La noche del 22 de octubre de 1968, Felipe Muñoz Kapamas tenía una cita con la historia. Y llegó justo en el momento para escribir una de las páginas más brillantes del deporte mexicano. Apenas tenía 17 años, pero hizo retumbar desde sus cimientos la Alberca Olímpica Francisco Márquez; ganó para el país la primera medalla de oro de los Juegos Olímpicos de México 1968.
Fue en la prueba de los 200 metros pecho, y se impuso nada menos que a quien en ese entonces era el campeón del mundo, el ruso Vladimir Kosinski. Fue una noche mágica, en la que el “Tibio” puso en alto el nombre de México.
Con motivo del 50 aniversario de los Juegos Olímpicos que se llevaron a cabo en nuestro país, el Diario de los Deportistas llevó a Felipe Muñoz, ahí, justo al escenario de su gran triunfo para que hablara desde sus inicios en la natación, su andar para llegar a la selección nacional, de cómo vivió su triunfo y su orgullo de ser el único mexicano en ostentar una medalla de oro en la natación, porque después de medio siglo, simple y sencillamente no se ha vuelto a conseguir hazaña similar nunca más.
LOS INICIOS
La historia que vivió Felipe Muñoz en la niñez fue incierta, llena de altas y bajas en el seno familiar, de sucesos de toda índole, pero con entereza supo solventarlos y salir adelante. Hijo de padres divorciados, siendo el mayor de cuatro hermanos, tuvo “la suerte de que mis papás me inscribieran en un centro deportivo en la colonia Roma llamado Vanguardias, cuando tenía apenas siete años. En esa época mis papás empezaron a tener problemas, y eventualmente se divorciaron.
Fue una etapa difícil, ya nadaba y ahí era donde podía llorar, me sentía impotente para resolver los problemas que había, y nadar me servía de terapia”, cuenta el famoso “Tibio” Muñoz.
Para 1962 empezó a entrenar en la Unidad Independencia bajo el mando del profesor Arturo Rivera.
“Competíamos contra otros clubes, ahí ya había mejores nadadores, una alberca de 30 metros que me sirvió de mucho, ya que yo nadaba en una de 18. Por diferentes razones me fui a la Unidad Morelos, del Seguro Social, y ahí fue también un cambio importante de mi vida deportiva, a una alberca de 50 metros, donde había nadadores de calidad, campeones nacionales, de primer nivel; y el nivel de entrenamiento era de nadar hasta cuatro mil metros”, relata.
LLEGA A LA SELECCIÓN
El Comité Olímpico Internacional otorga la sede de los Juegos a México en 1963, lo que resultó un acontecimiento importante para el país. Para Felipe fue una odisea llegar a ser seleccionado nacional, pero su entereza lo sacó adelante y logró, con enorme esfuerzo, cumplir su primera meta.
“Ya tenía la semillita que habían plantado mis papás de hacer algún deporte y mi ilusión era representar a México, pero cuando sale la oportunidad de hacerlo y aquí, en mi país, me brincó más la motivación.
La primera instalación olímpica fue el Centro Deportivo Olímpico Mexicano (CDOM), se lanza la convocatoria para integrar las selecciones nacionales de todos los deportes para ir al CDOM, a donde llegamos más de cien deportistas en mi especialidad para que nos vieran. Yo ya tenía alguna experiencia en competencias nacionales, pero ninguna a nivel internacional.
De esos cien que llegamos, nos quedamos 50; llega el primer entrenador internacional que contrata el Comité Olímpico Mexicano y la federación, una de las personas más prestigiadas como entrenador, un húngaro que se llamaba Abella Reiki. Nos observa a todos y hace una separación de 15 por un lado y 35 por otro y dice: ‘sólo voy a entrenar a estos 15; y yo no estaba entre ellos’”.
Empieza a trabajar más en serio con los elegidos. Estaban Guillermo Echavarría, Juan Alanís, Gabriel Altamirano, Rafael Hernández, todos campeones nacionales.
