Xalapa, Ver.- “Hey chamaco, aquí está mi maletín llévamelo a la Arena Xalapa”, esas palabras quedaron grabadas en la memoria del pequeño Víctor Gabriel, ya que fueron su pase a un mundo de fantasía, color y magia como lo es la lucha libre.
En ese entonces tenía siete años de edad, eran los tiempos cuando caminar solo por las calles de la ciudad no representaba algún peligro, incluso desde esa temprana edad andaba en el mercado Jáuregui, pues su sagrada madrecita desde poco más de medio siglo atiende un negocio de antojitos.
Su gusto por el llamado arte del Pancracio nace desde muy niño cuando se plantaba frente al televisor para ver las películas de luchadores como El Santo, Blue Demon o Mil Máscaras, sin embargo, él admiraba a otro gladiador, a un personaje de origen letón nombrado Wolf Ruvinskis.
A mí me gustó este deporte por la dualidad de los luchadores, pero veía las películas donde él salía e inconscientemente me identifiqué y dije de aquí soy
Pero no olvida ese momento cuando vivió por vez primera la experiencia de introducirse al fantástico universo de la lucha. “Fue allí cuando le cargué el maletín a un luchador de nombre El Mastín; ese empezó a ser mi pase de entrada a la lucha libre, allí empecé a sentirla, a vivirla”, dijo.
Desde aquel día han transcurrido muchos años, 49 para ser exactos en la vida de Víctor Gabriel Peralta Mella, hoy conocido en el argot luchístico como Gabriel o Gabriela, un luchador ejemplar dentro y fuera del ring.
¿Pero quién es realidad nuestro personaje? ¿Es ángel, demonio o quimera?
Gabriel o Gabriela es un ser humano normal, común y corriente que tuvo la oportunidad de conocer la lucha libre y que a través del tiempo ha vivido circunstancias difíciles como quedar paralítico, pero también pertenecer a una de las empresas de mayor prestigio en México como lo es Triple AAA
No olvida que cierto día el orgullo lo levantó y se agarró con todas sus fuerzas de ese sentimiento para no claudicar.
“La verdad me costó trabajo ser luchador, pues al llegarse el momento tenía 16 años y simplemente en la arena Xalapa me dijeron 'tú no tienes el peso, no puedes ser candidato', al poco tiempo supe que abrieron la Arena Olimpia y el club Apolo y allí sí me dieron la oportunidad de entrenar, pero sí fue difícil porque antes para aprender este deporte había que sudar sangre, era muy celosa la lucha libre; gracias a Dios sigo aquí por orgullo, no porque fuera muy valiente o muy aferrado, pues me hicieron tragar todo, de hecho fui a parar a un hospital por la tranquiza que me dieron, y me advirtieron ´si mañana no vienes ya no te presentes, olvídate de la lucha libre´ y mírame aún aquí estoy”.
EL DOLOR MAS GRANDE
A su mente llegó cuando sufrió una severa lesión que lo tuvo al borde del retiro, pero sobre todo de estar encadenado a una cama: “Ese ha sido el más grande dolor, estar postrado en una cama durante casi un año por fisuras en la cuarta y quinta vertebra y tener más de 20 años de edad y que mi mamá me tuviera que bañar y cambiar… fue doloroso, pero gracias a Dios son experiencias que quedan en el recuerdo y que te hacen valorar a la vida y a tu gente”.
SU DEBUT
Tras varios años de intensos entrenamientos, en los que prácticamente los iniciados sirven para costales, le llegó el ansiado debut, pero lo hizo con nombres como el Chivo Pérez y el Señor Misterio, sin embargo, no tenían el arrastre esperado.
“Alguien me había propuesto que cambiara al estilo exótico, pero sentía mucha vergüenza, aunque al final me convenció y luego hasta yo le decía estas pinturas salen muy buenas, con estas cremas te maquillas mejor”, expresó con una sonrisa picaresca.
El Tirantes intentó con apodos como el Bello Francis o Dorian, pero no encajaba a lo que Víctor Gabriel pretendía. “Llegó Gabriel o Gabriela y con él me identifiqué porque después de ser rudo tuve la oportunidad de luchar como tal o también de técnico porque es la dualidad, me gustó porque puedo fungir como exótico o como macho”.
Ese nombre le dio la aceptación total entre la afición. “Por eso trato de ser ambivalente, mezclar la parte exótica con la parte ruda y pícara, darle variedad a lo que la gente le gusta, porque a ellos me debo y al son que me toque yo les bailo”, comentó.
FUERTE RIVALIDAD
En el mundo de la lucha libre hay rivalidades, unas incluso terminan en trágicos desenlaces, y nuestro personaje sostiene un pleito añejo con otro grande de la lucha libre local como lo es el Perro Mocho. “Esa rivalidad no se ha acabado, de hecho, hemos buscado un promotor que se arriesgue a aventar una lucha de cabelleras o del retiro, pero ahora sí firmados ante un notario y el que pierda se retira definitivamente”, lanzó el reto.
EL ADIÓS
Su retiro de los enlonados no está muy lejos, él lo sabe. “Está cerca, pero me gustaría hacerlo retirando a un grande, pero si en determinado momento ya diste lo que tenías que dar es mejor decir adiós, porque no quiero saber lo que es un abucheo de la afición que es la que te dice cuando ya estás mal”.
SU OTRA VIDA
Como Víctor Gabriel lo afirma, hoy de la lucha libre no se puede vivir por lo que atiende su local de antojitos en un lugar estratégico del popular mercado Jáuregui.
Este ha sido el negocio de mi madre doña Gabriela Mella durante 53 años, y aunque ella no puede estar aquí sigue preparando los productos, pero el que se hace responsable soy yo, eso ha significado que casi no salga a luchar porque dejo el negocio y francamente con él nos mantenemos el día de hoy
Y de la misma forma como llegamos a platicar con él así nos retiramos del lugar, dejando al luchador en su mundo de fantasía, magia y color, pero mostrando claramente que Gabriel o Gabriela ya no es un luchador, ya es una leyenda que va más allá de ser hombre o mujer, de representar el bien o el mal, de ser técnico o rudo, un ángel o un demonio.