En 1581, Galileo (1564 - 1642) de 17 años, viajó desde Florencia hasta la Universidad de Pisa, el Gran Ducado de Toscana. Dos años después descubrió el isocronismo, las oscilaciones del péndulo, al observar en la Catedral de Pisa el balanceo de una lámpara.
El 9 de octubre de 1604, Johannes Kepler descubrió una estrella nova, lo que conmocionó a los filósofos peripatéticos (aristotélicos), quienes buscaron conciliar el fenómeno con la Teoría de la Inmutabilidad del Cielo de Aristóteles. Galileo argumenta con ingenio contra la inalterabilidad de los cielos y señala los errores de los peripatéticos en su afán de mantener incólumes las ideas aristotélicas.
En 1606 y 1607, Galileo escribe Operaciones del Compás Geométrico, y construye un termómetro y en 1609, su telescopio. En una clara y fría noche invernal, el 7 de enero de 1610, apunta por primera vez su cañón cristalino al cielo, y escribe: “Observé la superficie de la Luna ... está llena de desigualdades, es irregular, llena de presiones y protuberancias, como la Tierra ... los planetas tienen sus discos redondos ... las estrellas ... como llamaradas de luz que arrojan rayos hacia todos lados ... miro a Venus y Mercurio, giran en torno al Sol como los demás planetas ... a veces están en Cuarto Creciente o Menguante como la Luna ... al observar a Júpiter, había cerca tres estrellas pequeñas pero brillantes ... en línea recta ... la Vía Láctea no es más que una miríada de estrellas ... esta ha sido la noche más memorable de mi vida”.
Al mencionar las manchas solares, Galileo es atacado por el cura Nicolo Lorini. Galileo discute de forma lógica, no ideológica, que el Sistema de Copérnico es el verdadero. Vientos de tempestad corren en 1615 y 1616, el sombrío cura Lorini lo denuncia ante la Inquisición. El 23 de febrero de 1616, once teólogos se reúnen y discuten:
1.- Que el Sol sea el centro del mundo y no tenga movimiento.
2.- Que la Tierra no sea el centro del mundo ni inmóvil, sino que se mueva con movimiento diurno.
Al día siguiente los teólogos decretaron que:
a) La primera era una proposición absurda, falsa filosofía y herética.
b) La segunda era una proposición no sólo falsa en filosofía sino también en teología y por consiguiente, herética.
Una vez condenada la Teoría Copernicana por el Santo Oficio, se le prohíbe a Galileo mencionarla y es amonestado.
La mente de Galileo es un campo de batalla, la lógica, la ciencia y la curiosidad se enfrentan al temor, la religión y el autoritarismo. Por ello, lo que expresa es un himno al triunfo: “... me parece que las discusiones sobre los problemas naturales no debieran empezar apelando a las Escrituras, sino a las experiencias y demostraciones, dado que ambas ... las Escrituras y la naturaleza, son expresiones del mismo Verbo divino”.
Galileo es el instaurador del Método Científico, con el que nace una nueva manera de “preguntar a la naturaleza”. Además, inicia los estudios de la gravedad.
En Il Saggiattore (El Ensayador), Galileo escribe: “el Universo está escrito en lenguaje matemático, aquel que quiera beber de él tendrá que aprender que las letras son triángulos, círculos y otras figuras geométricas, sin las cuales es humanamente imposible entender una sola palabra”.
De 1624 a 1630 escribió Diálogo sobre los dos principales Sistemas del Mundo: Ptolomaico y Copernicano. Para publicarlo se le condiciona a "corregirlo", para dejar claro que la Teoría Copernicana es sólo una posibilidad. En ella, Galileo demuestra lo práctico que es explicar el movimiento planetario con el Sol fijo y la Tierra junto a los planetas a su alrededor. La obra es un dialogo, como lo hubiera hecho Platón, en donde los partidarios de ambas posturas discuten.
La Iglesia estaba orgullosa de haber incorporado la filosofía de Aristóteles de Estagira, el más enciclopédico de los filósofos de la antigüedad, al cristianismo. Hacía 300 años que Tomás de Aquino había reconciliado a Aristóteles con Cristo y parecía una osadía derrumbar al gran filósofo, por lo que Galileo venía a ser un aguafiestas.
La Inquisición promulga junto a una orden papal: “Prohibición a Galileo so pena de prisión, de defender las ideas de Copérnico”.
En un acto triste e innoble; Galileo es arrodillado y dice: “Yo Galileo Galilei, hijo del difunto Vicente Galilei; de setenta años de edad, comparecido personalmente en juicio ante este Tribunal y puesto de rodillas ante vosotros, los eminentísimos y reverendísimos señores Cardenales Inquisidores, Generales de la República Cristiana Universal, respecto de materia de herejía ... por cuanto este Santo Oficio ha mandado judicialmente, que abandone la falsa opinión que he sostenido, de que el Sol está en el centro del Universo e inmóvil, que no profeso, defiendo, ni de cualquier manera enseño, ni de palabra, ni por escrito dicha doctrina, prohibida por ser contraria a las Sagradas Escritures. Por cuanto escribí y publiqué una obra, en la cual trato la misma doctrina condenada y deduzco con gran argumento en favor de ella, sin resolverla; y atendido a que me he hecho vehemente sospechoso de herejía por este motivo, por que he sostenido y creído que el Sol está en el centro del mundo e inmóvil y que la Tierra no está en el centro del Universo y que se mueve... Yo Galileo Galilei ... juro, prometo y me obligo en el modo y forma que acabo de decir, y en fe de estos mismos compromisos, firmo del propio puño y letra mi abjuración ...”
De inmediato Galileo susurró: Eppur Si Muove (Y sin embargo, se mueve), aunque esto se considera una leyenda.
El 8 de enero de 1642 murió Galileo. Francesco Barberini, quien se negó a firmar la sentencia, escribió: “Recibí la noticia del fallecimiento del señor Galileo, pérdida que conmociona no sólo a Florencia, sino al mundo y a todo este siglo, cuyo esplendor debe a este hombre divino más que a casi todos los demás filósofos. Ahora, al cesar la envidia, se reconocerá cuan sublime era este intelecto que servirá como guía a toda la posteridad en la búsqueda de la verdad”.
La lección que nos deja la vida de Galileo es: el progreso humano requiere libertad para la controversia de las ideas y la búsqueda de la verdad, sin temor a la represión, de quienes no entienden que la ciencia es la solución, en su buen uso.
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