“Yo sólo había ganado algunas medallistas, pero no era el mejor de México en mi estilo. Abella se llevó a esos 15 nadadores a un campamento a Hungría por varios meses y nos dejó solos aquí, es cuando la federación se preocupa y Javier Ostos Mora decide traer a otro entrenador para nosotros y platica con James ‘Doc’ Counsilman, considerado el mejor entrenador del mundo; él no pudo venir pero recomendó ampliamente a su asistente, el joven Ronald Johnson”.
RONALD JOHNSON
Con pocas credenciales como entrenador, Ronald acepta venir a México para hacerse cargo de los nadadores que no tenían mucha actividad, él fue la clave para que Muñoz Kapamas obtuviera el éxito. “La primera plática que tuvimos se me quedó grabada, simplemente nos dijo: ‘voy a hacer de ustedes los mejores nadadores de México, que tengan oportunidad de competir dignamente en los Juegos Olímpicos y pelear las medallas’. Disciplina y entrega completas”, recuerda.
“Esa primera plática significó mucho para mí, sabía que había llegado una persona que nos iba a llevar por el camino correcto. Nos puso unos ejercicios muy fuertes, pero sabía que eso nos serviría”, narra Muñoz, al tiempo que parece hacer un rápido viaje al pasado.
REGRESAN LOS "EUROPEOS"
Vieron la llegada de los nadadores que habían ido a Europa, pero se encontraron con la sorpresa de que quienes se habían quedado en México estaban mucho mejor preparados que ellos, y empezó la disputa por ser seleccionado para los Juegos Panamericanos de Winnipeg.
“Un año antes de los Juegos Olímpicos, en 1967, empezó el clasificatorio para Winnipeg y les ganamos a todos, menos a Memo Echevarría. Ahí empecé a ser campeón nacional. Competía en varias pruebas, pero siempre me ganaban; lo mío era el pecho, y el 200, no era veloz en esa prueba. Johnson siempre me decía: ‘tú eres muy fuerte, pero no eres veloz, tu característica va a ser esa, la fuerza’. Así fue como empezamos a entrenar con miras al selectivo definitivo”, rememora el “Tibio”.
Llegó la hora de la verdad para Felipe
Cuando el “Tibio” cruzó el umbral de la puerta que le daba acceso a la alberca no pensaba en otra cosa que ser campeón olímpico. “A pesar de que todo era alegría, gritos, porras y un ruido tremendo, yo no escuchaba nada, estaba totalmente concentrado en lo que venía, que para mí era lo más importante, había cumplido mi primer objetivo, que era estar en una final olímpica”, comenta Felipe con una profunda nostalgia. Recordar esos momentos le llenan los ojos de lágrimas y deja salir a flor de piel la misma emoción que sintió hace 50 años.
Llegó la oportunidad del “Tibio” un lunes 21 de octubre, cuando tenía que enfrentar uno de los cinco heats de que constaba la eliminatoria.
“Me toca nadar el último heat, así que podía ver los tiempos que habían hecho los demás nadadores, pero mi entrenador me dijo ‘no te preocupes de nada, tú tienes que nadar con todo’. Hice mi mejor esfuerzo y tuve un tiempo de 2’30’’ y algo, no recuerdo, y pasé en primer lugar a finales”.
Todo quedó listo para que el martes 22 de octubre de 1968. Felipe Muñoz llega puntual a su cita con la historia.
“Llega la gran final. Llegué a la alberca, y conforme pasó el tiempo pues la presión iba en aumento. Estaba muy nervioso y pensé en lo que me había dicho Johnson. Sabía que pasaba algo bueno porque eran tantos los gritos que al fin los escuchaba, y me dije ‘voy bien’, aunque no sabía en qué lugar, hasta que toqué el final". La estrategia de Ronald Jonson fue la clave para que Felipe se alzara como campeón olímpico, “me decía que yo era el cazador, que pensara en que ellos eran mis presas, porque las liebres son muy rápidas, pero el lobo es más fuerte y al final se las come, así llevé a cabo esa noche las indicaciones de mi entrenador, lo que me permitió ser un campeón olímpico”.
Felipe Muñoz Kapamas se despide del ESTO en el mismo escenario donde 50 años atrás escribió uno de los mejores capítulos de la historia del deporte olímpico mexicano, porque después de él, nadie más.