La espirulina es una microalga unicelular de color verde-azulado capaz de realizar fotosíntesis a partir de dióxido de carbono y luz, consumida antiguamente por los pobladores Aztecas en forma de tostadas que previamente secaban al sol.
Hoy en día, éste súper-alimento no solamente se produce en distintas presentaciones, sino que también ha tenido un importante uso en la industria alimenticia. Sin embargo, tras haber sido ampliamente analizada ha tomado un enfoque diferente en los últimos años, valorándose en torno a sus propiedades antibacterianas, antidiabéticas, anticancerígenas, entre otras.
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El antes y el ahora
Hace muchos años atrás los habitantes de la antigua Tenochtitlán mantenían una dieta equilibrada para preservar su buena salud, basada en el maíz, pero también por alimentos que ellos mismos cultivaban como frijoles, chile, chayote, jitomate, cebolla y demás vegetales, así como el alga espirulina.
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Actualmente esta microalga es cultivada industrialmente en varios países debido a sus cualidades nutricionales, quedando así poco de su cultivo de origen natural, puesto que esto depende de muchos factores, como la disponibilidad de nutrientes, temperatura e iluminación.
A pesar del hecho de que su composición bioquímica puede variar de acuerdo a la respuesta de salinidad de su medio de crecimiento, esta contiene de un 60-70% en peso seco de proteína; que cuenta con todos los aminoácidos esenciales en comparación a la proteína de la carne, los huevos o la leche.
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Además, incluye entre un 15% y un 25% de carbohidratos; entre estos, un azúcar natural poco frecuente llamado ramnosa, que facilita el metabolismo de la glucosa.
La espirulina posee una gran riqueza en vitaminas como la A, que ayuda al buen funcionamiento del corazón; B1, que es adelgazante por su rol en el metabolismo de los carbohidratos y grasas; vitamina C, que contribuye a la absorción de hierro; E, que es un eficaz antioxidante; F, que reduce el colesterol; y muchas más.
Contiene minerales como el hierro (34 veces más que en la espinaca), calcio, cromo, cobre, magnesio, manganeso, fósforo, potasio, sodio, zinc, asimismo, presenta los ácidos grasos esenciales omega-3 y omega-6, que están involucrados en la regulación de la presión arterial y las respuestas inflamatorias.
La espirulina dispone de varios pigmentos, como la clorofila α, xantofila, β-caroteno, la aloficocianina pero principalmente ficocianina; caracterizado por su intenso color azul, el cual comprende múltiples efectos antioxidantes y cardiovasculares.
De ahí que, su pared celular está formada por polisacáridos que le otorgan una digestibilidad del 86% para poder ser absorbidos más fácilmente. Por todas estas propiedades es que esta alga es utilizada para la prevención y el tratamiento de enfermedades neurodegenerativas, inflamatorias y a las asociadas con el estrés oxidativo*.
Dentro de los pigmentos de la espirulina con probable efecto terapéutico se encuentra a la ficocianina, la cual ha sido evaluada ante diversos estudios biomédicos como biomarcador, por sus propiedades fluorescentes, y como posible agente terapéutico para el tratamiento de enfermedades asociadas al estrés oxidativo.
Se sabe que el desequilibrio entre las especies reactivas de oxígeno y nitrógeno y los sistemas antioxidantes dentro del cuerpo humano causan el estrés oxidativo; reacción que está meramente relacionada con diversas enfermedades como la diabetes mellitus, enfermedades neurodegenerativas, enfermedades inflamatorias y cáncer.
*El estrés oxidativo es una condición que se manifiesta en el organismo cuando la producción de sustancias altamente reactivas supera los mecanismos antioxidantes y está relacionada con numerosas enfermedades como diabetes, alteraciones cardiovasculares y cáncer.
Ahora que ya se conoce un poco de lo que puede hacer la espirulina, ¿qué harías tu hoy con esta información?