Los cruzazulinos de corazón tienen muchas cosas en común: el amor, la garra, perseverancia y la fe en que su equipo tendrá un título más, quizá este mismo torneo que inicia “Guardianes 2020”.
Carlos Martín Hernández tiene muchas heridas sin sanar, pero una de las más grandes y que le dejaron lágrimas fue la final del Cruz Azul contra Toluca en 2018, donde jugó César Villaluz, un canterano de la máquina quien tuvo una lesión que terminó prácticamente con su carrera. Fueron derrotados en penales cuando parecían tener el triunfo en las manos.
Tiene 26 años, se hizo aficionado al futbol y más tarde al Cruz Azul. De niño observó un partido del Cruz Azul contra Las Chivas y ahí se encariñó con el color de la playera y el escudo, además de que le gustaba el ritmo del juego que tenían los futbolistas.
Tras ganar la Copa Por México GNP dijo que el sentimiento no es el mismo de haber ganado todo y cerrar bien el año; sin embargo, considera que es un premio al buen trabajo que hizo el equipo, por lo que no es una copa molera.
“Este torneo te da la visión de cómo está tu equipo para encarar la siguiente fase y no sólo los aficionados ven que el torneo es amistoso y no tiene valor ante la Federación Mexicana de Futbol y los mismos jugadores lo reconocen, que esto no es nada, nosotros queremos luchar por el torneo de liga y darle ese premio a la afición que tantos años lo ha exigido”, añadió.
"Jamás le iré a otro equipo"
César Iván Lobato Arcos, hace algunos años, pintó con aerosol el logotipo del Cruz Azul en el techo de la sala de su casa que posteriormente vendió.
“Jamás le iré a otro equipo que no sea el Cruz Azul, aunque bajara a tercera división”, indicó.
Te puede interesar: Rugby en Veracruz, entre adversidades y pasión
Nació en 1971 y empezó a jugar futbol en el 76 cuando tenía apenas 5 años. Desde que empezó a jugar y ante su gusto por el color azul, se empezó a inclinar por el uniforme de los cementeros.
“De ahí a la fecha, no le he ido a ningún otro equipo ni he pensado cambiar ni pienso cambiarme de equipo. Yo trataba de jugar con equipos que tuvieran el uniforme azul y aunque jugué en varios desde pequeño, hasta hace como 8 años que lo dejé, siempre busqué que fueran equipos son uniforme azul o que fueran del Cruz Azul. Me invitaron a jugar varios equipos, porque yo era goleador, pero como sabía que usaban playeras del América no iba”, recuerda entre risas.
“En mi casa, antes, porque la vendí, tenía el logotipo del Cruz Azul arriba en el techo, que cuando me compraron la casa me dijeron que, si se lo podía quitar, pero dije que no, que yo vendía mi casa con todo y el logotipo y dijo que lo iba a cambiar porque era del América. Lo hice muy grande con aerosol porque mi sala era de cinco por cinco y todo el techo lo hice del Cruz Azul”, recuerda de su entonces vivienda en el Andador Seis número 8 en la colonia Lomas del Seminario.
Pasión heredada
Jorge Alfonso Pérez Juárez, de 39 años tiene una afición heredada por su padre que le iba al Necaxa y al Cruz Azul. Fue en una final del 94-95 en que ambos equipos se enfrentaron que debía definirse y decidió irse con el equipo celeste, entre las lágrimas.
Ahora conserva algunas playeras, aunque pocas, porque se convirtió en papá y las prioridades van cambiando, además de llaveros, portadiscos, vasos, tazas, muñecos, bufandas y costalitos de cemento Cruz Azul; pero su gran tesoro es una bandera que conserva desde el año 97 de las que venden afuera del estadio a la que le pintó la octava estrella, autografiada por Carlos Barra.
Las burlas hacia su equipo llegaron a molestarle mucho. Recuerda incluso discusiones con su madre y su pareja, pero decidió “bajarle unas rayitas” a su euforia para no deprimirse y evitar tener problemas: “Ahora a veces yo mismo hago bromas de la subcampeonitis, y demás”, añadió.