¿Sabes cuánto tarda en crecer la lechuga o el tomate que todos los días llevas a tu mesa?, esa calabacita o zanahoria que tanto te gusta, ¿cómo nace?, ¿dónde se cultiva?, ¿es difícil?, ¿uno puedo hacerlo?
Montserrat Suárez Méndez, maestra en Ciencias de la Sostenibilidad por la UNAM y activista ambiental, nos dice que en la ciudad se vive muy desapegado respecto a los procesos agrícolas, es decir, vamos al supermercado por nuestras frutas y verduras sin saber cuál es el proceso por el que pasan, lo que hace que no valoricemos la importancia de los alimentos y de quienes los producen.
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“Para quienes vivimos en la ciudad lo más fácil es ir a un supermercado por una lechuga y no saber de dónde vino, quién la produjo, de qué semilla nace; por ejemplo, una lechuga tarda tres meses en crecer, si tú comes lechuga todos los días, ¿cuántos meses hay invertidos en tu plato? Somos ajenos a la energía y el tiempo que lleva crecer los alimentos”, explica.
Agrega que con el ritmo rápido de la vida urbana no dimensionamos la importancia del trabajo de la agricultura ni del impacto que tiene para la soberanía alimentaria el que cada día se abandone el campo por la ciudad, pues, señala la ambientalista, se estima que cerca del 70% de la dimensión poblacional del país se encuentra en las ciudades.
“Debemos comenzar a darle importancia a tener alimentos disponibles, porque solo cerca del 50 por ciento de la población tiene el privilegio de tener tres platos de comida al día, es decir, enfrentamos pobreza alimentaria, por ello es importante que las ciudades comiencen a involucrarse en la agricultura”, indica Suárez Méndez.
Soberanía alimentaria, ¿Qué es?
La maestra en Ciencias de la Sustentabilidad indica que en el país la soberanía alimentaria es un tema clave: “más del 70 por ciento de lo que consumimos proviene de la pequeña agricultura; aún así el propio productor no tiene soberanía alimentaria, porque la mayoría de lo que produce lo vende”.
De acuerdo con el movimiento internacional La Vía Campesina, la soberanía alimentaria es el derecho de los pueblos y países a definir su política agraria y alimentaria, y para ello deben garantizarse una serie de medidas delineadas como políticas de estado.
La soberanía alimentaria —apunta la organización—incluye al menos tres ejes: Primero el priorizar la producción agrícola local para alimentar a la población, el acceso de campesinos/as y de los sin tierra a la tierra, al agua, a las semillas y al crédito.
En segundo término, el derecho de los campesinos a producir alimentos y el derecho de los consumidores a poder decidir lo que quieren consumir y, cómo y quién se lo produce.
Y por último el derecho de los países a protegerse de las importaciones agrícolas y alimentarias demasiado baratas al estar ligados a los costos de producción.
“En México estamos lejos de ese ideal de soberanía alimentaria, por lo que hay que comenzar a trabajar en ello, consumir local y depender menos de la importación”, indica Monserat Suárez.
La ambientalista señala la soberanía alimentaria es algo que todos podemos comenzar a ejercer y abonar es ella, y unas de las prácticas que empujan a ello es comprar nuestros víveres a pequeños productores y también a aprender a realizar nuestros propios huertos urbanos.
“Si bien no todos tenemos hectáreas disponibles para sembrar, sí podemos empezar en nuestro patio con una planta de cilantro, de albaca, jitomatitos; esas cosas chicas que si bien no van a bastar para alimentarte a ti y tu familia, sí sirven para comenzar a darle un significado muy importante a los alimentos, a saber qué proceso lleva crecerlos y así valorizar el trabajo del agricultor”, agrega.
Sustentabilidad, más que una moda
Monserrat Suárez imparte talleres sobre huertos urbanos y elaboración de compostas a núcleos de vecinos, estudiantes y todo aquel interesado en saber cómo comenzar a aplicar en la vida diaria prácticas sustentables.
“La sustentabilidad no es sólo un adjetivo, porque están de moda mucho las frases como ‘usa esta bolsa porque es sustentable’, ‘muévete en bici porque es sustentable’; entonces lo pensamos como si la sustentabilidad fuera un adjetivo que tenemos que cumplir para nuestra lista, pero va más allá, la sustentabilidad es una práctica que podemos hacer todos, todos los días, en pequeñas acciones que nos lleven a realizar prácticas sustentables”, acota.
La sustentabilidad, explica Suárez, es esta práctica en la que respetamos el medio ambiente y a la sociedad, se puede llevar a cabo de diversas formas, muchas de ellas ligadas a nuestra vida cotidiana, como reutilizar el agua, apagar los focos que no se usan, darle más uso y vida a la ropa, ir a comprar con nuestros contenedores para no pedir bolsa, etcétera.
“Sí, es cierto que las grandes empresas son las que saquean el agua y la desperdician, y hay que luchar contra ello y derrumbar al capitalismo; pero también hay que situarnos en nuestro contexto y ver qué podemos hacer, y lo que podemos hacer es comenzar a aplicar estas pequeñas prácticas sustentables”, indica ambientalista.
Agrega que es necesario llegar a la reflexión de qué tanto consumimos y qué tanto podemos dejar de consumir, en la medida de lo posible: “es pensar cómo nuestras prácticas diarias pueden ser más respetuosas con el medio ambiente sin rompernos la cabeza”.
Otra forma de ser sustentables es impulsar a la economía local: “si trabajas todo el día y al salir por las prisas vas a comer a una cadena de comida rápida, mejor cambiar eso por entrar a una fondita; ese es un cambio pequeño que ayuda”.
Y apunta: “lo local es muy importante porque impulsa justamente la sustentabilidad; no se trata de decir ‘nunca más iré a un supermercado’, pero sí ubicar como primera fuente, a nuestro alrededor, qué tiendita vende y qué vende. A veces solo se trata de darnos el tiempo de aplicar estas pequeñas prácticas sustentables en nuestro día a día”.
Huertos urbanos dan unidad
Para Monserrat Suárez apoyar en la elaboración de huertos urbanos ha significado una actividad enriquecedora, pues no sólo se trata de que las personas aprendan cómo producir alimentos, sino también de ver cómo se fomentan las relaciones humanas.
“El realizar prácticas entre vecinos, familia o amigos, también tiene como positivo que se hace un rescate de los saberes que cada uno lleva consigo y que muchas veces la persona no lo sabe; cuando están trabajando en el huerto, comienzan a salir los consejos que alguna vez le escucharon a la abuela o tía, y en ese momento salen a flote, lo comparten y aplican”.
Lo huertos urbanos ayudan a tejer estos saberes sobre agricultura, y una vez que se cosechan, se suele hacer una reunión en la que todos disfrutan de esos alimentos que produjeron ellos mismos, fomentando así la convivencia entre vecinos.
“Los huertos urbanos es una práctica que puede iniciarse con dos o tres personas, incluso uno mismo en la casa, y poco a poco la familia, sin necesidad de decirle, comienza a involucrarse, porque va viendo el proceso, le llama la atención y participa. Parte de lo que debemos pensar con las prácticas sustentables en que no podemos obligar a nadie a asumir un estilo de vida, sino comenzar de ejemplo y poco a poco las personas de alrededor se irán sumando”, finaliza la experta.