De jugar en El Campito hasta enfrentarse contra Pelé: la historia del "Cacala" Blanco

Roberto Blanco Carrillo, primer futbolista xalapeño en jugar en Primera División, recuerda que al llegar al puerto de Veracruz a pedir una oportunidad en los Tiburones Rojos, dormía sobre unos cartones en una bodega del IMSS y comía los menús del mismo hospital

Julián Rodríguez | Diario de Xalapa

  · miércoles 12 de febrero de 2020

Foto: Julián Rodríguez | Diario de Xalapa

Xalapa,Ver.- “Aquí nos sentábamos con la palomilla para ver el beisbol mientras nos comíamos unos pambazos con frijolitos y chicharrón”, recordó Roberto Blanco Carrillo, llamado popularmente el Cacala, al regresar el reloj del tiempo y trasladarse a su niñez en sus inicios dentro del futbol amateur.

Un espacio pequeño conocido como El Campito ubicado en lo que hoy es el Complejo Omega era el sitio de reunión de varios chamacos que hace más de medio siglo jugaban al futbol. “Era un hueco donde echábamos la cáscara todos contra todos… a veces lo hacíamos descalzos ¿Te imaginas cuando llovía? n`ombre, eso se ponía chingón, te llevabas unas friegas”, dijo mientras reía al acordarse de sus vivencias y travesuras de pequeño.

No olvida cuando a los 10 años de edad le llevaba la comida a su papá en la otrora fábrica de hilados y tejidos de El Dique, donde debía pasar con mucho cuidado porque por su paso se reunían unos niños de ese barrio que siempre le gritaban improperios “chin… tu m… Cacala, te vamos a partir la m… la verdad me hacía pendejo y no volteaba, salía en chinga”.

Foto: Cortesía | Roberto Blanco Carrillo

Sin embargo, esos fueron los inicios del mítico futbolista xalapeño, quien se convirtió en el primer jugador local en llegar a la Primera División del balompié mexicano.

Adentrarse en su plática fue fácil, se deja uno llevar por la historia del ahora legendario exfutbolista, quien llegó el día de salir a buscar su destino en el futbol, dejando de lado los estudios.

No me gustaba la escuela, la verdad nunca fui bueno, siempre me expulsaban. Recuerdo que mi mamá me decía vete a la escuela a estudiar, pero en respuesta le comenté que mejor me iría a probar con los Tiburones Rojos, ella no sabía lo que era eso y por eso me preguntó, y es que mis padres nunca me llevaron de la mano al futbol, es más a mi papá le gustaba el beisbol

Pero no sólo imaginó jugar en el máximo circuito, sino que se dio a la tarea de cristalizar ese sueño y viajó al puerto jarocho para pedir una oportunidad.

Fue agradable esa época, la verdad no puedo negar lo hermoso que es este deporte, pese que al llegar a Veracruz me hospedé en una bodega del IMSS donde dormía en unos cartones y unas esponjas y mi comida era la del hospital, pero lo digo con honor y orgullo que era feliz, no necesitaba dinero ni nada más porque siempre fui un hombre que comía frijoles, chile y tortillas

Ya estando en el equipo conoció a las glorias de los escualos como el Loco Aussín, Chucho Hernandez, Hugo Frank, Hugo Herrera, Tranquilino Herrera y Pedro Elizondo, entre otros. “No me fue muy bien porque el auxiliar del DT de ese entonces me dijo que tenía que fortalecerme y me enviaron a Segunda División con el Poza Rica, donde a los 16 años debuté contra el Zacatepec, con el que jugaban Raúl Cárdenas y el Güero Jasso”.

Su estancia en los escualos decidió terminarla y volver a Xalapa, donde se enroló con los Delfines de la Universidad Veracruzana, con el que tuvo destacadas actuaciones siendo incluso el goleador a pesar que era medio de contención.

Ese equipo me hizo madurar y fortalecer mi futbol. Era el capitán y el que metía los goles, tenía una técnica depurada y tras dos temporadas en Tercera División, a los 19 años pensé en jugar con América, Necaxa, Atlante, Toluca y Pachuca, pero me decidí por este último ya que no había muchos jugadores

No olvida cuando un personaje de nombre Fluvio Vista Altamirano, señor de futbol de esta ciudad le otorgó una carta de recomendación para que se presentara en Pachuca.

Tras la presentación personal que hizo ante el presidente del club tuzo, Blanco Carrillo entrenó con el equipo durante 10 días y se quedó. “Me daban mil 500 pesos, hospedaje y alimentación, fue bonito, aunque en un partido contra el Puebla les anoté un gol y terminaron por comprarme por 135 mil pesos, de los cuales me tocaron 35 mil”.

Pero prácticamente su estancia en el equipo camotero no fue del todo bien, ya que la relación que tenía con el polémico Emilio Maurer no era buena. “Me dijo don Arpad Fekete, entrenador de los Pumas que solicitaban mis servicios, sin embargo, cuando le dije a Maurer me contestó ´que me hablen ellos”, y la negociación se vino abajo, fue que nos dijimos de todo y hasta nos mentamos la madre”.

Una anécdota que le marcó su vida fue que tenía el nivel de juego para integrar la Selección Mexicana en 1970, pero por motivos de dinero no fue llevado. “Me dijo Enrique Álvarez Vega, ´oye Blanco, me pidieron 100 mil pesos´ había que mostrarse, pero era mucho dinero”.

En 1975 decidió jugar en los Estados Unidos, donde militó con el San Antonio Thunders, con el que tuvo el privilegio de conocer y jugar contra el rey del futbol mundial Edson Arantes Do Nascimento, Pelé. “Me tocó la honrosa oportunidad de jugar contra él que defendía al Cosmos de Nueva York, lástima que en esos tiempos no existían los celulares porque no nos tomamos ni una foto con él, éramos pobres”.

Así llegó el día que colgó los tacos, lamentándose no haber continuado dentro del futbol como director técnico. “Tuve varios entrenadores, Carlos Miloc, Jorge Marik, Enrique Alvarez Vega y al más grande de todos como lo es don Nacho Trelles, la regué al alejarme de él porque hoy estaría de entrenador en un equipo de Primera División”, reconoció.

El tiempo llevó a Roberto Blanco Carrillo a ocupar varios cargos públicos importantes en Veracruz como el de director del Instituto Veracruzano.

Hoy Roberto Blanco sigue su vida de manera normal. Aquellos tiempos de niños cuando con sus amigos iba a cortar jinicuiles, nadar en los lagos del El Dique, pelearse a charpazos y jugar descalzos en El Campito con tremendo aguacero ya se acabaron, quedaron sólo en la mente de su protagonista, quien es hoy sin duda la máxima leyenda del balompié xalapeño.