En el cuadrilátero de la vida, Moisés Calderón Mestizo salió bueno para los “cates”, paras los combates y las llaves. Hoy, cuando el xalapeño tiene 68 años de vida, hace fiesta por medio siglo de encuentro con la lucha libre, el deporte que le ha dado a México una identidad en el mundo.
A Moisés, dice con orgullo en entrevista, la lucha le ha dado más que una imagen. Y es que en el ring o como artesano mascarero ha podido desarrollar habilidades inimaginables, a veces con el brazo arriba y otras, a ras de lona.
¡Los rudos, los rudos, los rudos!, en ese bando se ha colocado quien se pone una máscara y deja que fluyan la magia, las poses, los movimientos, la mirada pícara o retadora, las carcajadas por saberse ya un personaje que desde lo local ha logrado traspasar fronteras y alcanzar la internacionalidad.
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Retirado en el 2000 como Dragón Killer, también fue Cara Meca, Pato Donald, Dragón Azul, Dragón Fuego, Dragón Rojo, Dragón Espacial y, durante 10 años, también luchó con la máscara de Huracán Ramírez.
¿Por qué se llama Dragón Killer?
"Porque la fuerza, la energía desbordante, el fuego y la garra lo acompañan hasta el día de hoy". Y sí, dragón, por su capacidad de recuperación ante hechos y situaciones límite. A cuestas carga la pérdida de uno de sus dos hijos en circunstancias no narrables.
Dragón Killer se erige pues como una leyenda. Tuvo presentaciones en el país y en el extranjero. Viajó, cobró por sus combates, conoció otras culturas y descubrió lo que él llama el “folklore” de la lucha libre en todo su esplendor.
Así como tiene nítidos los recuerdos de su retiro en Tijuana, también le resultan inolvidables los de su primer “encontrón”, cuando corría la década de los 70 y en Xalapa se vio cara a cara con el “Bombero”: “Yo le rompí la ceja y él me rompió la boca”, dice para luego reír a carcajadas. La lucha libre le ha dado de comer a él y a su familia. Quién lo diría, al éxito y sus máscaras oficiales suma la de un hombre que vivió una infancia difícil y un acercamiento a la educación escolar hasta sexto año de primaria.
Formado en la cultura del esfuerzo, dice con orgullo haber desempeñado varios trabajos, desde albañil hasta manufacturero y diseñador de piñatas artísticas. También laboró entre tintas, papeles y máquinas. Fue prensista.
En el área del deporte, además de la lucha libre practicó en su adolescencia el karate y tuvo combates de “full contac”. Asegura que a los 17 años, con espíritu curioso e inquieto, empezó a conocer también los secretos del boxeo.
Moisés Calderón expresa ser un hombre de metas, por eso cuando decidió que le entraría a la lucha libre se aplicó con tres años en el gimnasio. Ahora, cuando ve hacia el pasado, sabe que la disciplina y el compromiso son fundamentales en el oficio o profesión, en el deporte, en la familia y en cualquier meta trazada.
De luchador aguerrido a artesano de máscaras
Sin duda, para Dragón Killer entrenar y subir al cuadrilátero fue durante mucho tiempo un ritual en el que no faltaban los gritos, las porras o las rechiflas, los cuerpos emanando sudor y el cerebro al mil con la adrenalina. Fueron buenos tiempos pero expone que disfruta aún más su faceta de artesano. Y es que acumula 40 años de hacer máscaras.
Los diseños propios y las réplicas de máscaras de luchadores famosos de quien también es conocido como “el Samuel” las halla lo mismo en México que en colecciones particulares en otros países.
El reconocimiento al veracruzano se entiende cuando ve uno su taller, un lugar donde hay colorido, diversidad de texturas en las telas e hilos de la mejor calidad. Lo anterior no lo es todo, haber vivido la lucha libre y conocer a las personas que hay detrás de las máscaras es lo que, considera, le da un carácter especial a lo que hace.
Aunque todo depende del diseño, en promedio tarda de dos a cuatro horas en hacer una máscara y los precios varían dependiendo de la tela, pues las hay de 500, 800, 2 mil y hasta 4 mil pesos. Dragón Killer no pierde vigencia. En pandemia se le conoce más por crear cubrebocas a partir de las máscaras de luchadores: “¡Ha sido un éxito! Afuera de la casa ha habido filotas y han hecho pedidos de Francia y otros lugares”.
“Hacer máscaras está superando las satisfacciones que me dio ser luchador”, asegura el xalapeño, quien del cuadrilátero y el taller de costura este mes llega a la Casa de Cultura de Coatepec al lado de artistas gráficos.
Lo hace con un reconocimiento bajo el brazo otorgado por el Instituto Veracruzano de Cultura por “contribuir a la preservación de un deporte que ya es una tradición mexicana”. La lucha diaria continúa para Moisés, quien aprovecha para decir que su combate más largo, el de la vida, ha sido más sencillo al lado de su compañera, la modista Josefina Méndez.
Por el momento, los días son tranquilos, interrumpidos por los ladridos de Bruno y Sam, pero pronto vendrán tiempos de fiesta por las bodas de oro al lado de la persona con quien todavía espera emprender muchos viajes más a bordo de su motocicleta, la aliada de la pareja que entre sus placeres tiene rodar con el viento en el rostro y la mirada puesta en el horizonte.