Los mariachis callaron. Una vez más, como cada cuatro años, el sueño se acabó en los octavos de final. Qué más hubieran querido los hinchas que se dieron cita en el Zócalo capitalino, que desfilar juntos hacia el Ángel de la Independencia, aquel fiel acompañante de los triunfos. Hoy se quedó solo.
Los sentimientos y las emociones estuvieron a flor de piel, los sueños, las ilusiones, pero al final, solamente se quedaron en eso.
Enfundados en las camisetas verdes, los aficionados estuvieron al filo de la butaca. Aplaudieron a Ochoa en cada lance, vitorearon a la zaga en cada cobertura, gritaron con cada aproximación, pero también enmudecieron frente a los goles brasileños.
Poco a poco, los mexicanos abandonaron el primer cuadro de la capital azteca. La ilusión se terminó, México fue eliminado, pero al final, la fiesta de cuatro partidos generó unión en los mexicanos.