Con 60 años de edad, César Hernández Juan lleva poco más de 50 años de dedicarse al oficio de cargador. Llegó de niño al mercado San José y sigue realizando esta labor en la Central de Abastos.
César platica que ya no carga como en sus años mozos, pero reconoce que no le queda de otra que seguir haciendo esta labor “porque si no vengo a trabajar no tengo para comer".
Él llega cada mañana alrededor de las 4 de la madrugada a la Central de Abastos. Camina durante más de una hora desde su casa ubicada en la colonia Río Colorado a la zona de la central. “Ya me acostumbré y nunca me ha pasado nada así que opté por disfrutar de caminar, pero sí ya pesa este trabajo”.
Entrevistado mientras se tomaba un descanso expuso que ya nada es igual en el oficio que ya le está cobrando mucho por los años de trabajo. “Vengo a trabajar pero ya no tomó los paquetes más grandes. Me cuido porque no tengo nada de respaldo y eso me preocupa”.
Recuerda sus inicios, de niño, cuando llegó sin nada del municipio de Tlacolulan. “Era tan pobre que no traía ni siquiera zapatos. Llegué descalzo sin nada. Ahora tras muchos años de trabajo siento que regresé al inicio y que aparte de una casa no tengo nada”.
En el mercado de San José aprendió a trabajar de cargador y así siguió durante los siguientes 50 años. Ahora sabe que tiene toda la experiencia en su labor, pero muchas menos fuerzas para realizarlo como antes.
Lamenta no tener prestaciones que le permitan tener una atención médica y poder irse a descansar a su casa. “Me gustaría que alguien me asesorara y poder tener algo para disfrutar de mi vejez”.
César trabaja de las 4 a las 10 de la mañana, todos los días, para ganar un promedio de 200 pesos diarios. “Esa cifra solo me alcanza para medio comer, pero me gustaría poder haber logrado algo más. La verdad es que ya me cansé de cargar, pero hay que seguirle”.
Narra que hace algunos años se fue a la ciudad de México a hacer el mismo trabajo, pero regresó porque allá todo es más feo, explica. Solo aguantó un año el trabajo de cargador en la Central de Abasto de la capital del país. “Allá está muy canijo”.
Don César Hernández comenta que ahora que puede mirar hacia atrás, “le da mucha tristeza que aunque disfruté la vida verme solo y con este trabajo que me cansa mucho”.