Hemos crecido en una sociedad de hábitos, los cuales tienen un componente sociocultural, económico y religioso. Una forma sencilla de observar la vinculación de estos contextos es en los accesorios que usamos, particularmente en lo que a la ropa y a la joyería se refiere. En las siguientes líneas, destacaremos como ejemplo a la joyería hecha con materiales biogénicos.
En la infancia, más de uno usamos una pulsera de coral o de azabache para repeler "las malas vibras", un ejemplo de que un objeto tiene un valor de signo; es decir, que es importante por lo que simboliza (serenidad, suerte).
Sin embargo, estos materiales orgánicos son finitos, y no necesariamente por la oferta y la demanda, si no porque su sobre-colecta disminuye sus poblaciones.
La belleza y durabilidad de algunas especies de coral fue clave para su inclusión en la alta joyería, y entonces obtuvo un valor monetario, lo que llamamos valor de costo. En este sentido, quién no recuerda los pendientes o el collar de coral en el alhajero de la abuela; accesorios que alcanzaron, en su época, un valor incluso más alto que el del oro.
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Continuando, los corales dieron el salto cuántico cuando formaron parte del Art Deco y el Art Noveau; movimientos artísticos que revolucionaron la alta joyería por la labor creativa en el diseño y los refinados procesos de producción. Razón por la cual este material biogénico obtuvo un valor de concepto; es decir, migró del simbolismo a ser parte de una tendencia de moda y de status social.
El incremento en el valor de signo, costo y de concepto de los corales alertó un potencial daño ecológico. Los estudiosos en la materia tomaron protagonismo, se evitó la explotación de esos recursos y se crearon alternativas de reemplazo.
Algunas joyas de esa gloriosa época se conservan y son evidencia de que los objetos dan cuenta de la dinámica social, económica y de credo.
*Instituto de Neuroetología, UV e Instituto de Ciencias Biológicas, UNICACH