos deben prestar firme atención para poder salir de esta fermata juntos.

4) A veces las fermatas no están escritas. Sí, es cierto, a veces los directores nos tomamos la libertad de incluir pausas no escritas para enfatizar lo que consideramos es la intención depurada del compositor. Es una decisión cercana a la de los grandes oradores, quienes logran que sus pausas estén preñadas de significado, así el discurso no las indique. Piense por ejemplo en el tiempo que le toma a una orquesta empezar un movimiento una vez ha terminado el anterior. Ningún compositor indica la duración de esta pausa. Mahler, por ejemplo, recibió tantos aplausos entre movimientos que al final de su carrera decidió hacer intermedios en la mitad de algunas de sus sinfonías.

Es entonces con la intenciones más optimistas y creativas que invito a todos, compañeros de cuarentena, a imaginarnos viviendo bajo una fermata. ¿Cómo nos está afectando? Bien sea creando tensión y suspenso en nuestras vidas, llamándonos a la calma y la certeza, ofreciéndonos la oportunidad de reflexionar, o acentuando la percepción del silencio entre bloques masivos de sonidos, esta fermata nos ruega que tomemos una respiración colectiva profunda y prolongada antes de comenzar la siguiente fase de nuestras vidas.

Por favor consérvense tranquilos, cuiden su salud, y protejan su esperanza. Juntos veremos el final de esta fermata que aún nos sorprende.

Amable lector, continúo esta columna, de mano de la anterior, usando la reflexión del compositor y amigo Ricardo Lorenz: "Estábamos viviendo y, de repente, fue como si alguien nos hubiera presionado el botón de pausa. Nadie sabe cuánto tiempo pasará antes de que se vuelva a presionar el botón de reproducción.”

Quienes hacemos música estamos bastante familiarizados con pausas de duración no especificada, las llamamos fermatas.

Iluminemos ahora las diversas aproximaciones con que nos proveen los compositores: bien sea generando tensión, drama, afugias; o creando calmas, certezas, reflexiones con las que imaginar el resto de la obra. A menudo, escuchando a los grandes maestros logramos escucharnos mejor a nosotros mismos.

1) Una fermata puede denotar tensión. El ejemplo ideal de esta aproximación nos lo regala, brillantemente, Beethoven. El genio de Bonn insertó no una sino dos fermatas en los primeros cuatro compases de su quinta sinfonía, donde la primera fermata llega en los primeros dos segundos de una sinfonía de cuarenta minutos. Al hacerlo, Beethoven le dio al mundo uno de los comienzos con mayor suspenso y coeficiente de memoria colectiva en la historia de la música, uno que la audiencia nunca quiere perderse.

2) Una fermata, por otro lado, puede reflejar calma. J. S. Bach, por ejemplo, usó la fermata en sus corales no para crear suspenso o crear tensión, sino para recordar a los cantantes que se relajen y respiren juntos antes de comenzar una nueva frase musical. Un signo de puntuación para una congregación deseosa de participar en el acto musical. Es esta perspectiva en donde Bach demuestra el efecto de tomar sobre nosotros una cantidad de tiempo no especificada, especialmente cuando lo hacemos colectivamente, trayendo calma y certeza a un agitado contexto. Es como una llamada al orden, una señal para recopilar los pensamientos y las energías de todos antes de continuar.

3) Una fermata también es una oportunidad para reflexionar. En casi todos los conciertos solistas (bien sea para piano, violín, cello, flauta, etc…) la premisa del compositor es demostrar las capacidades y habilidades de un ejecutante contra un trasfondo orquestal, a la que entonces llamamos el acompañamiento. Hay un momento mágico hacia el final de alguno de los movimientos donde la orquesta recibe la instrucción de detenerse para que cada solista interprete una versión libre del material musical (algunos incluso improvisan esta sección). Excepto la persona ejecutando la parte solista, nadie conoce la duración de la pausa, todos deben prestar firme atención para poder salir de esta fermata juntos.

4) A veces las fermatas no están escritas. Sí, es cierto, a veces los directores nos tomamos la libertad de incluir pausas no escritas para enfatizar lo que consideramos es la intención depurada del compositor. Es una decisión cercana a la de los grandes oradores, quienes logran que sus pausas estén preñadas de significado, así el discurso no las indique. Piense por ejemplo en el tiempo que le toma a una orquesta empezar un movimiento una vez ha terminado el anterior. Ningún compositor indica la duración de esta pausa. Mahler, por ejemplo, recibió tantos aplausos entre movimientos que al final de su carrera decidió hacer intermedios en la mitad de algunas de sus sinfonías.

Es entonces con la intenciones más optimistas y creativas que invito a todos, compañeros de cuarentena, a imaginarnos viviendo bajo una fermata. ¿Cómo nos está afectando? Bien sea creando tensión y suspenso en nuestras vidas, llamándonos a la calma y la certeza, ofreciéndonos la oportunidad de reflexionar, o acentuando la percepción del silencio entre bloques masivos de sonidos, esta fermata nos ruega que tomemos una respiración colectiva profunda y prolongada antes de comenzar la siguiente fase de nuestras vidas.

Por favor consérvense tranquilos, cuiden su salud, y protejan su esperanza. Juntos veremos el final de esta fermata que aún nos sorprende.

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