Ubicado en el corazón del centro histórico de Xalapa, el Callejón del Diamante es un sitio emblemático que diariamente atrae la visita de locales, nacionales y extranjeros.
A lo largo de los años, este espacio se ha convertido en punto obligado para quienes visitan por primera vez la capital veracruzana o aquellos que desean ampliar su conocimiento sobre una de las ciudades más importantes de Veracruz.
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Con su entrada sobre la calle Enríquez, este espacio forma parte fundamental de la historia de esta ciudad, pues, a pesar de la urbanización conserva su arquitectura. Los balcones, las puertas y letreros de madera, así como establecimientos que remontan a la historia son característicos de este callejón que conecta con la calle Benito Juárez.
La calle empedrada lleva a imaginar la creación de las primeras calles de Xalapa, pequeñas, agradables para caminar
Aquí las personas pueden adquirir artesanías, ropa y diferentes productos para uso personal o del hogar. También se puede solicitar un tatuaje o una perforación, pues existen profesionales que se dedican a este tipo de arte. Además, se puede tomar un café o té con amplia tranquilidad, por lo que las conversaciones pueden extenderse por horas.
De la misma forma, existe un espacio de alimentos en los que se puede comer de manera pacífica. En el 2008 el Callejón del Diamante formó parte de una rehabilitación del centro histórico que involucró a los callejones: Xallitic, Francisco I. Madero, Roa Bárcenas y San José.
¿Cuál es la leyenda del callejón del Diamante en Xalapa?
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La leyenda señala que en una de las casas de este callejón vivía un matrimonio: una criolla hermosa y un caballero español, que gozaban de una desahogada posición económica.
Cuando la pareja se prometió, él dio a su futura esposa un anillo con un hermoso diamante negro. Esta piedra según cierta superstición tenía una rara virtud de aumentar el amor del matrimonio y descubrir la infidelidad de la esposa.
El varón tenía un amigo a quien consideraba como hermano. Un día que el esposo salió de viaje ella fue a visitar al amigo, por razones que se ignoran, ella se quitó el anillo y lo dejó en el buró, junto al lecho.
Por motivos también desconocidos, a su regresó a Xalapa el esposo no se dirigió a su casa, sino fue primero a la del amigo. Entró y lo encontró en su alcoba durmiendo la siesta y lo primero que vio en la mesilla de noche fue el diamante negro de su esposa. Disimuladamente se apoderó de la joya y se dirigió a su casa.
Llamó a su bella compañera y al besarle la mano, comprobó que no lucía el anillo. Ante ello, sacó una empuñadura de oro, incrustada de rubíes y la clavó en el pecho de su esposa. El caballero dejó sobre el cadáver de la esposa el anillo del diamante negro y desapareció para siempre.
La gente de los alrededores, exclamaba: ¡Vamos a ver el cadáver del diamante!, pero con el paso del tiempo la expresión cambió y sólo decían: “Vamos al Callejón del Diamante”, nombre que la tradición ha mantenido a través del tiempo.