No es para menos que el rejoneador Pablo Hermoso de Mendoza se despidiera con todos los artilugios de un México cabal que defiende y escuda los pueblos indígenas y que respalda una fiesta mestiza con un peso cultural del siglo XI.
En el magno festejo, Pablo Hermoso de Mendoza alzó dos orejas para encumbrarse triunfal en su tarde de despedida. Las Golondrinas fueron colofón para despedir al navarro al unísono de la ganadería de Los Encinos.
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Patriótico más que sentido , el inicio del festejo, arropado por el himno nacional y el despliegue de la bandera mexicana. Al grito de “libertad” y “México”, la afición dio la bienvenida al aniversario 78 de la Plaza México.
El cartel lo conformó Pablo Hermoso de Mendoza; a pie Ernesto Javier “Calita” y Arturo Gilio, quien confirmó su alternativa con el toro Carlos Herrado con el número 61 y en la Romana dio un peso de 485 kilos.
Eléctrico, Gilio, en lances a la verónica
Puya corta para quitar (o quitase las moscas) con tafalleras y gaoneras de una precisión de reloj suizo. Vaya que expuso el joven de La Laguna.
Abrió faena el torero de rodillas para recetar una serie por derecha de mucho empaque.
Sus tres primeras tandas fueron muy a la española: tres pases y el de pecho, y eso aquí no sirve. Intentó rectificar, pero en la México el amor es a primera vista. Mire usted que el toro tenía música, pero faltó ritmo. Mató de estocada, la misma que le valió la oreja. Vuelta al ruedo sin más procedente.
Calita se fue de rodillas, la antesala a Pablo Hermoso en la México
“Calita” se fue a los medios de rodillas (ya no hay quien se vaya a porta gayola) para pegarle una larga cambiada y reponerse para torear a la verónica y chicuelina con gusto, como tomar café por las mañanas. Llevó al caballo magistral también por chicuelinas y quitó por navarras excelsas.
Detalle “precioso” que al regresar los trastos a Gilio, Ernesto no pidió permiso antes al juez. Mal en formas y de autoridad.
Pero el espigado torero borró el detalle con una tanda por derecha de gran magnitud y entendió lo que le ofreció el toro; volvió al ataque con esa mano para alegrar al cotarro, pese a que el toro le punteaba la muleta. Se dejaba alcanzar; posiblemente la distancia no entendida del torero fue el factor en sus tandas restantes. En los estertores de su labor se adornó con una serie y explotó al tendido para tirarse a matar para dejar una estocada delantera que bastó. Petición que se hizo bien para una oreja.
Para el segundo de Ernesto la gente se quedó con el “olé” en la garganta, pues el torero nada más toreó de tres en tres muletazos, cortado la bondad del toro que pedía tandas de cinco. Está puesto para España, pero en México se necesita ligazón y conjunción. De momento, “Calita” ya está pensando en Madrid, aunque con esa forma de matar al toro que toreó no hay más que pensar. Una salida al tercio fue un premio animoso.
Pablo Hermoso abrió la confirmación
Pablo Hermoso salió en tercer lugar, abriendo confirmación. Siendo la fiesta para el navarro, no descuidó nada para lucir en pleno, lleno de elegancia y pundonor, dando las ventajas al toro para exponer un toreo humilde y soberbio al mismo tiempo. Lo mató de un rejón delantero que opacó su enorme actuación, pero quedó su sinfonía que no es para todos los oídos. El juez otorgó una oreja.
Al segundo toro de Pablo, la gente rompió y lo despidió con una oreja más y despedirse en una tarde muy pletórica.
Le faltó romper
Arturo Gilio no se acopló a la embestida del oponente. Y en la México, en una fecha trascendental, había que montarse en los pitones del toro. Gilio optó por su concepto, y no es malo, pero esta tarde había que echar la carne del norte al fuego. Mató de estocada que le valió los aplausos.